28 mayo, 2012
por Arquine
La relación entre ciudad y naturaleza ha dado lugar a multitud de ejemplos de espacio público, producto de la complejidad de trasladar de una forma literal los modelos naturales para un uso ciudadano, o de la contradicción patente entre dichos usos urbanos y los espacios o imágenes naturales que se quieren preservar.
Enric Batlle
por Juan José Kochen / @kochenjj
Las grandes ciudades se han organizado de tal modo que se pueda ir a un parque y encontrarse con un campo en miniatura, pero en el campo no se encuentran espacios similares al de una ciudad a escala. Esta dualidad entre campo y ciudad ha sido motivo de discusión sobre la importancia de configurar espacios públicos con este tipo de condiciones. Además de generar conexiones con la naturaleza, los espacios verdes –que van más allá de un jardín o un parque– generan nociones de tiempo y vínculos interpersonales en la medida en que se elaboran desde una pequeña ruptura con lo cotidiano. Esta ruptura se realiza desde experiencias cercanas a la condición pública del espacio, al imbricarse con una de las formas en que desde lo urbano se imagina la naturaleza: lo arbolado, lo verde.
Se fundó hace 26 años pero su vegetación cuenta una reciente historia botánica, arquitectónica y artística. A lo largo de 10 hectáreas, el Jardín Botánico de Culiacán se ha transformado en un espacio cultural, científico, museográfico y de convivencia; un híbrido que rescata una condición distinta de espacio público dentro de la ciudad. Inmerso en la capital sinaloense, este jardín se erige como una pequeña Ciudad Jardín y espacio vivo que posee una de las colecciones botánicas más importantes del mundo.
En sintonía con el proceso de conservación de su fundador, Carlos Murillo, el proyecto de rehabilitación –desde hace seis años– comenzó con la configuración de un plan maestro a cargo de Tatiana Bilbao, el diseño de paisaje por el Taller de Operaciones Ambientales (TOA) y la convocatoria a distintos artistas para intervenir el sitio, con la curaduría de Patrick Charpenel. El proyecto contempla 15 pequeños edificios o sutiles intervenciones, así como 35 obras de arte contemporáneo que se vuelven parte de la diversidad morfológica del jardín.
El complejo más reciente es el área educativa, formado por tres edificios aislados destinados para talleres, aulas, un auditorio para 100 personas y sanitarios. Esta ‘zona’ del jardín cuenta con tres de las 35 piezas y además integra un auditorio abierto para 70 personas dividido por tres muros segmentados que envuelven el espacio del foro. Esta sección es parte del plan maestro de rehabilitación basado en una serie de patrones geométricos, inspirada en un árbol (Huanacaxtle) del jardín. El trazo de sus ramas es la abstracción resultante con la traza existente del jardín botánico, al establecer jerarquías en los caminos a modo de ‘capas’ de distintos tamaños y materiales, y cortando o moviendo ramas para hacerlas coincidir con los senderos existentes.
Sobre esta traza, los edificios emergen como rocas o injertos de las mismas palmeras, cuyos troncos se disuelven con el mismo color y textura del concreto aparente. Además del área educativa, el programa incluye dos pequeños edificios que forman el acceso principal –oficinas, taquilla, tienda y baños–; otros dos en el acceso sur –tienda, cafetería y baños–; un conjunto de tres que forma la zona cultural –área de exposiciones, taller de alfarería y biblioteca–; y un invernadero que alberga especies singulares. Una serie de estanques ayuda a contrarrestar el clima extremo, cada cuerpo de agua fue diseñado según su uso y emplazamiento, de ahí que algunos cuenten con plantas acuáticas y peces de un mismo tratado de botánica.
En Futuro Primitivo, Sou Fujimoto escribe que “la transformación artificial de la naturaleza es seguida por la negociación de su condición. Es por eso que un jardín es el estado inicial de la arquitectura. En un jardín, todo lo que queda es indeterminado. Persisten innumerables interacciones que superan nuestra facultad de comprensión, cada una de ellos espectacular y totalmente ambigua en su totalidad. Arquitectura y jardín se sobreponen”.
De esta forma, el proyecto concilia arte y arquitectura dentro de un marco endémico donde senderos a modo de ‘capas’ de distintos tamaños y materiales surcan caminos que se bifurcan hacia intervenciones arquitectónicas, artísticas y botánicas. En conjunto, el jardín se vuelve un instrumento ideal para regenerar la ciudad, pero sobre todo, es una oportunidad para recuperar una colectividad fracturada con sentido de espacio público y su experiencia sensorial de intercambio y alteridad.
Área educativa
Auditorio
Piezas e instalaciones de arte contemporáneo
Go 4 no borders (2002). Gabriel Orozco
Plataforma elevada con plan extraterrestre (2008-2011). Sofía Táboas
White Quartz Ellipse (2000). Richard Long
Finale (2009-2010). Fernardo Ortega
Cruce de caminos (2003). Marcos Ramírez Erre
Sin título (2006). Teresa Margolles
Game Over (2011). Francis Alÿs
Sin título (2008). Allora y Calzadilla
The Flower Archway (2005). Olafur Eliasson
Estrella rota (2007). Pablo Vargas Lugo
Karlan (2005). Yvonne Domenge
Círculo blanco (2003). Kiyoto Ota Okuzawa
Concave / Convex Hedge Folly (2005). Dan Graham
Caprichos (2004). Valeska Soares
Sin título (2011). Marco Rountree
Fotos: Colección Isabel y Agustín Coppel (Fundación CIAC) / Francisco Kochen
Fotos aéreas: 1 y 2 Cortesía Jardín Botánico de Culiacán