Back and to the left; ALPRO: la Alianza para el Progreso.
“A nuestras repúblicas hermanas al sur de nuestra frontera, les ofrecemos una promesa especial: -convertir nuestras buenas palabras en buenas [...]
22 octubre, 2024
por Erik Carranza L. | Twitter: SA_Anonima | Instagram: SA_Anonima | linktr.ee: Anonima_arquitectura
Trazado de la Colonia Jardín Balbuena en los antiguos terrenos del Aeródromo de Balbuena y antiguo Aeropuerto Militar, recuperada del Acervo Aerofotográfico de ICA (CIA. Mexicana Aerofoto, S.A.).
Todo se lo debo a la Jardín Balbuena (mi manager) y a la Virgen de Guadalupe
Parafraseando a Raúl El Ratón Macías
Diría que todo empezó por Eugéne Adrien Roland Georges Garros, quien fue el primer piloto en cruzar el Mar Mediterráneo sin escalas, y que formó parte del escuadrón francés en la Primera Guerra Mundial cayendo en combate en 1918. El estadio y el torneo de tenis en llevan su nombre en honor a las hazañas realizadas en la aviación. Esta es la primera aproximación de la colonia Jardín Balbuena con el deporte, cuando Roland Garros estableció un récord de altura en su aeronave Bleriot al volar en los antiguos llanos de Balbuena. Después de ese capítulo de la aviación vendría el Casino Obrero, hoy Deportivo Venustiano Carranza, de Juan Segura (1929), que junto con espacios recreativos, gimnasio, biblioteca, teatro al aire libre, cine, alberca, guardería infantil, unidad médica, jardines, pistas y campos deportivos (algunas edificaciones siguen en pie) detonarían con el paso del tiempo esta historia deportiva. Lo demás es consolidación de una colonia diseñada por los arquitectos Félix Sánchez, Raúl Izquierdo, A. Sánchez Tagle, Juan Becerra y Manuel Bernal, bajo la dirección del Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas (BNHUOP).
Pero esa historia deportiva, para mí, posiblemente empieza con un anécdota, no con los recuerdos que uno lee en libros especializados. Esta anécdota (que se repitió en varias ocasiones) es la de una plática con un personaje entre los 12 y los 17 años de edad en la plaza donde se encontraban el cuarto de bombeo de la Unidad Habitacional donde vivía, la Corazones de Manzana y que era el espacio articulador entre los que vivíamos en los departamentos de esa unidad habitacional y los que vivían en casa propia, en el retorno no. 5 de Lázaro Pavia, una plaza como el espacio de unión entre la vivienda unifamiliar y la plurifamiliar.
Plaza con las tradicionales bancas, arriates y jardineras de concreto que eran el espacio deportivo de los fines de semana para jugar a lo único que sabíamos jugar constantemente en esa época: al futbol (después llegaría la patineta); la primera vez que se nos acercó este personaje, yo fui el receptor de sus palabras, estaba jugando de portero en un encuentro entre los que vivíamos del lado poniente de la unidad contra los del lado oriente. Lo vi de reojo, estaba muy atento a lo que sucedía en el partido y en una pausa, de esas que se dan cuando el balón se va muy lejos y el portero no tiene que ir por este porque no tuvo incidencia en la jugada, me dijo, “te prometo que voy a mandar a construir unas canchas para que puedan jugar al fútbol como se debe, sin obstáculos —en referencia a los postes, jardineras y animales de concreto, en especial una tortuga que con el paso del tiempo fue perdiendo su caparazón de concreto a base de martillazos del equipo contrario— para que puedan potencializar su talento”.
En ese momento tomé las palabras como una doble promesa que sabía que no iba a llegar, la de la construcción de las canchas y la de detonar mi talento como futbolista. No puedo mentir, yo era bueno, pero no como para dedicarme al futbol profesional. Con el paso del tiempo todos los fines de semana, y entre semana cuando eran vacaciones de invierno, semana santa o verano se repitió esta escena con otros de mis amigos. Veíamos a este personaje, vestido en ese momento para nosotros muy elegante, con guayabera, pantalones de vestir, zapatos bien boleados, bigote y de baja estatura, que justificaba su sobrenombre, sosteniendo siempre un periódico deportivo en sus manos y repitiendo esas palabras. Esta anécdota terminó en la conversación del desayuno de los domingos en donde mi familia acostumbraba a ir a desayunar, ya sea en el Vips del Retorno núm. 2 de Fray Servando Teresa de Mier o en el Sanborns cruzando la avenida (junto al gran centro cívico que conformaba en su momento la Delegación Venustiano Carranza).
