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Columnas

Impresiones venecianas

Impresiones venecianas

29 mayo, 2018
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria

 

Parece ser que ya hay consenso sobre las intenciones de las arquitectas irlandesas Yvonne Farrell y Shelley McNamara, directoras de la XVI Bienal de Arquitectura de Venecia, y el significado de FreeSpace como lema: lo que va más allá del programa, aquello que el arquitecto puede aportar sin qué se lo hubieran pedido. Algo así si como “dar liebre por gato” como proponía Eugeni d’Ors cien años atrás. Y por tanto tiene más que ver con el espacio excedente y público, que con la noción de espacio abierto o disponible. Pero cada quien interpretó a su gusto un tema tan abierto que se presta a todo y a nada. Quizá una de sus aportaciones más relevantes para esta edición es que abrieron los ventanales del Arsenale dejando transpirar el edificio original –gran contenedor industrial centenario– dificultando, a su vez, el potencial mágico de las cajas negras de anteriores ediciones. Así, las buenas intenciones de estas directoras light dejaron las puertas abiertas a una bienal con mucha arquitectura.

Peter Zumthor

 

Si en el palacio principal de los Giardini están los mismos nombres de siempre –Peter Zumthor, Bjarke Ingels, Caruso St. John, Paulo Mendes da Rocha, Lacaton&Vassal, etc.– junto vacuas interpretaciones de espacios clásico-modernos por parte de jóvenes irlandeses, las propuestas provocadoras están en algunos pabellones nacionales. Cabe destacar el postulado político de Alemania con De-Construyendo muros, donde no sólo se expone lo realizado en Berlín tras 29 años con muro y ya, otros 29 años sin muro, sino que da voz a aquellos ciudadanos de Irlanda del Norte, de Corea del Sur y del Norte, de México y USA, de Israel y Palestina, que todavía sufren traumáticamente los muros que los separan. El Pabellón de los Estados Unidos, curado por Mimi Zeiger, Niall Atkinson y Ann Lui, a su vez, enumera los distintos tipos de ciudadanos e inunda de Big Data su lectura del momento global.

Pabellón de Brasil

 

Pabellón de Países Bajos

 

Gran Bretaña construye una estructura de andamios envolventes al propio edificio que deja vacío, para ofrecer un doble espacio libre, el interior y la nueva azotea sobre los jardines. A su vez, el Pabellón australiano se convirtió en un jardín con las plantas autóctonas qué existían antes de la llegada de los europeos, mientras que en el de Japón se reúne una excelente colección de dibujos obsesivos (incluido un departamento del CUPA dibujado por Juan Carlos Tello) con la recomendación de escoger uno, para sumergirse en los detalles del mundo trazado por cada autor. Marina Otero, curadora del pabellón holandés, propone una serie de habitaciones que se descubren al azar para sugerir espacios sorprendentes y usos lúdicos, como el remake de la habitación del hotel Hilton de Ámsterdam donde John Lennon y Yoko Ono realizaron su encamada por la paz en 1969. En esta cama Beatriz Colomina entrevistó –enpijamados todos– a Liz Diller, Eva Franch, Andrés Jaque, entre otros muchos. El Pabellón de Brasil, curado por Sol Camacho, Laura González Fierro, Marcelo Maia Rosa y Gabriel Kozlowski, aborda dos frentes complementarios, el de las obras ejemplares de arquitectura contemporánea con 17 maneras de aportar Free-space (algo más) a los programas dados, y el de los grandes temas territoriales, migratorios, urbanos, (con unos mapeos magníficos tanto por su profusa información como por su belleza intrínseca) qué no sólo afectan al basto subcontinente brasileño sino a todo el planeta.

Pabellón de Suiza

 

El Pabellón de Suiza –merecido ganador del León de Oro de esta bienal– propone el juego lúdico entre proporción y escala en una secuencia de recámaras enjutas o excedidas, donde invita a sentirse Alicia en el país de las maravillas.

El Pabellón de Catalunya, ubicado entre los Giardini y el Arsenale, muestra el legado de RCR – premio Pritzker 2017- qué será un laboratorio donde pretenden experimentar y enseñar su modo de hacer arquitectura en relación con el paisaje. El pabellón es un espacio enplasticado repleto de círculos y esferas transparentes qué evoca “Sueño y naturaleza”. Ahí convocaron a los gurús de la arquitectura matérica –William Curtis, Juhani Pallasmaa y Glenn Murcutt– a disertar sobre la atemporalidad.

