Ejes y transiciones: la arquitectura del skateboarding.
“…hemos aprendido que el skateboarding no es perjudicial para la vida urbana, sino que puede ser una ventaja para activar [...]
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¡Felices fiestas!
11 julio, 2024
por Erik Carranza L. | Twitter: SA_Anonima | Instagram: SA_Anonima | linktr.ee: Anonima_arquitectura
La familia Brass de Alexander Calder, 1972
La idea de la ciudad como circo posiblemente ha estado siempre en nuestras mentes y, debido a las nuevas condiciones de los entornos urbanos y naturales, esa tipología del espectáculo, el circo, está cambiando con la sustitución de ciertos actos (sobre todo los que involucran a animales). Pero el escenario y los actores siempre están y seguirán presentes a manera de recordatorio de que el nomadismo, lo efímero y lo temporal son condiciones tan permanentes en la ciudad que generan ciertas correcciones a la misma, un migrante y su paso por el entorno urbano o un mercado sobre ruedas nos recuerda que “un gran circo (en acción) es esta ciudad”.
Tres pretextos para hablar de esta idea de la ciudad circo, una canción, una escultura y unos textos que bien pueden ser el preámbulo para hablar de los escenarios, personajes y narrativas como una forma de descripción del lugar en el que vivimos, residimos o sobrevivimos.
Un gran circo, el de la maldita vecindad: la calle y la ciudad
El 24 de septiembre de 1991 se lanzó El circo, segundo álbum de la banda mexicana La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio. Su track número seis, “Un gran circo” describía a una ciudad desde sus calles-color, y unos personajes: el malabarista, el tragafuegos, el payaso, el faquir, el saxofonista o músico de la esquina, pero al mismo tiempo narran entre otros temas la pobreza, los niños de la calle y el trabajo infantil, la idea de sobrevivir todos los días en esa ciudad de 1991, esa ciudad fenómeno que les llama la atención a artistas, arquitectos extranjeros y turistas hasta el día de hoy, y que se maravillan con eso con lo que nos toca convivir en el día a día como como ciudadanos. Decía la Maldita Vecindad que, tanto locales como foráneos, somos ricos espectadores al tener la oportunidad de apreciar esa “riqueza cultural” que hay en las calles, no sólo la del entretenimiento y sus derivaciones, sino que también hablan (supongo) de la fortuna de no tener que pasar hambre, maltrato o falta de vivienda en esta ciudad circo.
Entre los personajes que protagonizan el video de esta canción, grabado directamente en las calles de diferentes ciudades, se encuentra un niño que corre por la calle mientras es perseguido por su madre; un borracho que duerme en las escaleras de una estación del metro; un cronista (de seguro Don Palabras; [1] un indigente; unos payasitos de crucero malabareando en un alto, un siga, un alto; un vendedor ambulante; un organillero; un músico callejero; un malabarista; un trapecista; un bailarín; un campamento en el Zócalo; un boleador de calzado; paseantes en pausa; perros callejeros (cada vez menos en la ciudad) y más niños que juegan en la calle. Podríamos sumar a la larga lista de personajes de esta ciudad circo al limpiaparabrisas, el vendedor de tamales, el afilador de cuchillos, el ropavejero, el que compra-colchones-refrigeradores-y-fierro-viejo-que-vendan, esos personajes que sustituyeron a los que aparecen en la portada del álbum.
El otro circo: el Circo de Calder. Los personajes y sus cuerpos.
Para entender este circo tendríamos que empezar por La familia Brass (1972), de Alexander Calder, una escultura hecha con alambre que da la sensación de una continuidad espacial en sus personajes, y cuya estructura propone un equilibrio entre ellos, que representa su fuerza en la base y la fragilidad en el remate. En la base está un hombre musculoso, el padre, quien está a la mitad de un acto de contorsión para tratar de sostener a seis personajes más: La familia, su familia, conformada por tres habitantes (ya no personajes) en la construcción de esta escultura, de los cuales tres son femeninos y tres son masculinos, tres hijos menores, dos hijos adolescentes y la madre.
De los brazos extendidos del padre, un par de ellos, el hijo menor en el brazo izquierdo y la hija menor en el brazo derecho se sostienen parados de cabeza desde la articulación de las muñecas y las manos del padre. Otro par de hijos, ahora invertidos —la hija adolescente, del lado izquierdo; y el hijo adolescente, del lado derecho—, se apoyan con sus pies en el padre, desde sus hombros y la articulación del codo, con los bazos extendidos en forma de V (que representa lo femenino), en la misma posición que las piernas en una V invertida (que representa la masculino). Estos sostienen a la madre en una posición horizontal, su cabeza del lado izquierdo, con la cabeza que gira a su lado derecho; y sus piernas en el otro sentido. Entendemos que los puntos de equilibrio de la madre están en el cuello, la cintura y las rodillas (si analizamos las proporciones del cuerpo, la distancia de esos puntos están a 0.534 m, 1.13 m. y 1.63 m.), en la cintura de la madre, la hija más chica se sostiene balanceándose invertida con su brazo izquierdo jugando en el aire dando el sentido de movimiento a esta escultura, los pies tanto del padre y de la hija están señalando a la tierra por un lado (la base) y al cielo por el otro (el remate), entre La familia construyen tres líneas: la de tierra, la del horizonte y la vertical.
