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Columnas

Las ciudades tienen sed

Las ciudades tienen sed

3 mayo, 2021
por Gustavo López Padilla

La naturaleza para ser gobernada debe ser obedecida.

Francis Bacon (1561-1626) inglés, padre del empirismo filosófico y científico

 

 Desde mediados del siglo XIX, cien años después de iniciada la Revolución Industrial en la Europa Central, fueron claras y contundentes las voces que alertaban de los peligros que implicaba el desarrollo y crecimiento de las ciudades y sus economías, que no tenían presentes los daños que se causaba a la naturaleza, que ya desde aquellos años mostraba signos alarmantes de deterioro. Afectaciones asociadas a una mala conducción de la producción industrial, que tenían que ver con la disminución del área de los bosques, aumento de las zonas urbanas construidas, contaminación de los distintos cuerpos de agua, implicando desde los mares, ríos, lagos y lagunas, sumando a lo anterior las malas calidades del aire respirable y la alteración de las cadenas ecológicas del conjunto de los seres vivos. En distintas ciudades del mundo, la salud pública de numerosos y diversos grupos sociales, mostró también síntomas graves de deterioro, que terminaron en la muerte de numerosas personas.

 

La soberbia, la ambición y el egoísmo de los países industrializados se impusieron, desoyendo a quienes se preocupaban por la naturaleza y las condiciones de un futuro que ya se preveían desfavorables. Los seres humanos hemos dejado claro que somos necios y capaces de tropezarnos una y otra vez con la misma piedra en el camino, a pesar de que sabemos como deberíamos transitar amablemente por la vida, sin poner en riesgo la  vida misma, en el conjunto del planeta que habitamos. Ha pasado mas de siglo y medio desde aquellas primeras voces de alerta y hoy en pleno siglo XXI, estamos pagando y sufriendo ampliamente las consecuencias de un desarrollo urbano moderno equivocado. Reuniones mundiales sobre el tema van y vienen con frecuencia  y todavía no acabamos de ponernos de acuerdo plenamente, sobre lo que a todas luces debemos hacer. Hoy se habla del calentamiento global, como expresión del conjunto de afectaciones ambientales negativas que aquejan severamente al planeta, poniendo en riesgo la viabilidad de la vida en el mismo.

Uno de los temas prioritarios que afectan a las ciudades contemporáneas, en relación a todo lo anterior, tiene que ver con la limitada disponibilidad de agua potable, elemento esencial para satisfacer las necesidades vitales de sus pobladores. Según datos de la UNICEF y la OMS, 2200 millones de personas no tienen acceso al agua potable. Y esto resulta a todas luces contradictorio en nuestro planeta,  que debería llamarse agua en lugar de tierra, ya que el 75 % de su superficie esta ocupada justamente por agua. El problema radica en que mayoritariamente la disponibilidad de agua en los mares y océanos es salada, sumando un 97 % lo que dificulta su aprovechamiento, para muchas de las actividades que tienen que ver con el consumo humano. El agua potable es escasa, de tan solo un 3 %  de la disponible en el planeta y mayoritariamente de este porcentaje,  en los polos se ubica un 97 %, que con el calentamiento global y el deshielo, se está mezclando poco a poco con las aguas de los océanos, perdiendo su condición de potable y poniendo en peligro la viabilidad de muchas ciudades costeras en el mundo, a partir de la posible elevación del nivel medio de los océanos, pudiendo inundar de manera irreversible, estas ciudades mencionadas, afectando la vida cotidiana de sus habitantes, su economía y sus patrimonios construidos.