Flores y Prats
ELEMENTAL

 

Carme Pinós

 

En el Arsenale, el larguísimo pasillo industrial alberga en su primer tramo a los invitados especiales de las curadoras, sin el efectismo y espectacularidad de anteriores ediciones. Junto con predecibles exposiciones de sus propios trabajos (Carme Pinós mostró su Torre Cube de Guadalajara (2005) o Alejandro Aravena colgó sus conocidos apuntes/instrucciones para autogestionar la vivienda colectiva), Flores&Prats desbordaron su espacio con la recreación a escala real del vestíbulo de su Sala Beckett en Barcelona iluminado con la luz natural de Venecia, para redundar con una colección casi infinita de maquetas de estudio, croquis, planos de obra y fotos, de un proyecto al que le siguen diseñando después de construido. En esta sección cabe destacar la propositiva acción de Rozana Montiel, que abate virtualmente el muro centenario sobre su espacio, mostrando en proyección y tiempo real lo que está más allá del muro y el canal. Su propuesta se acompaña de la reciente publicación UH sobre intervenciones en el espacio público en Unidades Habitaciones del Infonavit.

Pabellón de Chile

 

Entre los pabellones nacionales que se presentan en el último tramo del Arsenale cabe destacar también en esta edición, la propuesta de Chile -curada por Alejandra Celedón- donde concepto y forma se unen para narrar una idea potente. Por un día, un edificio -el estadio nacional- fue territorio y ciudad. El gobierno empleó ese escenario deportivo para adjudicar los títulos de propiedad, legalizando miles de viviendas informales. Territorio “formalizado” y la forma de la cancha convertida en el mapa del territorio, se representan con la construcción de una elipse de tierra compactada, que es síntesis y expresión de un momento y un lugar.

El Pabellón de México tiene una puesta en escena exquisita. Bajo el lema de Echoes of a land, qué interpreta el tema de esta bienal en clave territorial, la curadora Gabriela Etchegaray ha conjuntado tres discursos: el de un territorio complejo, el de una realidad devastada por las circunstancias y el de unos casos ejemplares de arquitectura contemporánea. El delicado allestimento –a cargo de Jorge Ambrosi, socio de la curadora– tiene ecos locales de Scarpa, en las dobles columnas metálicas que soportan las placas marmóreas esculpidas, en la mesa ciclópea que reproduce la topografía transversal de México según la recurrente sección que trazó Alexander von Humboldt en su paso por el país, y en la iluminación rasante –diseñada por Maurici Ginés– que acentúa las cotas de nivel.

Los datos duros, acumulados por Carlos Zedillo, dan cuenta de un territorio atropellado por los efectos devastadores de la naturaleza y la crueldad de los eventos económicos y políticos que fracturan la sociedad. Unas espectaculares imágenes aéreas de Santiago Arau complementan un país cargado de contradicciones. Sin embargo, cuesta comprender la información críptica de 21 obras recientes qué difícilmente se podrían mostrar juntas a no ser que fuera bajo un criterio de diversidad. Quizá por ello se disuelven en el sutil ácido de la representación en bajo relieve (sobre unas placas de limestone de Pierre de Belge, gracias al generoso patrocinio de ARCA) y se ilustran con las imágenes tangentes de paparazzi tomadas en blanco y negro por Lake Verea.

En esta edición las propuestas más arquitectónicas e incluso más interesantes son la que quedaron fuera del Arsenal y de los jardines. Por primera vez participó el Vaticano con una propuesta de diez pequeñas capillas curadas por Francesco Dal Co en la isla de San Giorgio encumbrada por la iglesia homónima qué proyectó Andrea Palladio. El referente histórico parte de la pequeña capilla en el bosque sueco que construyó Gunnar Asplund y que los participantes tomaron como punto de partida. Flores & Prats doblan en esta bienal su presencia con una de estas capillas y la reproducción ya mencionada del vestíbulo de su Sala Beckett en el Arsenale. En la isla proponen un muro rojo que adquiere grosor hasta albergar en un extremo una capilla abierta, con un óculo que recibe el primer rayo del día y otro que recorta la visión de las amplias copas de pinos. Cerca, Carla Juaçaba dibuja una cruz de acero inoxidable en el espacio, Norman Foster hilvana un recorrido a través de un pabellón de polines, Eduardo Souto da Moura construye una arcaica y poética capilla con ciclópeas tallas de granito y, por solo destacar algunos, Smiljan Radic explora la intimidad dentro del bosque con un troncocono envolvente.

Como cada edición, esta bienal tendrá sus detractores y, si bien es cierto que son pocas las experiencias sorprendentes, no cabe duda que sigue siendo el evento aglutinador de la actividad intelectual alrededor de la arquitectura y una estimulante oferta de reflexiones libres, respondan o no, al Free-space como tema propuesto.

 

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