Le conté a mis padres sobre esto y a lo lejos vi al personaje, lo señalé y mi padre, muy sonriente (casi con un sarcasmo por la ignorancia de no saber yo quien era), me dijo: “ese personaje al que tú te refieres es una leyenda, es Raúl El Ratón Macías”, a lo cual se soltó toda una plática sobre su carrera: boxeador mexicano; campeón mundial de peso gallo de la Asociación Mundial de Boxeo y medallista olímpico de bronce en los Juegos Panamericanos de 1951 y en los VI Juegos Centroamericanos y del Caribe; con 43 combates totales (41 de las cuales 25 fueron vía knockout) y 2 derrotas, 1 también por la misma vía; los 24 años de edad se retiró ante 17 mil espectadores en la Arena México (confirmo, en ese lejano 1990, ese nivel de trayectoria era para una leyenda).
Con el paso del tiempo fueron mayores los encuentros por las calles de la colonia o en los desayunos del domingo y con esa referencia me veía obligado a que cada vez que me lo encontraba lo saludaba con una reverencia con la cabeza y un buenas tardes que significaba que yo sabía quién era él: iba a tomar café y a leer su periódico deportivo por las tardes y vivía en una casa (bien diseñada por cierto, algo de la arquitectura rescatable de la colonia de la cual no he podido encontrar información) muy cerca de donde jugábamos. La última vez que lo salude fue en un restaurante que puso sobre Francisco del Paso y Troncoso al que asistíamos a ver las peleas de Julio César Chávez en aquella época.
Todo esto lo cuento porque siempre ha estado presente esta pregunta de ¿cómo tomé la decisión de estudiar arquitectura cuando estaba rodeado de tanto deporte? O, mejor dicho, ¿cómo la colonia Jardín Balbuena, con el paso de Rolando Garros, Juan Segura o Raúl El Ratón Macías, conformó mi pensamiento urbano-arquitectónico y su vínculo deportivo? Y creo que con esta pequeña anécdota y recuerdo de mis breves acercamientos con El Ratón, esa referencia-reverencia empieza a establecer una claridad entre esta vinculación entre la ciudad, el cuerpo y el deporte urbano, y la manera en que moldeó mi visión sobre esta trilogía.
En esta vinculación siempre ha rondado el apellido Sánchez en el común de los que habitamos y habitábamos en la Jardín Balbuena. El primero, el más conocido, el futbolista por sus logros a nivel profesional y el segundo, el detonador de que sucedieran tantas prácticas espaciales a nivel de deporte, cultura, música, arquitectura y diseño gráfico en la colonia.
Sánchez, Hugo
Imaginemos ahora que tienes como vecino a Hugo Sánchez Márquez, Hugol, El Pentapichichi, El Niño de Oro, o simplemente Hugo, el mejor futbolista mexicano de la historia al cual podemos poner al mismo nivel hoy en día que a Cristiano Ronaldo o Lionel Messi. Sé que la historia del futbol mexicano no lo ha tratado con el respeto y valor que se merece, pero ese es un tema solo deportivo a discutir, lo que me interesa es entender cómo la colonia Jardín Balbuena, desde su traza, detonó un nivel de jugador con las características de Hugo Sánchez. Nacido el 11 de julio de 1958, hijo de Héctor Sánchez, también futbolista (Club Atlante y Club Asturias) y mecánico automotriz de profesión, hermano de Héctor, Horacio (también futbolistas) e Hilda (voleibolista), vivió la mayor parte de su infancia en la colonia Jardín Balbuena (en la calle o algún retorno de Genaro García), en una casa de dos niveles con un patio frontal y área para estacionamiento, ventanales a media altura en la planta baja y de piso a techo en la planta alta con un cerramiento superior como pretil para la azotea: una casa como muchas otras de la colonia, nada fuera de lo común, diría yo, con más construcción que arquitectura.
Cursó su educación básica en la escuela primaria Estados Unidos de América que se encuentra dentro de la Unidad Habitacional John F. Kennedy, diseñada por Mario Pani y Agustín Landa. De ahí donde estudiaba a su casa no se hacen más de 15 minutos caminando, pero sí pasa por una serie de parques, plazas, áreas verdes y deportivas que le permitían empezar a practicar futbol, además de las serie de cerradas, retornos, andadores peatonales y bolsas de estacionamiento que conectaban con las áreas verdes de toda la colonia, lo que facilitaba el juego en muchas de sus calles, ese juego callejero que se da con la imaginación con un par de piedras como portería y con una extensión mental que te da a pensar que estas en un gran estadio. La traza de la colonia, como un facilitador de la vida pública de un niño, que por referencia de su padre empezó a practicar un deporte, el futbol.
