21 octubre, 2020
por Valerio Olgiati y Markus Breitschmid
Vivimos en un mundo no-referencial. Por lo tanto, la arquitectura debe ser no-referencial. La no-referencialidad es la única forma de concebir edificios que produzcan sentido en un mundo en el que ya no existen las atribuciones simples de significado. Si bien es incuestionable que la arquitectura siempre posee alguna tarea social, los edificios ya no pueden derivarse de un ideal social común, al menos no de manera directa, porque ningún ideal social común que pudiéramos haber compartido en el pasado ha perdurado en el mundo de hoy. La arquitectura no-referencial no es una arquitectura que subsiste como un recipiente referencial o como un símbolo de algo fuera de sí mismo. Los edificios no-referenciales son entidades que son en sí mismas significativas y que producen sentido y, como tales, no son menos la materialización de la sociedad que lo fueron los edificios en el pasado, cuando eran portadores de ideales sociales comunes.
La acción afectiva generalizada para superar esta aparente pérdida de contenido mediante la inmersión de los edificios con significados de fuentes extra-arquitectónicas es inútil. En nuestro mundo no-referencial, la arquitectura se desvía si se busca el enriquecimiento de los edificios mediante un recurso extra-arquitectónico. Esta multidisciplinariedad o transdisciplinariedad mal entendidas no benefician a la arquitectura en sí —ni son beneficiosas para la responsabilidad social de la arquitectura. Por lo tanto, la arquitectura no-referencial no es una arquitectura “multicultural”. Sin embargo, es imposible que la arquitectura carezca de significado; no puede ser un objeto de nada.
Contra estos intentos extra-arquitectónicos generalizados y prevalentes para enriquecer los edificios actuales, la arquitectura es, ante todo, la concepción, construcción y edificación de habitaciones, y se ocupa de la escenografía y de los movimientos a través de las mismas. Como tal, la arquitectura genera, sobre todo, una experiencia física y sensual básica, antes de iniciar también la interpretación intelectual. Antes que nada, las habitaciones desatan tanto una experiencia de espacio como un anhelo humano común para dar sentido a esa experiencia básica. Esa experiencia del espacio es básica y fundamentalmente arquitectónica. Es importante saber que ninguna otra disciplina que no sea la arquitectura en sí misma tiene la capacidad de aportar algo de importancia a estas condiciones arquitectónicas fundamentales. Lo extra-arquitectónico, si es que lo hace, tiende a involucrar sólo lo intelectual, ya que simplemente se encuentra fuera de lo que la forma artística de la arquitectura puede transmitir. En lugar de valorar los edificios como un símbolo de algo con base fuera de la arquitectura —como era posible cuando existían ideales comunes ampliamente reconocidos y comprendidos por la gente—, hoy en día la arquitectura no-referencial no tiene otra opción que ser puramente arquitectónica.
La arquitectura no-referencial no tiene otra opción porque, por primera vez en la historia, nuestra sociedad funciona bastante bien sin una comprensión fundamental de las relaciones culturales e históricas. El hecho de que no exista tal comprensión fundamental de las relaciones culturales e históricas, aunque el mundo no parezca peor que antes, es una ocasión trascendental en nuestra comprensión de cómo se supone que funciona nuestro mundo. ¡Esto es nuevo para todos nosotros! Esta situación de un mundo no-referencial afecta en gran medida a la arquitectura: sólo como un objeto puramente arquitectónico —y aquí no hablamos de algo solitario, no relacionado, porque un objeto arquitectónico puede ser todo, desde un fragmento de un edificio hasta una ciudad entera— puede un edificio tener la capacidad de causar repercusiones en el alma y la mente de una persona que vive en el mundo actual no-referencial.
El mundo no-referencial es el mundo que exige que cada persona se alinee con el mundo para siempre, ya que ningún significado fijo puede persistir por más tiempo. Entonces, sólo es previsible que los filósofos expandieran la noción de artista a todos los hombres. La noción expandida de lo artístico describe a las personas como seres equipados de manera creativa, con la capacidad de formar la totalidad de los contextos de vida de manera no muy distinta a una obra de arte. Como tal, cada persona puede ser un arquitecto de la vida. En nuestro mundo no-referencial, todos debemos construir un mundo. Más aún, lo que es fundamentalmente diferente del pasado es que ahora las personas no construyen un mundo, pero se propone que todos nosotros construyamos nuestro mundo. Lo que es importante para nosotros los arquitectos, es que la construcción filosófica de un mundo va de la mano con el acto literal de construir, hecho por arquitectos reales. En lugar de recurrir a lo extra-arquitectónico para imbuir a los edificios con sentido, los edificios en sí mismos pueden producir sentido. Como tales, pueden ser fundamentales en la tarea social de ordenar un mundo.
Este es un extracto de la introducción al libro Arquitectura no-referencial
Esta es la primera edición en español del manifiesto de Valerio Olgiati y Markus Breitschmid, publicado por primera vez en inglés en 2018. Este libro muestra un nuevo enfoque en la arquitectura en un mundo libre de ideologías y, por lo tanto, referencias: en palabras de los autores, es el primer paso en un nuevo marco para ver el mundo contemporáneo no-referencial tal como se presenta ante nosotros como arquitectos, ofreciendo una base de cómo concebir una arquitectura no-referencial. Está dirigido al hacedor de arquitectura, al que practica la arquitectura y a todos los demás involucrados creativamente en nuestro entorno construido, como planificadores urbanos y paisajistas.