El padre, que tiene una expresión de asombro (su boca en forma de O puede confirmar esto), está tratando de mantener el equilibrio. En su pierna izquierda se ve el esfuerzo en sus músculos para tratar de balancear el peso de La familia. La pierna derecha está a punto de hacer flexión. Se ve en el doblez de los alambres cómo la rodilla está a punto de ceder y propiciar una caída, un colapso, y, por consiguiente, la reconstrucción de sus cuerpos (las ciudades se reconstruyen a partir de sus caídas, en el caso de la Ciudad de México a partir de sus sacudidas, ver “La Ciudad [IV]: de sacudidas, perdidas y caídas”). La vertical siempre mantiene el eje mientras la horizontal tanto en los brazos del padre como en el cuerpo de la madre está más cargado al lado derecho, está cediendo un poco y está fuera de balance.
La firma de Calder es un tatuaje en el brazo izquierdo del padre
Me parece que esta escultura está hecha con dos tipos de alambre, uno más grueso, que nos muestra en dónde está la tensión y el esfuerzo de los cuerpos para tratar de mantener el equilibrio; mientras el alambre delgado nos muestra mejor la ligereza de los cuerpos que tratan de encontrar su balance. Las articulaciones, tanto de alambres como de las partes de los cuerpos, siempre están en forma de V, y representan esa especialidad que genera el encuentro de los cuerpos.
La familia Brass forma parte de un conjunto de obras —una serie de dibujos, una maqueta y esculturas de alambre — en el que Calder representa la idea de arte de acción, movimiento y equilibrio: una arquitectura mecánica creada en París entre 1926 y 1931, llamado El Circo de Calder, teatro, arte, aire y un espectáculo artístico e itinerante bajo un recinto redondo con gradas y pistas circulares, cubierto por una gran carpa de colores donde desfilan desde acróbatas y trapecistas hasta domadores de fieras, magos, payasos y otros actores. Para mí esta obra es la representación de una ciudad, La Ciudad de París.
El Circo de Luis Moreno Mansilla, Luis Rojo y Emilio Tuñón. Las narrativas y las palabras.
Un Circo, igual que una cooperativa de pensamiento que en 1993 publicó el número 1 de su revista, en el que se incluía “Cuando el dedo roza, con cierta fe, lo inerte” (texto que le dedicó unas notas a El Circo de Calder); hasta el número 193, “Permeabilidad” (o, por lo menos, hasta ahí el registro que he perseguido de estas publicaciones), un circo que constituye una plataforma de pensamiento en torno a la arquitectura, una pista de circo a la que se invita a participar con escritos por sus fundadores en solitario, en dúo o en trío. Dicen Luis y Emilio en “Conversaciones en voz baja” que “hacer arquitectura [y, agregaría yo, hacer ciudad] tiene también algo de eso, más de voz baja que de silencio, porque las ideas están presentes, pero el verdadero esfuerzo es hacerlas invisibles”. En la portada del número 60 (1999), aparecen en escena: una pista, una arena de lucha libre en la que se representan tres actores —el rudo, el técnico y el árbitro (una buena analogía con Luis M., Emilio y el otro Luis, no sé bien cuál es cuál o si los tres pertenecen a un mismo bando)—. Detrás de ellos, se muestra la tensión de las tres cuerdas del ring, una de ellas en completa tensión, la superior; la de en medio, reaccionando al esfuerzo que hace el árbitro contra un luchador; y la tercera que está levemente hacia atrás, respondiendo a la acción de la lucha, esas tres cuerdas que me recuerdan a la horizontal de La familia Brass, la del equilibrio, el movimiento y, posiblemente, la caída. El árbitro sostiene la cara al luchador en medio desde la boca y este somete con una llave al luchador que está a punto de ser derrotado, una lucha a tres caídas sin límite de tiempo: qué mejor fotografía para imaginar las conversaciones, discusiones y negociaciones entre estos tres actores de Circo. Los tres luchadores están conversando, a su manera, pero lo están haciendo: primero en pensamiento y después de manera verbal, aunque en la imagen escuchemos solo un silencio.
Escritos Circenses (2005), uno de los primeros libros que leí en la vida profesional y me dio a entender la relación entre presentación —(re)presentación, entre (di)bujo— (di)scurso y, por consecuencia, con el (di)álogo y comprender que antes que todo la arquitectura es pensamiento, es una idea vaga que deriva por nuestra mente, con la que conversamos primero en solitario, discutimos con ella en la soledad, luchamos día a día y después rebotamos en conjunto, (di)scutimos con un equipo de trabajo, con una comunidad, con un político, con un tomador de decisiones dentro de una de estas pistas de circo.
Wonne Ickx dice en El circo en serio (2007) que “la arquitectura es por lo mismo un dispositivo para escribir narrativas o fábulas urbanas y representa la ferviente esperanza de interactuar con este gran circo intangible que es la ciudad actual”. No sé si los miembros de La Maldita Vecindad —Adrián Navarro Maycotte, Aldo Rubén Acuña Yance, Eulalio Galarza Cervantes, José Luis Paredes Pacho y Rolando Javier Ortega Cuenca, autores de la canción— visualizaron en algún momento que esta podría ser un muy buen soundtrack para El Circo de Calder que, junto con los escritos circenses de Mansilla, Rojo y Tuñón, bien podrían ser una acompañamiento ideal para definir la ciudad desde sus habitantes, personajes y la magia que producen en ella como una invitación a caminar en ese extraño lugar aún llamado La Ciudad.
Para Sax, que murió un 14 de Octubre del 2021, por complicaciones derivadas del COVID-19, que seguramente anda por las calles de esta La Ciudad de México tocando a todo pulmón.
Este texto forma parte del proyecto de investigación de “ciudad cuerpo y deporte urbano” del Sistema Nacional de Creadores de Arte en Arquitectura (diseño arquitectónico).
Referencias
[1] “Don Palabras” es el doceavo track del álbum Baile de máscaras, de La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio.
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