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¡Felices fiestas!
23 junio, 2017
por Arquine
El número 13 de la revista Arquine, del otoño del año 2000, incluyó cuatro obituarios: John Hejduk, Eric Miralles, Eladio Dieste y Alejandro Zohn murieron en las semanas que precedieron a su publicación.
Sobre John Hedjuk (19 de julio de 1929 – 3 de julio del 2000), Herbert Muschamp escribió: arquitecto y educador, una de las figuras más reverenciadas de la arquitectura y la pedagogía estadounidense, falleció a causa de un cáncer. Tenía 71 años. Hedjuk fue decano de la Escuela de Arquitectura de la Cooper Union de Nueva York desde 1975 hasta su retiro. Arquitecto de profunda originalidad, su trabajo consistió básicamente en proyectos teóricos: dibujos combinados con relatos poéticos. Tales dibujos publicados en varios libros, han sido comparados a la obra de Piranesi. Como él, Hedjuk ofreció oscuras meditaciones sobre temas arquitectónicos. Imágenes de cenizas, cementerios, torres y cabezas de medusa eran recurrentes en sus dibujos. Paisajes solitarios en los que las formas arquitectónicas tomaban características humanas y hasta inhumanas.
Sobre Enrinc Miralles (12 de febrero de 1955 – 3 de julio del 2000), Anatxu Zabalbescoa escribió: El más prometedor entre los arquitectos españoles falleció en Barcelona a causa de un tumor cerebral. No podrá ver construidas algunas de sus mejores obras: el Parlamento escocés, el Ayuntamiento de Utrecht, el rascacielos que serviría de sede para Gas Natural la conversión del mercado de Santa Catarina, ambos en Barcelona. En su fructífera trayectoria figuran desde colegios, centros cívicos, pabellones deportivos y viviendas hasta restauraciones, intervenciones urbanísticas o creaciones efímeras. Como su propia arquitectura, Miralles era un hombre excesivo, extraordinario y vitalicia. Con sólo 45 años consiguió lo que todos persiguen y muy pocos logran: construir un lenguaje propio en el que el paisaje dictaba la forma de sus edificios.
De Eladio Dieste (10 de diciembre 1917 – 20 de julio del 2000) escribió Isaac Broid: Desde una posición marginal en el mapa arquitectónico mundial, se mantuvo fiel hasta el fin en su postura: ser moderno y local al mismo tiempo. Sin formas ni figuras que se quisieran protagónicas, realizaba en silencio una arquitectura con un gran conocimiento del trabajo estructural de materiales tradicionales y de la plasticidad de “la piedra del siglo XX.” Era un conocimiento íntimo y desde lo íntimo. Asimiló el lenguaje de los primeros modernos, ,pero no se dejó influenciar después por las modas. Siguió su rumbo, seguro de que era el correcto para adaptarse a su situación particular y al pedazo de tierra donde trabajó siempre.
Por último, sobre Alejandro Zohn (8 de agosto de 1930 – 4 de agosto del 2000), un vienés en Tlaquepaque, escribió Miquel Adrià: Alejandro Zohn renació en Tlaquepaque a los ocho años y murió cuando estaba por festejar sus setenta. Decidió estudiar arquitectura atraído por la cautivadora presencia de Mathias Goeritz cuando cursaba el tercer año de ingeniería. El Mercado Libertad fue su tema de tesis y contando sólo 24 años tuvo la suerte de llevarlo a cabo. Toda la vida profesional de Zohn da vueltas sobre el primer proyecto, la opera prima en busca de la perfección imposible, incompleta e introvertida: una ciudad dentro de la ciudad.