Sánchez, Felix (sin olvidar a Raúl Izquierdo, A. Sánchez Tagle, Juan Becerra y Manuel Bernal)
Felix Sánchez Baylon nació en Chihuahua en 1915, y a la edad de 23 años entró a la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM, graduándose con mención honorífica en 1942. Ocupó, entre muchos otros puestos, el de Jefe del Departamento de Estudios de Proyectos del Banco Nacional Hipotecario, donde desarrolló, antes de la traza de la Jardín Balbuena, conjuntos de vivienda como las unidades Modelo, Insurgentes, Barrientos, Tlalnepantla y Unidad Esperanza.
Con un proceso de investigación y diseño que duró aproximadamente tres años, de 1949 a 1952 (cuando iniciaron las obras de construcción) a la edad de 37 años, Félix Sánchez, junto con Raúl Izquierdo, A. Sánchez Tagle, Juan Becerra y Manuel Bernal desarrollaron una propuesta para la colonia Jardín Balbuena en 250 hectáreas, para 42 mil habitantes (8,400 familias) con una densidad calculada en 200 habitantes por hectárea, dividida en 17 súper manzanas autosuficientes (con servicios, jardines, comercios y escuelas de nivel básico), con vivienda unifamiliar en lotes particulares y edificios de departamentos que en un inicio eran de 10 niveles y que tuvieron que ver una reducción en su altura entre 4 y 6 niveles por temas de mecánica de suelos, más un centro cívico que estaría muy cerca del Parque Balbuena (hoy subdividido por la avenida Fray Servando Teresa de Mier, por el Jardín Chiapas y el Parque de los Periodistas Ilustres) que desarrollarían después Juan José Díaz Infante, Enrique de la Mora y Eduard Echeverría entre 1973 y 1975, con el edificio sede de la hoy alcaldía Venustiano Carranza, más el edifico de servicios para correos, fiscalía, juzgados, registro civil, ministerio público (hoy en día ese edificio se encuentra por completo deteriorado por los asentamientos irregulares del terreno, la falta o la falla de las juntas constructivas y el nulo mantenimiento que perdió la totalidad de la celosía de barro que tenía casi 135 metros de longitud), cine, un DIF y a una cuadra de ese centro cívico la Parroquia de Nuestra Señora Aparecida de Brasil.
El trazo de la colonia se distingue por sus vialidades, que se clasifican en tres: vialidades primarias, vialidades secundarías y vialidades peatonales que permitía la generación de retornos y andadores para una movilidad peatonal a lo largo de toda la colonia que hoy ha dejado de existir por temas de inseguridad donde los vecinos han optado por cerrar esos componentes mediante enrejados, cortando toda la continuidad y conectividad en la colonia.
Destaca:
1. El trazo en “S” de la calle de Genaro García, el gesto formal que conecta al norte con la calle de Cecilio Robelo con la manzana no. 2, 3 y 4, con dirección hacia la colonia Moctezuma y al sur, con el remate de la manzana 17 y la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhiuca, que termina junto a lo que hoy es el antiguo Velódromo Olímpico para las olimpiadas de 1968 diseñado por los arquitectos Jorge, Ignacio y Andrés Escalante y Legarreta junto con el diseño de pista de Herbert Schurmann (otra referencia deportiva más para la colonia) y de ahí a la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhiuca en la Alcaldía Iztacalco, gestionada por el cómico Jesús Martínez Palillo como alternativa por un lado a la Ciudad de los Deportes sobre avenida Insurgentes y como afrenta al “regente de hierro” o al “dictador de las calles”, Ernesto P. Uruchurtu, y al presidente Ruiz Cortines, esa Ciudad Deportiva fue la materialización de un deseo ciudadano, como menciona José Antonio García Ayala.
