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Columnas

La cueva civilizada de Carlos Lazo

La cueva civilizada de Carlos Lazo

18 agosto, 2017
por Yolanda Bravo Saldaña

Este texto se publicó en el número 39 de la Revista Arquine, primavera del 2007 | #Arquine20Años

La obra de Carlos Lazo Barreiro (1914-1955) resulta poco conocida, entre otras razones, porque en su trayectoria predomina su labor de funcionario público, en especial como primer ministro (1952-1955) de la entonces Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (SCOP).

Como arquitecto, Lazo, dice: “me esfuerzo en realizar una obra […] de acuerdo con nuestro medio. Procuro expresar en ella mis observaciones e intuiciones del paisaje físico, humano y cultural de México. Todo esto con un sentido práctico y social.” Éste, hace referencia a su idea de que los individualismos queden atrás para dar paso a obras colectivas. A Lazo le interesa la búsqueda estética. Sin embargo, es consciente de que es en la función y en su vínculo con el entorno donde la obra se afirma: “La arquitectura moderna es ante todo la reconquista de las alegrías esenciales. Hay que volver a tener sol. Hay que volver a lo verde. Hay que tener aire […] una vuelta a la naturaleza sin el buen salvaje. Sin proponernos transformar moralmente al hombre moderno […] habrá que hacerlo vivir una vida hermosa y saludable.”

 

La cueva civilizada

Anatxu Zabalbescoa dice que “la casa de un familiar o de un conocido puede servirle a un arquitecto para poder dar rienda suelta a sus propias ideas entorno a la manipulación del espacio, los métodos constructivos o la utilización de nuevos materiales. La historia de la vivienda moderna […] coincide también con la representación de un manifiesto, con la materialización de un ideal.” En México, algunos ejemplos de “casa manifiesto” son la de Luis Barragán o la desaparecida casa de Juan O’Gorman en El Pedregal. Son obras que expresan un ideario, sin los condicionamientos y exigencias de un cliente.

La “casa-manifiesto” proyectada por Lazo en la calle de Sierra Leona 374, en Lomas de Chapultepec, es ejemplo de una tipología desarrollada por él a la que llamó “cueva civilizada”. Además de la de Sierra Leona, están las células de habitación mínima, realizadas en Belén de las Flores (hoy delegación Miguel Hidalgo), algunas residencias y su propia casa en Mozimba, Guerrero.

Entre las ventajas de estas cuevas civilizadas, Lazo menciona que “son más rígidas debido a la construcción abovedada […] más habitables; prácticamente no se pierde espacio teniéndolo con amplitud […] absorben menor cantidad de material y tiempo en la construcción”. Y añade que este tipo de arquitectura “reúne las tres alegrías esenciales que uno de los genios actuales de la arquitectura [Frank Lloyd Wright] señaló como ineluctables: espacio, verde y sol.”

La casa de Sierra Leona, proyectada para la familia Palacios de la Lama, resulta una obra sui generis dentro de la historia de la arquitectura mexicana del siglo XX. Sus características reflejan ciertos conceptos de la arquitectura organicista. Sin embargo, también remiten a la religiosidad de Lazo; una religiosidad vinculada a la ciencia.

Desde niño, Lazo abrevó en una religión impregnada de un espíritu científico. Desde la primaria, la enseñanzas froebelianas lo alentaron a ver más allá del dogma católico; esto, aunado a sus lecturas de visionarios como Jules Verne y de científicos-religiosos como Pierre Teilhard de Chardin y Lecomte du Nouy. Creía en Dios fervientemente pero también en la ciencia pura, en la técnica que, a través de una evolución, llevaría al hombre a una existencia más plena y a una mejor convivencia con su entorno.

Las creencias religiosas de Lazo dispuestas en esta casa están presente en su búsqueda por hacer una arquitectura que comulgue con la naturaleza pero que, al mismo tiempo, contenga los adelantos de la tecnología, por ejemplo, el uso de materiales novedosos y telúricos, como la lava. También, su vínculo con la ciencia está presente en la misma planta de forma celular, así como en la existencia del invernadero, que pareciera funcionar no sólo como jardín interior sino como imagen del nacimiento.

Para comprender las cuevas civilizadas de Lazo hay que acercarse a la arquitectura organicista, tendencia que en México fue recibida con cierta frialdad, a excepción de O’Gorman en su segunda etapa. Los arquitectos seguían impactados por el funcionalismo y el mismo Lazo realizó obras vinculadas a ese movimiento, como el edificio para el Banco de México, en Veracruz.

