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¡Felices fiestas!
4 marzo, 2021
por Arquine
Por: Cecilia Guadarrama Gándara, Miriam García Alcántara y Mirta Ripol Bermúdez
La luz natural es la parte de la radiación solar que llega a la superficie de la Tierra y produce una sensación visual en el ser humano. La luz natural no sólo nos brinda información sobre la hora del día, la estación del año y las condiciones atmosféricas del sitio, sino que nos permite ver y reconocer nuestro entorno.
La luz natural es uno de los elementos más importantes de la composición arquitectónica porque revela y enaltece los espacios. Para utilizar este precioso recurso en la arquitectura, es necesario conocer sus características principales. La radiación luminosa que llega a la superficie de la Tierra está compuesta por tres flujos: difuso, directo y global. El difuso proviene de toda la bóveda celeste —a excepción de la corona solar— y es resultado de la dispersión, absorción y reflexión de los rayos solares sobre diferentes componentes atmosféricos, como las moléculas de aire, las partículas suspendidas, el vapor de agua y los gases. La disponibilidad de este flujo en diferentes periodos de tiempo depende de las características temporales de la atmósfera de cada sitio. Los rayos que logran atravesar la atmósfera terrestre y no fueron dispersados, absorbidos o reflejados llegan a la superficie de la Tierra como flujo directo. La incidencia de estos rayos solares varía durante el día, el año y la latitud de cada sitio. El flujo global es la suma del flujo difuso y del flujo directo. La variabilidad del flujo luminoso se clasifica en dos: la espacial, de acuerdo al sitio geográfico, y la temporal, según el momento.
Es importante reconocer estos aspectos de la luz natural para considerarlos desde el inicio de la conceptualización del proyecto arquitectónico. Antes de tomar el lápiz para darle forma a un proyecto es indispensable analizar la incidencia de la luz al interior del espacio, imaginar a las personas que lo utilizarán y qué ambientes se pueden crear. Con esta visión, se podrá diseñar. Estudiar la luz natural en un sitio es el primer paso, y el más seguro, hacia un buen diseño y una buena ejecución.
Reconocemos a grandes arquitectos que incorporan la luz en su quehacer cotidiano. Ellos han proyectado ambientes que captan nuestra atención por la perfecta interacción de la luz natural al incidir sobre las superficies y acabados que componen el espacio arquitectónico a fin de crear atmósferas lumínicas con inigualable armonía.
Pero utilizar la luz natural en un proyecto arquitectónico va más allá de aplicar este recurso para crear atmósferas armónicas. El objetivo es crear espacios con luz del exterior para disfrutar de ambientes iluminados naturalmente sin exceso de contrastes, brillos indeseados y con él confort térmico adecuado para los usuarios. También, es crear la mejor experiencia en cada lugar para cada persona. Cuando los usuarios pueden disfrutar de los espacios y realizar adecuadamente sus actividades visuales, se logra la sensación de bienestar, un mejor desempeño laboral y escolar.
Además, estudios han demostrado que es determinante para la salud de los enfermos. Esto se debe a que la luz natural regula el ciclo circadiano, un ciclo biológico día-noche fundamental para el equilibrio físico y psicológico del ser humano.
El uso de la luz natural brinda beneficios que van más allá del disfrute de la arquitectura y la salud. El adecuado uso de la luz natural puede significar ahorros energéticos, ya que reduce sobrecargas de enfriamiento y/o calefacción en las edificaciones y evita incurrir en el uso de la luz artificial durante el día. Este ahorro tiene un impacto significativo en la preservación del medioambiente.
Por lo anterior, resulta de suma importancia aprovechar el inagotable recurso de la luz natural, no sólo por el enriquecimiento que le da a la arquitectura sino también por su relevancia en la salud y el bienestar de las personas, así como por el ahorro energético y la preservación del medioambiente que representa.