¿Para qué sirve nuestro trabajo?
Nuestro trabajo nos lleva al trabajo de otros, para escucharlos, para hacer posible la realidad de exponerlos, de ofrecerlos a [...]
4 mayo, 2016
por Paco Pérez Valencia
Siempre hubo retos.
– Philippe de Montebello
(Yo) me acuso de adorar a esta crisis de la economía de la tentación, no de la necesidad [1].
Me acuso de adorar una crisis que aparece removiendo lo establecido, aquello que gozaba de las prebendas del poder, doblegándolo y rebajándolo.
Me acuso de adorar a la crisis que dicen está acabando con el Arte, con la imaginación y la fe de los artistas dependientes de las ayudas para su producción, con los comisarios conniventes con el poder, con los críticos crípticos, con los galeristas subvencionados que ahora son vencidos, con los gestores de la cultura rentable y con todas aquellas instituciones culturales que no creían más que en las estadías de público y en las apariciones en prensa.
Me acuso de aplaudir una crisis que se lleva por delante todo aquello que se sustenta artificialmente con los medios que depara el poder, la misma crisis que no puede llegar hasta aquellos cuyas acciones siempre estuvieron motivadas por la verdad, los que están sumergidos en la espesura, casi sin aire, pero no por ello inmóviles.
Me acuso de ser instigador, ideólogo, activista y (casi) guerrillero de una pequeña causa que aspira a cambiar el mundo desde nuestras acciones, con tolerancia, pero con firmeza.
Me acuso de soñar con la excelencia aunque ésta no se entienda, de buscar y propiciar las emociones íntimas en mi trabajo, las únicas que son verdaderas porque son mías.
Me acuso de defender posiciones personales y vitales, porque creo en un Arte que es experimentado únicamente desde la individualidad, aunque la intermediación desde la museografía (la disciplina que profeso) se dirija al colectivo social priorizando su democratización.
Me acuso, al fin, de amar mi trabajo, de soñar cualquier cosa y concederle su lugar, porque todo es posible al comienzo de una idea; de bendecir la soledad del museo, cuando lo recorro solo, a deshoras, con la excusa de supervisar el proyecto de turno. También, de amar los sonidos del montaje, de amar sus aromas y los flujos de aire en el espacio, de amar cómo se hablan entre ellas las piezas que he colocado, de amar los miedos de cada exposición y, por supuesto, de amar la sorpresa del público y reconocer que esta experiencia me pertenece porque es sólo mía.
Si este modo de vivir la museografía (y por extensión todo lo relacionado con el Arte y la Cultura) no consigue sus metas estaré irremediablemente perdido. Nada más por delante, sólo podré crecer hacia dentro.
La práctica museográfica actual está destinada a un fin artificial, porque el museo no es el lugar adecuado para contemplar con pureza muchas obras que se concibieron para ser adoradas, para ser rezadas, en lugares específicos, de modo que desnaturalizamos nuestro encuentro en el interior de un museo, aunque sea el acceso al arte y por ello lo respeto y le dedico mi esfuerzo y mi imaginación, para que sea una experiencia más sincera y más privada. Dice Norberto Chaves que la mirada deconstruye y es cierto, un museo mirado pierde naturalidad. Hay que vivirlo.
La Museografía Creativa debe ser combativa y debemos poner al servicio de esta empresa todos los medios creativos posibles. Puede que estas ilusiones no sean extraordinarias hoy en día, (un solitario ejemplo:) ahora no es difícil ver una exposición con dominancias cromáticas antagónicas al cubo blanco porque esta práctica se ha normalizado, pero hace menos de tres años (¡sólo tres años!), la exposición The sock strategy fue motivo de algunas críticas furibundas en mi ciudad (Sevilla) por críticos anónimos que hoy apostatan de sus dogmas.
Son firmes convicciones para asumir los retos que tenemos por delante, desde la Acción Cultural, hasta la formación de un público genérico desde la base, como un proyecto colectivo experimental, de calado emocional, donde investigar por caminos difusos y difíciles, como son los sensitivos. También porque el hecho cultural así lo exige, ante una sociedad tan poliédrica y tan ajena, donde parece que el Arte se ha hecho inocuo y no penetra en nosotros. La práctica de la cultura subvencionada se manifiesta como un hecho débil y con pies de barro gracias a esta crisis.
Lo que a un profesional de la Cultura le diferencia del resto, es el grado de honestidad y de sinceridad que pone en ello; sólo nos vale trabajar con la verdad. Ésta es la única vía para asumir el futuro. Aunque esto es muy, muy difícil, porque hoy no nos sirven modelos preestablecidos aunque sean buenos y válidos, tienen que ser auténticos.
Siempre a la aventura. El anuncio en prensa que Ernest Shackleton publicó en los periódicos británicos solicitando a valientes voluntarios para su expedición a la Antártida en 1914, bien podría servirnos en este momento: Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de absoluta oscuridad. Peligro constante. No es seguro volver con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito.
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[1] . Norberto Chaves en su conferencia inaugural del Master de Espacio Expositivo y Museografía Creativa en su 3ª edición. 10 de Octubre de 2009.
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