La selva domesticada
La casa que Ludwig Wittgenstein proyectó para su hermana era un manifesto, una propuesta, una reinterpretación desnuda y protomoderna de [...]
5 noviembre, 2024
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
Rudolph fue un arquitecto singular.
Un referente de la arquitectura con músculo y uno de los arquitectos más destacados de los Estados Unidos del pasado siglo. Paul Rudolph (1918-1987) formó parte de la segunda generación moderna y lideró el brutalismo estadounidense con el uso casi exclusivo del concreto aparente y osadas volumetrías. Ya en 1954, proyectó una torre de apartamentos que consistía en módulos habitables suspendidos de mástiles tensados, anticipándose a las megaestructuras de los Metabolistas japoneses, al colectivo británico Archigram y a las arquitecturas “enchufables” a escala metropolitana de la siguiente década.
La exposición Materialized Space, The Architecture of Paul Rudolph en el Museo Metropolitan de Nueva York (MET) reúne dibujos de proyectos construidos y no construidos, que se muestran por primera vez, ilustrando su visión de futuro. Los planos constructivos y las perspectivas fugadas, representan su visión arquitectónica y sus propios dibujos incluso influyeron en la elección de los materiales de construcción, algunos de los cuales consideraba más fáciles de representar que otros: “Esto probablemente explica parte de mi interés por el concreto aparente y las superficies muy texturizadas en general”, admitió.
Como se describe en la muestra “desde el comienzo de su carrera, Rudolph se interesó en la prefabricación industrial para crear nuevos sistemas de construcción y montaje. Imaginó que estas técnicas serían más rentables que los medios convencionales y también liberarían el potencial para construir formas arquitectónicas emocionantes e innovadoras a una escala sin precedentes. Esperaba que este enfoque modular pudiera aplicarse a contextos que abarcaran desde conjuntos de viviendas sociales y centros cívicos hasta edificios corporativos.”
En 1958, Rudolph fue nombrado director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Yale. Pronto consiguió varios encargos importantes que cimentaron su reputación, empezando por el edificio de Arte y Arquitectura de la universidad, que se convirtió en su tarjeta de presentación al que le siguieron otros edificios en el mismo campus, con su sello expresivo, contundente y “brutalista”; un término derivado del “béton brut” francés para denominar al concreto aparente, que remplazaría al estilo internacional imperante de aquellos tiempos.
En los años 70 sus audaces proyectos de interiorismo fueron el referente del glamour y la innovación. Su propia casa y sobretodo la de diseñador de moda estadounidense Roy Halston, desafiaban la gravedad con pasarelas, escaleras flotantes y dobles alturas, convirtiéndose en escenarios perfectos para la moda y el arte, donde concurrían los sospechosos habituales del Studio 54 y de la Factory warholiana. Algunos proyectos de vivienda social a gran escala en el Bronx, que se toparon con la resistencia social a la demolición masiva, así como la llegada de los arquitectos posmodernos (y las criticas de éstos a su arquitectura), eclipsaron el final de una carrera fulgurante que halló todavía alguna oportunidad en Singapur.
Esta exposición rescata una trayectoria brillante y singular, que tuvo su eco en tantos países -con algunos arquitectos algo más jóvenes, como Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky en México, así como Clorindo Testa en la Argentina- y que con sus planos y maquetas permite reexaminar su legado. La exposición permanecerá en este museo hasta el 16 de marzo de 2025.
La casa que Ludwig Wittgenstein proyectó para su hermana era un manifesto, una propuesta, una reinterpretación desnuda y protomoderna de [...]
Presentamos un intercambio sucinto entre Carlo Ratti, comisario para la Bienal de Arquitectura de Venecia que se llevará a cabo [...]