Frank Lloyd Wright, uno de los máximos exponente del organicismo, buscó vincular la arquitectura con el paisaje, a través de las formas y de los materiales que empleaba. Para Wright, “orgánico significa intrínseco […] dondequiera que el todo sea a la parte lo que la parte es al todo, y donde la naturaleza de los materiales, la naturaleza del propósito, la naturaleza de todo lo realizado resulta evidente como una necesidad.” Lazo retoma varios de sus principios en sus cuevas, como la afinidad entre edificación y topografía.

Wright apoya el uso del vidrio, que es “aire en el aire, para guardar el aire dentro o dejarle afuera” y del acero, “delgado y fuerte como el hilo de una tela de araña, capaz de abarcar espacios extraordinarios”. En el caso de Sierra Leona, los dos materiales fueron dispuestos en el domo que cerraba el invernadero y que daba una sensación de continuidad con el exterior. “Por primera vez […] desaparecen, alegrémonos, las paredes pesadas, los derroches y las sobrecargas […] Varias formas geométricas, especialmente las circulares, llegan a ser más económicas”, dice Wright. En el caso de Sierra Leona, su planta es un círculo abierto.

Principio nueve del organicismo de Wright: “Los viejos o nuevos materiales tienen su propia y viviente manera de contribuir a la forma, carácter y calidad de todo edificio […]. Un edificio es organismo sólo si está de acuerdo su exterior con su interior y ambos con el carácter y naturaleza de su propósito, proceso, lugar y tiempo”. Así, para Wright ⎯y para Lazo⎯ la naturaleza no está peleada con los avances; no tiene que ser una cueva strictu sensu, sino una “civilizada” por los materiales y la tecnología.

La piedra, en este caso la lava del Pedregal, está presente en Sierra Leona en una celosía que divide el pasillo del invernadero. Para Wright: “la roca es el elemento básico de nuestro planeta. Es transformada continuamente por las fuerzas cósmicas, las que su vez son una forma de cambio”. Para Lazo, la lava es la piedra milenaria que lo conectaba con el cosmos, al encontrarse ésta en un lugar predestinado −el Pedregal y Ciudad Universitaria−, en un crucero de caminos, como él mismo lo diría.

El organicismo de la cueva permitiría a sus ojos que el hombre tenga una vida integral, donde el estrés es sustituido por valores atemporales: hombre y naturaleza, naturaleza y cosmos. Es el permanente asombro del espíritu humano ante los misterios del universo así como la paz percibida al saberse parte minúscula pero básica dentro de ese misterio. Si el horror provocado por la Segunda Guerra Mundial y la catástrofe de la bomba atómica afectaron profundamente a la generación de Lazo, al mismo tiempo, demostró que la misma ciencia que la creó podría ayudar al hombre.

Sierra Leona “está rodeada de flores y pasto por todas partes[…]. Los clientes […] están tan espantados con la belleza de su nueva casa, que han decidido no habitarla, y sólo la contemplan desde la enorme mansión […] que un arquitecto menos complicado les ha cometido enfrente de la cueva civilizada,” escribió un periodista de la época. En este sentido, la casa tenía fallas; por ejemplo, en el jardín interior no drenaba correctamente el agua y provocaba que los pasillos se inundaran; además, los insectos invadían las habitaciones. Por estas razones César Navari −hasta hace unos años dueño de la casa− contrató a Arturo Pani para que le hiciera modificaciones en los años setenta; transformaciones que rompieron por completo el concepto esencial de Lazo.

 

La cueva vista por Lazo y por otros

En un manuscrito de Lazo, se lee: “La sensación concisa [había escrito “cósmica” pero tachó esa palabra] de la caverna que tenemos da la sensación ancestral de haber ocupado […] una cueva lujosa. Defensa atómica y antiaérea actual/ patio mexicano evolucionado como cámara de compensación de la temperatura/ no arquitectura vs paisaje/ no arquitectura basada en fachadas sino en jardines […] Huir de la ciudad en la ciudad […] para vida familiar actual/ menos molestias, menos muebles, vida individual y colectiva en patio.”

