Sudor frío
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¡Felices fiestas!
22 junio, 2014
por Pablo Goldin
Lo que no es útil para la colmena, no es útil para la abeja”
Marco Aurelio
En octubre del 2012, bajo la blanca luz que filtraba las semidestruidas techumbres de la plaza Merced 2000 en el centro de la Ciudad de Mexico, rudos y técnicos peleaban por el campeonato de Lucha Libre celebrado en el marco del XlX aniversario del edificio. El Trío fantasía junto con el Pulpo se proclamaban campeones aquella tarde, rodeados por un estremecido público que, desde las húmedas penumbras de la segunda planta del edificio parcialmente abandonado, veía entusiasmado las peleas. En diciembre del 2013, el jurado del concurso para el rescate integral de la Merced presentaba la propuesta ganadora de Carlos Marín y José Muñoz Villers en la que el edificio mencionado, que tiempo atrás fungía como mercado, pista de baile y coliseo de lucha libre durante los festejos de aniversarios, desaparecía.
Durante 1998, el gobernador de la Ciudad de Mexico, Cuauhtémoc Cárdenas, planteó la creación de una plaza comercial a un lado de la nave principal del mercado de la Merced como solución al aglutinamiento del comercio informal en la zona centro del Distrito Federal. El edificio de la Plaza Merced 2000 inaugurado por Rosario Robles el 27 de mayo del segundo milenio en el predio que antes ocupaba la fábrica de Hilos Cadena, nació sin embargo desmesurado y sin completar. Los vendedores ambulantes que la iniciativa contemplaba reubicar en los locales del inmueble, atrincherados bajo lonas de colores y marcos ligeros de perfiles de acero, prefirieron utilizar los locales ofrecidos como bodegas. En su gran mayoría, se negaron a habitar un edificio de fachadas opacas cuyo lenguaje de grandes armaduras y revestimientos prefabricados poco dialogaba con la imagen urbana que lo rodeaba. La planta baja, con 1000 locales comerciales, fue ocupada por comerciantes activos; el primer nivel, donde se encontraban los murales del artista mexicano Ariosto Otero, fue utilizado como bodega por los ambulantes y permanece en desuso y finalmente el segundo nivel es utilizado como estacionamiento equipando la zona con 307 cajones.
Las salas de cine, los locales de comida rápida pensados para la plaza y la ilusión de una mejoría en la zona fueron proyecciones tan fugaces como la contienda electoral del ingeniero Cárdenas y la gran mayoría de los sueños futuristas ligados al cambio de milenio y más específicamente al cambio de sexenio. El abandono institucional al inmueble y la fuerte presencia de ambulantes en la zona estranguló a la plaza y a quienes planteaban comerciar en ella, permitiendo la proliferación de una siniestra atmósfera en el primero y segundo nivel del edificio.
Hace pocas semanas caminando por la zona rumbo a la nave principal del Mercado desde el Zócalo me encontré por primera vez con el edificio sin reconocerlo a nivel de calle por la cantidad de puestos que lo rodean. Al poco tiempo de recorrerlo y subir al tercer piso para tener una mejor vista del conjunto de Mercados, entre el caos, la basura y la multitud, vino a mi mente la perspectiva de la explanada creada por la propuesta ganadora que ocupa el lugar del centro comercial en el que me encontraba. La perspectiva de la lámina convence, pero la realidad caricaturiza la propuesta en una nueva y ambiciosa ilusión similar a la que compartieron Rosario Robles y Cuauhtémoc Cárdenas hace dieciséis años.
Los 16000 metros cuadrados de construcción y los 56 millones de pesos de aquel momento que costó levantar la plaza Merced 2000 junto con las 4500 personas que en ella trabajan y los 25 mil puestos ambulantes de los alrededores fueron remplazados, en el proyecto ganador, por una gris plancha similar al Zócalo capitalino, salpicada por personas que caminan bajo el calcinante sol del Valle de México. En contraste con esta imagen y la poca densidad que sugiere, la posibilidad de que esa explanada sea ocupada por los ambulantes resultaría una predicción lógica. Cuando ese vacío sea creado, la necesidad más fuerte en escena tomará su lugar y los antiguos conflictos resurgirán.
Si los intentos por desplazar el comercio informal a locales formales fallaron en una primera aproximación con la intervención de Cuauhtémoc Cardenas a finales de milenio y la Central de Abastos construida en 1987 tampoco logró descongestionar la zona, sería desde mi punto de vista obligatorio preguntarse en qué demoler la plaza Merced 2000 hoy parcialmente utilizada e intentar desaparecer el comercio informal seria un acierto y no una manera de evadir el problema o generar nuevos conflictos. Los estudios que señalan a seis de cada diez personas en edad productiva trabajando en la informalidad (Miriam Posada, La Jornada 17/06/14) por lo pronto me hacen preguntarme dónde quedó ese sector de la población hoy presente y según las predicciones de la imagen, mañana ausente.
