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¿La arquitectura global del mañana?

¿La arquitectura global del mañana?

21 diciembre, 2015
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia

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Estamos un momento en el que, tanto la crítica más especializada como la cultura institucional, parecen volcar su mirada hacia una arquitectura más comedida, humana y lejos del exceso que acompañaba la disciplina hace unos años –aquellos anteriores a la crisis de 2008. Tomemos como ejemplos a los premiados en las últimas ediciones del Pritzker, el más reciente Premio Turner o la selección de figuras como David Chipperfield o Peter Zumthor como mentores del Rolex Mentor and Protégé Arts Initiative.

La anterior arquitectura del espectáculo, de formas y costos excesivos, enarbolada como gran producto mediático, con una clara búsqueda del denominado efecto Guggenheim se encontraba y tropezaba con gobiernos en crisis que decidían no continuarla o, directamente, suspenderla antes incluso de empezar. Ahí quedan los casos de la Ciudad de la Justicia en Madrid, con interminables juicios, o del estadio de Tokio de Zaha Hadid, cuyo diseño –una vez conocido que no sería realizado– fue defendido por Patrik Schumacher a través de Facebook.

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De esta nueva mirada, sólo los grandes eventos deportivos parecen haber corrido otra suerte, aunque siempre leídos con cierta mirada crítica. A las posturas detractoras que provocaron los excesivos costos –económicos y sociales– los estadios del Mundial de Fútbol de Brasil hay que sumar los ataques de la prensa sobre las condiciones de los trabajadores de los equipamientos deportivos del Mundial de Catar. El otro gran evento que parece continuar el sendero de las altos costos son las Olimpiadas, un acontecimiento más cerca del espectáculo, donde la ciudad designada puede promocionarse y mostrar una imagen de modernidad que permita convertirla en un producto comercial y turístico.

Dicho de otra manera, el hecho deportivo, aun importante, pasa cada vez más a un segundo plano, aplastado por el beneficio –generalmente para unos pocos– de un proyecto inmobiliario que provoca controversias diversas.

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Una vez una ciudad es designada, surgen las posturas a favor y en contra. A favor por la llegada de nuevos inversores, en contra por el costo que puede implicar a largo plazo en los impuestos y en la deuda sobre la ciudad. Rio de Janeiro y Tokio –las sedes olímpicas en 2016 y 2020 respectivamente– ya viven de pleno la carrera que supone, con la necesidad de estar en tiempo-plazo-costo-calidad antes del momento señalado; no sólo tienen el reto en la construcción de estadios, también en la mejora de la red de transporte, hotelera o de ocio, construyendo grandes museos que sirven además como punta de lanza de reformas urbana.

Así, esta semana, desde Japón se anunciaba que los arquitectos Kengo Kuma y Toyo Ito realizarían los principales estadios –denominados por el momento con un pragmático Diseño A y Diseño B– que muestran unos ejercicios con un destacado uso de la madera que resultan más comedidos que la original propuesta de Hadid. Mientras, Rio de Janeiro inauguraba su último museo con el rimbombante nombre de Museo del Mañana, un edificio dinámico –en el más estricto sentido de la palabra– con una fachada móvil y diseñado por el arquitecto favorito de la ciencia-ficción, Santiago Calatrava (1).

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Dos presentaciones públicas que ofrecen dos miradas contrapuestas de la arquitectura asociada a los grandes eventos y el espectáculo. Una arquitectura que, aun grande en su dimensión, parece renunciar a costos sobreexcedidos, vinculándose a lo tradicional y que tiene ante sí el reto de evitar que se convierta en aquello que ya se denunciaba en el proyecto de Zaha. En el caso brasileño, con una crisis económica y política con diversas tensiones en el gobierno, asistimos a los últimos aspavientos de la cada vez más desprestigiada arquitectura del star-system, voluntariamente excesiva, ajena al contexto inmediato y con un arquitecto incapaz de sustraer la polémica de sus proyectos y que le han costado denuncias y reclamos por parte de profesionales, políticos y otros grupos ciudadanos.

Queda por ver qué pasará con uno u otro caso, si ambas ciudades son capaces de olvidarse del foco mediático que suponen estos acontecimientos y han desarrollado unas propuestas que les permitan ir más allá de la simple fotografía.


(1) Sus diseños han inspirado diversas películas y series de televisión como V o Tomorrowland.

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