Por su parte, Diego Rivera señaló que: “Con la sensibilidad retoñada, lejos de Gropius, sin ningún injerto sajowrightista, solo, con sus ideas de la caverna traspasó lo exterior y llegó hasta las vísceras; buscó y encontró composiciones de formas y espacios cavernarios, viscerales, que […] se tienden, reptan, se untan […]. Había que entibiar la caverna y aerear la víscera […]. Lazo compuso su arquitectura de la cueva civilizada y la tendió […] en los barrios pobres, junto al mar, en los acantilados, […] para que la gente viva más, sienta más, piense y goce más […]. Si aquel gigante usoniano devolvió al hombre el gozo y la posesión del torrente sobre las rocas […] por medio de la magia geométrica trinitaria de la piedra, el metal y el cristal, un mexicano esmirriado […] nos acaba de entregar una cantidad considerable de ternura y derecho a soñar dentro de la entraña misma de la Madre tierra en goce simultáneo de la luz y el calor del Padre sol […] sin cuya compañía el hombre se convierte en un superpitecantropo desterrado dentro de bodegas sin techo, por entre cuyos cajones inmensos y altísimos tiene que deambular como una rata […] Este mexicano ha encontrado la expresión exacta actual en tiempo y espacio; la casa paisaje-abrigo-caverna-jardín interior […] El concreto armado se aboveda como un seno ubérrimo de amante y madre para contener la piedra bellísima que nos da hogar para el fuego y celosía para la ternura, la madera que nos proporciona lo que hemos menester para reposar, yantar, beber y yacer en descanso y amor. Este mexicano […] quizá haya redescubierto la verdadera habitación humana fundamental, donde la tierra nos abriga y el sol alumbra y calienta, a través del cristal engastado en el metal, para vivir entre nuestros bellos hermanos vegetales y animales […]. Este mexicano, arquitecto, que se llama Carlos Lazo […] parece saber bien que la verdadera civilización es la armonía de los hombres con la tierra y de los hombres entre sí; y ha construido una casa a propósito para que esto se realice.”

Para Lorenzo Favela, “la realización de la teoría de la caverna lujosa tan largamente elaborada sobre el restirador no iba a ser patrocinada por el hombre de Neandherthal o de Cromagnon […]. Concebida esencialmente como un patio-jardín mexicano que invade la estancia, el bar y la sala de reunión […] es mucho más que una simple casa de tipo circular, pues no hay en ella nada de la mecanicidad de una solución estándar. En ella todo está impregnado […] de reminiscencias precortesianas y coloniales […]. De lo precortesiano hablan la piedra […], de lo colonial, el patio, algo del diseño de maderas y quizás la celosía, todo amalgamado […] con un perspicuo sentido actual. […] La combinación de texturas de los materiales: piedra, madera, concreto, hierro, cristal y alfombras está envuelta interior y exteriormente por la jardinería […] Huyendo de la arquitectura rutinaria Lazo ha encontrado en Sierra Leona la manera más arquitectónica de hacer arquitectura.”

También en el conjunto de viviendas para trabajadores de la SCOP, en Belén de la Flores, Lazo, siendo ya secretario, proyecta cuevas civilizadas. Según se lee en la Memoria oficial de la SCOP, “los sistemas constructivos comunes aplicados a la habitación popular, no han llegado a solucionar el problema económico base para su realización, ni aún en el caso de la estandarización de elementos, por lo que se ha intentado una solución: excavar un terreno adecuado evitándose así la estructura elemental.” Y añade: “El terreno propicio es el de una pendiente […] suficiente para alojar unidades de habitación acovachadas, provocándose escalonamientos que, a su vez, funcionan como circulaciones y patios de servicio para las mismas. En pocas palabras: el sistema constructivo se reduce a un préstamo de terracerías.”

En el caso de las Cuevas de Belén de las Flores, o células de habitación mínima, éstas constaban de una estancia amueblada, cocina, baño, patio de servicio y recámara. Se anulaban techos y muros intermedios. La construcción era proyectada con la idea de no hacer arquitectura en su acepción convencional, sino buscando la integración con el paisaje. La vivienda popular resultante −con un costo de 10 mil pesos de la época− buscaba dar a la gente humilde una casa con todas sus comodidades. La altura de éstas era de unos dos metros. Sus fachadas tenían una entrada adintelada y una ventana; semejaban el ingreso a un dolmen prehistórico. Aquí, Lazo vuelve a afianzarse a la arquitectura primitiva. Llama a sus viviendas “células de habitación mínima”, considerando que, al igual que una célula, son organismos que actúan de manera autónoma.

En 1955 Lazo compra un terreno cerca de Acapulco e inicia la construcción de su propia cueva, con una gran estancia sobre un acantilado, en la zona conocida como Balcones del Mar. Manda cincelar la roca para crear una mesa monolítica y dinamita parte del terreno para hacer túneles, recámaras y accesos a la playa. Esta casa, inconclusa y semi abandonada, es el último rescoldo de la visión de la cueva que tuvo Carlos Lazo Barreiro.

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