Con sumo optimismo la propuesta nos invita a pensar que los ambulantes y toreros de la zona serían parte del sector formal de la sociedad para el momento en que esta simulación tiene lugar y dejaron libre el espacio público que antes invadían. Lo pulcro del panorama expuesto me permite creer que el hombre en estado de ebriedad que vi caer en una coladera en el arroyo vehicular de la avenida Circunvalación tendría un mejor nivel de vida y estaría transitando por la explanada junto con las prostitutas y transeúntes que lo auxiliaban tiempo atrás. Así mismo, bajo la misma mirada soñadora y optimista, asumo que quienes hoy habitan a un costado de la estación del metro Candelaria de los Patos entre cartones y láminas serían reubicados junto con los habitantes de los edificios habitacionales demolidos en los nuevos complejos residenciales que la propuesta contempla y no marginados en otras zonas de la ciudad.
El desenlace de los problemas que plantea la Merced y sus alrededores y la evolución de tan ambiciosa propuesta queda en manos del azar y sus tantas facetas políticas, arquitectónicas, económicas y culturales, pero la demolición de la plaza Merced 2000 es a mi parecer una acción equivocada. Demoler bajo el nombre del progreso, como explican Phillipe Druot y Lacaton & Vassal en el libro “Plus” (2007), no es una opción viable sino un fracaso del diseñador frente a la complejidad del problema que enfrenta. Es tirar por la borda una oportunidad de redimir un espacio y el universo que en él habita. Ejemplos sobran de rescates de edificios exitosos como El palacio de Tokio en Paris o el rescate de los complejos habitacionales en la misma ciudad, llevados a cabo por la oficina francesa de Lacaton y Vassal, o el “Berghain” de Berlín realizado por el estudio alemán Karhard entre muchos otros. Por lo tanto, derrumbar el edificio Merced 2000 para dar lugar a la explanada de la imagen seria negar todo el esfuerzo y el razonamiento que llevó a su construcción y tirar tierra sobre los restos de quién quizá no tendría porqué ser ejecutado. Tanto en destruir el edificio como mejorarlo implican una fuerte cantidad de dinero, pero al darle un nuevo uso existe una postura de compromiso con el pasado y las personas relativas a él.
Ni las pausas ni los vacíos han permanecido como tales en el espacio urbano y mientras las acciones gubernamentales y los proyectos suceden, nuevos escenarios que deben ser tomados en cuenta suceden. El camión que intentó llegar sin éxito a la plancha del Zócalo el 27 de mayo del 2013 cargado con toneladas de verduras y una maqueta de la nave principal de la Merced dispuesta a ser incendiada frente a las autoridades del GDF, es una muestra de ello. Los comerciantes impacientes que tripulaban el vehículo, reclamaban la lentitud de Miguel Angel Mancera en resolver los daños ocasionados por el incendio ocurrido treinta días antes. La perdida de los locales obligó a este grupo de comerciantes a vender en la calle y sumarse al comercio ambulante que afecta a la zona.
Si las problemáticas de sobrepoblación, informalidad y movilidad, llevó al Gobierno del Distrito Federal a construir la Central de Abastos en 1982 y la Plaza Merced 2000, en esta administración, la respuesta a las mismas problemáticas parecería consistir en destruir y erradicar a quienes hoy habitan y trabajan en la zona en beneficio de los que con mayor poder adquisitivo arribarán a ella.
Paradójicamente, “Los pueblos no tienen memoria” y “Los monstruos de fin de milenio” son los nombres que el muralista Ariosto Otero dio a dos de los murales que se encontraban en el primer piso del centro comercial. La iniciativa de tirar abajo la plaza para convertirla en una estéril explanada no solo respalda la afirmación sobre la memoria sino también confirma la teoría de que esa pérdida por lo menos en este caso, es voluntaria. Las obras de Otero se encuentran repartidas en el STC metro, exiliadas de un espacio que nunca atrajo al publico y las luchas, los ambulantes, los comerciantes y las historias que en esa plaza tuvieron lugar tendrán, según indico el fallo del jurado, que encontrar un nuevo hábitat o desaparecer en el intento.
Jean Nouvel decretaba 20 años atrás en el numero monográfico de la revista Architecture d’Aujourd’hui que ser arquitecto en el siglo XX consistía en inventar lo real a partir de la tabula rasa mientras que, en el siglo XXl la práctica urbanoarquitectonica debería abocarse a manipular la realidad.
Tirar y repoblar o recuperar e integrar, esa es la cuestión.
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A partir de maquetas de gran escala realizadas en colaboración con los locatarios del Edificio Plaza Merced 2000, el proyecto [...]