 

Lago de Cuitzeo afectado en su capacidad hidráulica

El aprovechamiento del agua potable en ríos, lagos y lagunas, que es limitada en términos cuantitativos, formando parte del 3% mencionado, incluyendo el agua ubicada en el subsuelo,  se ha visto también severamente afectada por efectos nocivos de contaminación y por la sobreexplotación de estos cuerpos de agua, que frecuentemente nos enteramos han ido desapareciendo, en distintas regiones del planeta y México en este sentido no es lamentablemente la excepción. El agua que se obtiene del subsuelo, también ha disminuido sus aportaciones volumétricas, obligando a realizar perforaciones a mayores niveles de profundidad. La extracción del agua del subsuelo además, afecta la estabilidad de ciertas capas geológicas sobre las cuales se asientan algunas  construcciones urbanas, como es el caso de zonas importantes de la capital de la República Mexicana, ubicada sobre lo que fueran en tiempos prehispánicos, cinco grandes lagos. Contribuye de manera negativa a lo anterior, la desaparición de áreas boscosas al interior de las ciudades y sus alrededores, disminuyendo con ello las captaciones y aportaciones del vital líquido, que terminan finalmente por constituir justamente los mantos freáticos, que están en los subsuelo de las ciudades.

Muchas áreas urbanas en el mundo, han dado severas muestras de falta de agua, agravándose esta circunstancia al paso de los años. Las ciudades tienen sed, afectando a millones de sus pobladores, que o no tienen agua potable o se ven obligados a beber agua muchas veces contaminada, con las consecuencias negativas en materia de salud pública. Con los desequilibrios ecológicos se han alterado los ciclos naturales de las lluvias, generando prolongadas sequías que han terminado por provocar cada vez mas incendios forestales, arrasando millones de hectáreas de bosques, afectando grandes extensiones de zonas que justamente se constituyen como captadoras  pluviales,  poniendo en riesgo además, la vida y las propiedades de numerosas zonas habitadas. Contradictoriamente también, en ocasiones grandes cantidades de lluvias, antes llamadas inusuales, cuando aparecen inundan las ciudades, con graves consecuencias para las mismas.

 Planta de tratamiento Atotonilco, México

Todo lo anterior ha sido ampliamente medido y documentado, hace por lo menos cincuenta años y las acciones emprendidas para resolverlo, siguen siendo hasta ahora limitadas, tímidas, miopes, arrogantes y egoístas. Sabemos con bastante precisión lo hay que hacer, la ciencia ha avanzado mucho en las aplicaciones tecnológicas necesarias para enfrentar este terrible problema. Pero ahora el tiempo se acaba. Los márgenes disponibles en cuanto a errores de desarrollo urbano son ahora muy reducidos. Sin voluntad política y social, lo anterior no podrá ser resuelto. Requerimos limitar y distribuir de mejor manera el crecimiento poblacional en todo el planeta. Evitar en las ciudades los crecimientos urbanos extensos y horizontales, procurando en la medida de lo posible, la instrumentación de densidades construidas, medias, razonables, preservando como resultado de lo anterior, las zonas boscosas periféricas a las ciudades, para mejorar las recargas acuíferas, así como contar con mas zonas verdes, al interior de las propias ciudades, mejorando con ello además las calidades del aire respirable. Los estudiosos de las ciudades plantean, que se deben contar con al menos, entre 12 y 16 metros cuadrados de espacio verde por habitante. La ciudad de México, cuenta apenas con alrededor de 6 m2 de espacio verde por habitante. Se requiere entonces, incentivar diversos e importantes programas de reforestación. En otro sentido, las redes de infraestructura de agua potable y drenaje en las ciudades, deben contar con un adecuado mantenimiento y realizar las mejoras y reposiciones necesarias, para evitar fugas y desperdicios. Adicionalmente se debe limitar el uso de los automóviles e incentivar el transporte público poco contaminante, el uso de la bicicleta y que las gentes caminen sus ciudades.