De poniente a oriente:
2. La calle de Cecilio Robelo, calle paralela a la Calzada Ignacio Zaragoza. Inicia en el Eje 2 Oriente Eduardo Molina a cuatro cuadras del Mercado de la Merced de Enrique del Moral (1957), en el hoy Deportivo Venustiano Carranza y remata con una bolsa de estacionamiento y la Plaza Cívica de Cecilio Robelo en el Centro Urbano Jardín Balbuena, Unidad 3, junto a la Escuela Primaria Estado de Israel. En esa unidad vivían mis abuelos maternos y me cuenta mi padre que el recuerda una estela que conmemora el tema del Aeródromo de la Balbuena hoy al parecer demolida.
3. La Avenida del Taller que inicia también en el Eje 2 Oriente Eduardo Molina (parte del antiguo Albarradon de Nezahualcóyotl, donde se separaban las aguas dulces de las aguas saladas del oriente) junto al Deportivo Lázaro Cárdenas rematando con el Parque Galindo y Villa que se conforma por el espacio de área verde residual conformado por el Circuito Interior que a esa altura lleva el mismo nombre del parque, Jesús G. y Villa.
De norte a sur:
4. La calle de Lázaro Pavia, que inicia al norte entre el Deportivo Venustiano Carranza y el bloque 1 de la Unidad Habitacional John F. Kennedy, cruzando por Fray Servando Teresa de Mier hasta el extremo sur en Av. del Taller, junto a la Escuela Primaria Luis Cabrera, que se convierte en la calle de Aconchi que remata con la de Agiabampo. Toca la parte posterior del centro cívico con un ¿¿¡¡sanborns!!??, el Centro Cultural Venustiano Carranza (antes Cine Venustiano Carranza, uno de los pocos cines de gran formato que quedan en la ciudad), DIF, Centro de Maestros Ermilio Abreu Gómez, Cruz Roja y un avión McDonnell Douglas DC9-14 de Aerocaribe que desde octubre de 2005 está en la explanada de la alcaldía y funciona como la Biblioteca Virtual Tlatoani para que no se nos olvide que ahí estuvo el primer Aeródromo de la Ciudad de México.
5. La calle de Nicolás León que corre paralela a Francisco del Paso y Troncoso y acompañando a todo lo largo a la Unidad Habitacional John F. Kennedy, inicia al norte con Fray Servando Teresa de Mier, exactamente donde está el JFK skatepark en el bajo puente y remata en Av. del Taller.
6. La diagonal de Fernando Iglesias Calderón que va de sur-poniente a nororiente desde el Eje 3 Sur (Av. Morelos) dividiendo a la primera parte de la Ciudad Deportiva Magdalena Mixiuhca hasta la Av. Fray Servando Teresa de Mier rematando con la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús y San Felipe Neri. En su corte con la Ciudad Deportiva divide al poniente al Estadio de Beisbol Fray Nano donde jugaban antiguamente los Diablos Rojos del México antes de su mudanza al Estadio Alfredo Harp Helu ya en la Alcaldía Iztacalco, diseñado por FGP Atelier (Francisco Gonzalez Pulido) y Taller ADG (Alonso de Garay) y del lado oriente una fuente seca que dio origen al skatepark de La Fuente (y la historia del skateboarding en la ciudad de la cual ya he hablado en otras ocasiones) junto con otras áreas deportivas.
La traza del pentapichichi dió origen a grandes deportistas como los futbolistas Enrique Borja y Raúl Jiménez, luchadores profesionales como los Hermanos Dinamita, Carmelo Reyes González Cien Caras y sus hermanos Máscara Año 2000 y Universo 2000 y Ray Mendoza, José Díaz Velazqueña y sus hijos, “Los Villanos”, además de grandes músicos como Armando Vega Gil, de Botellita de Jérez, Sergio Meza de Neón, Austin TV, Las Ultrasónicas, los Camiches, entre muchos otros más, pero esa historia, la de la música y la del diseño gráfico, tiene más que ver con los trabajadores de las Artes Gráficas y sus familiares dentro de la Unidad Habitacional John F. Kennedy, para quienes fue construida.
A los Sánchez, a Raúl El Ratón Macías y a todos esos antiguos amigos y vecinos con los que me tocó compartir infancia y futbol en los corazones de manzana.
Este texto forma parte del proyecto de investigación de “Ciudad, cuerpo y deporte urbano” del Sistema Nacional de Creadores de Arte en Arquitectura (diseño arquitectónico).
“A nuestras repúblicas hermanas al sur de nuestra frontera, les ofrecemos una promesa especial: -convertir nuestras buenas palabras en buenas [...]
Este viernes 4 de octubre se celebra una vez más la fiesta de San Francisco de Asís en Tepito. Para [...]