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Una casa lleva a la otra

Una casa lleva a la otra

14 julio, 2021
por Juan Carlos Tello

Al visitar el parque Ibirapuera en Sao Paulo, que Oscar Niemayer y Roberto Burle Marx diseñaron para las conmemoraciones del IV centenario de la ciudad, en 1954, nos encontramos con un enorme techo que parece no techar nada. Charles Eames dijo que la arquitectura debía ser un marco para la vida y el trabajo y que la buena arquitectura permite que sucedan varios programas. Eso es lo que pasa bajo ese enorme techo.

Al ver una fotografía de la casa que Kenzo Tange construyó para sí mismo en Setagaya, Tokio, en 1951, podemos reconocer el pasado de la cultura japonesa: las estructuras de madera, los muros de papel, las techumbres. El espacio es completamente moderno, aunque en base el módulo del tatami. La casa es pequeña, como muchas en Japón. El nivel vacío también es muy bajo, casi se puede alcanzar levantando el brazo. Cuando terminé de dibujar la casa de Tange, empecé a buscar otras con la misma lógica: acceder a la casa a través de un espacio vació y una circulación vertical.

 

Había dibujado ya la casa de Lina Bo Bardi en Sao Paulo. Busqué otras y encontré la de Luigi Figini. Encontré algunos dibujos que mostraban las alturas, pero no las medidas entre ejes. A diferencia de la casa de Tange, para llegar al primer nivel hay que subir una escalera larguísima, sin descanso de por medio. ¿Cómo hacer para subir algo cargando? Seguramente habría alguien encargado del servicio que lo hiciera. ¿Cómo vivían sus habitantes ahí hace ya casi cien años? La casa tiene muchas terrazas y un chapoteadero con hamaca; un jardín que es una pequeña selva para los pájaros que la ocupan. “En 1950 —escriben Anna Martínez y Fabiola Meignen—, tras quince años habitando en la casa del Barrio de los periodistas de Milán, Luis Figini publica el libro L’elemento verde e l’abitazione. En el tratado, que edita Domus, el autor recorre, en un discurso poético, la historia del hombre y de la arquitectura en relación con la naturaleza: el verde, el agua, el sol, el cielo, para finamente sistematizar las soluciones arquitectónicas para la introducción del verde en la vivienda urbana.”

Está también la Unicámara de Habitación, con un dibujo maravilloso de Moisei Guinzburg —arquitecto ruso de la época constructivista—  pues no fue construida. Encontré un par de fotos de la unidad de vivienda “ciudad verde”, de su frente y de la parte posterior, y unos pequeños dibujos que mostraban el desarrollo para ir completando la unidad. Y la Canvas house, de A. Laurence Kocher, diseñada junto con Albert Frey en 1932, o la casa Biggs, de Paul Rudolph, de 1956 —hoy demolida desgraciadamente. A todas se entra desde un espacio vacío, con pequeñas variaciones. No siempre está totalmente vacío, pues a veces, quizá por clima, aparecen ciertos espacios que he llamado cápsulas de acceso, como mediadores entre el interior y el exterior cubierto.

Unicámara de Habitación, Moisei Guinzburg

Unidad de vivienda

Tras varias casas dibujadas pensé que era tiempo de ir al origen o, al menos, uno de los orígenes más conocidos: la villa Savoye, síntesis de sus cinco puntos para una nueva arquitectura. El concreto, como “nuevo” material de construcción, permite la separación de estructura y muros; los muros no cargan por lo que da la posibilidad de una planta libre y de fachadas igualmente libres; la ventana corrida marca que los muros de fachada no cargan y la terraza en la azotea sustituye el terreno que la casa, levantada en pilotes, cubre.

 

Así, una casa lleva a la otra en una serie que, como una colección interesante, aún sigue abierta.

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