Apelando al desarrollo de la tecnología que ha avanzado mucho en los últimos años y lo sigue haciendo de manera vertiginosa, con posibilidades cada vez mas económicas, eficientes y rentables, hay que apostar por la reutilización total del agua potable, que se convierte con su uso en aguas residuales,  instrumentando ciclos cerrados en el aprovechamiento del agua. Se trata en primera instancia de llevar agua potable a las ciudades, desde las fuentes naturales de abastecimiento y una vez usada, llevarla a plantas de tratamiento, que con distintos niveles, se pueda volver a usar  de distintas maneras, entendiendo que las aguas residuales son necesariamente un bien y no un desperdicio. Es importante llegar a convertir las aguas residuales en agua potable, para ser usada una y otra vez, como parte de un ciclo cerrado,  reponiendo en las redes de distribución, solo la cantidad que se pueda perder por evaporaciones o pérdidas producidas por las fallas en las tuberías de conducción. Esto hoy en día es perfectamente factible y cada vez es más económico el realizarlo, dada la evolución de la tecnología. Por este mismo camino, del tratamiento y reutilización de aguas residuales, es necesario realimentar los cuerpos de agua, que se han visto afectados en sus volúmenes disponibles; hablamos de ríos, lagos,  lagunas y presas.

 

Planta potabilizadora de agua de mar en Israel

Pueden construirse desde grandes plantas de tratamiento, que manejen los cuantiosos volúmenes de aguas residuales, que resultan de la operación del conjunto de las ciudades, hasta distintas plantas que a otra escala, se ubiquen estratégicamente a manera de acupuntura urbana, en distintas zonas de las ciudades, formando cuerpos de agua, que constituyan parte importante de parques públicos, que contribuyen de manera importante a restituir los equilibrios ambientales. Esto último se ha hecho y probado con éxito, en numerosas experiencias paisajísticas en distintas ciudades del mundo, incluyendo algunas en nuestro país. En las ciudades costeras, se puede potabilizar el agua de mar, procedimiento que también cada vez es mas eficiente y rentable. Se podrían instrumentar adicionalmente ductos de agua potable, para alimentar otras ciudades, cercanas o no a las costas. Sin embargo, para esta tecnología es importante considerar el adecuado manejo de los residuos salinos que resultan de la aplicación de la misma, para no generar desequilibrios ecológicos en las aguas marinas y en los entornos en tierra, cercanos a la ubicación de estas plantas potabilizadoras.

Como parte esencial del conjunto de todo lo anterior, es fundamental que las fuentes de abastecimiento de energía en las ciudades, eviten lo mas pronto posible, la utilización de energías contaminantes, no renovables, como el petróleo y el carbón, para limitar y regular el calentamiento global. Se deben incentivar las energías provenientes del sol, del aire y la utilización del hidrógeno. Las experiencias en este sentido, han dado muestras razonables de sus aportaciones ambientales positivas. Sin embargo, es importante también considerar la idea, de que toda acción que emprendamos para producir energía, afecta a la naturaleza, pero en este sentido las energías renovables, contribuyen en menor medida al calentamiento global. En este orden de cosas es fundamental apoyar la investigación científica para buscar nuevas fuentes de energía no contaminantes y estudiar las mejores maneras de restablecer los equilibrios ecológicos del desarrollo de las ciudades con la naturaleza.   La educación de las poblaciones en las ciudades, incluyendo sus distintas estructuras sociales, en sus diferentes niveles educativos, debe formar parte esencial de los planteamientos y soluciones anteriores. Educación que debe implicar desde la consideración básica del cuidado mismo del agua, hasta incentivar consumos razonables por persona, evitando desperdicios y despilfarros. Según los estudiosos en el tema, se deberían consumir  alrededor de 150 litros diarios de agua por persona, eso sería razonable. En la ciudad de México se consumen 350 litros diarios de agua potable por persona y se pierden muchos más por fallas y roturas en las líneas de distribución de esta agua.

 

Parque Tezozómoc, Atzcapotzalco ciudad de México, proyecto  GDU.

La sed que hoy padecemos en nuestras ciudades, es una muestra palpable de nuestra irracionalidad como seres humanos. De todos y cada uno de nosotros depende revertir esta preocupante situación. Sabemos lo que debemos hacer, contamos con la información y la tecnología para hacerlo; además hay que tener en cuenta, que siempre lo más caro, con todo lo que ello implica en términos negativos para la vida, es no contar con agua potable.

 

 

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