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28 octubre, 2024
por Pablo Lazo
Casa Martínez
Alberto Ponis ha fallecido a los 91 años. El último número de Croquis llegó tarde como reconocimiento a un personaje muy reservado, alejado de los foros que comúnmente seducen a los arquitectos. El ejemplar deja en evidencia una obra pequeña en cantidad, pero de alta manufactura. Sus casas en la zona de Palau, en Sicilia, refuerzan la idea planteada por Juhani Pallasma: “en la exploración creativa, las acciones de la mano, el ojo y la mente se funden en un proceso singular de exploración semiinconsciente… Aquí, la atención del arquitecto se desplaza de la planta a la sección, de un lado a otro.” [1]
La gran mayoría de las obras de Ponis son de aquel proceso de diseño aliado de la estructura, forma y tectónica que proviene de esa búsqueda instaurada por el crítico e historiador Sigfried Giedion hace un siglo. Hasta cierto punto inalcanzable, esta actitud de fusionar en la arquitectura el paisaje y el no paisaje deslumbra en la actualidad. En particular, en momentos en que la arquitectura se preocupa más en mirarse al espejo y buscar justificaciones con cierto compromiso social en donde poco puede aportar mientras no se deconstruya en su aprendizaje y pedagogías en las que está anclada desde hace varias décadas.
En este sentido, la obra de Ponis y su personalidad frugal demuestran una arquitectura en donde la diferencia y repetición de soluciones generan propuestas audaces y bruscas con el paisaje y, al mismo tiempo, sigilosas con el ojo del visitante para descubrirlas a su paso. En su natal Sicilia, es probablemente la única forma de hacer arquitectura. Ponis lo puso en práctica desde el proyecto para la Casa Scalesciani. Las formas son imaginativas en su geometría y acomodo con el peñasco, pero cada parte de la casa es diferente —aunque se reconoce un vocabulario familiar y de semejanza absoluta—. Casi todas sus casas están ancladas una roca o piedra en particular como punto de inicio en su tectónica.
Tuve la oportunidad de conocer su obra a través de un amigo en Londres, Ted Cullinan, a quien Ponis conoció durante su pasantía en el estudio de Denys Lasdun en la misma ciudad durante la década de los 50. Ted lo llamaba “el arquitecto de la roca siciliana”, en clara alusión a que sus construcciones siempre incursionaron en la tectónica de la piedra.
Pero, en realidad, la obra de Ponis también es precursora, por casi cuatro décadas, de la escuela de los pliegues en arquitectura, tan puesta de moda por arquitectos en los 90 mediante interpretaciones literales de la obra y pensamiento de Gilles Delleuze y Félix Guattari. [2] Los proyectos de Ponis, como la Casa Martínez (1970) y la casa Casa Scalesciani (1977), fueron procesos de diseño en donde los incidentes de la “roca” generan accidentes positivos de morfogénesis para crear estructuras fusionadas con el paisaje de la piedra; siempre en búsqueda de una construcción correcta en palabras mismas de Ponis.
Como decía Cullinan: “sólo al visitar las casas es que te percatas que todo el proyecto está basado en las piedras del paisaje y un antropomorfismo vinculado al sitio”. Cada casa de Ponis es de difícil acceso, nunca se puede llegar a ellas en auto, sólo a pie. Si se revisa su obra en conjunto, también se vislumbra un proceso de pensamiento parecido al de Friedrich Nietzsche, en donde se percibe un juego entre el temperamento y el gusto en el acto de proyectar. Demasiado libre de justificaciones para la época actual, quizá también por eso sólo hasta ahora la obra de Ponis adquiere la difusión que merece.
Notas
[1] Juhani Pallasmaa, The Thinking Hand — Existential and Embodied Wisdom in Architecture, Wiley, 2009, p 71.
[2] Gilles Deleuze y Félix Guattari, A Thousand Plateaus: Capitalism and Schizophrenia; University of Minnesota Press, 1980
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