Distritos en la metrópoli regiomontana
La ciudad no son sólo edificios. No es un lego donde se puede o no poner infraestructura. No son, siquiera, sus [...]
21 noviembre, 2018
por Indira Kempis | Twitter: in_dei
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De la ciudad-fábrica a la de escala humana
Con un clima extremoso en sus inviernos y veranos, Monterrey es un “espejo natural” de sus vecinos estadunidenses. A menos de dos horas de distancia entre la línea divisoria entre México y Estados Unidos, más que una relación bilateral de relaciones políticas, compartimos la cultura de mirar siempre hacia “el norte más al norte”.
Cuna del empresariado mexicano, no se puede hablar de Monterrey sin comprender el “fondo” de su pasado histórico que hoy construye la “forma” de la ciudad. De acuerdo con la investigadora Isabel Ortega, en el libro La conformación del área metropolitana de Monterrey y su problemática urbana, 1930-1984, en los tiempos posteriores a la Revolución Mexicana, se fortaleció en todo el país el entorno institucional, educativo y, sobre todo, económico. “La tradición industrial y empresarial, la presencia de capital acumulado, un adecuado abasto energético y una política estatal de fomento a la planta productiva, se constituyeron como bases firmes de lo que se conoce como el segundo auge industrial”. La “capital del norte” fue el epicentro de esas políticas.
A la par, la investigadora también destaca que después de este periodo se gestó una sociedad civil organizada pionera en el país que se volvió importante para el nacimiento de actores políticos, educativos y morales. De ese periodo se destaca la creación del Tec de Monterrey, los organismos empresariales intermedios, tanto como el origen “de diversos movimientos urbanos que se originaron por el suelo, la exigencia de la autonomía universitaria y la guerrilla urbana, por mencionar algunos”. De acuerdo con el ingeniero Gabriel Todd, actual Director del Instituto Municipal de Planeación Urbana y Convivencia de Monterrey, la crisis urbana de la posmodernidad no sólo es urbana, sino social y de cuidado ambiental.
Esa crisis está relacionada con una expansión territorial sin soporte poblacional. Explica que “en los últimos 30 años el crecimiento físico se quintuplicó y la población únicamente se duplicó, generando un “tormenta” urbana de elevados costos sociales. La ciudad se convirtió en trozos segmentados del uso del suelo que provocó una falta de accesibilidad urbana al no tener una traza continua de ciudad y privilegiar obras de escala vehicular. Estos grandes desplazamientos que se hacen preferentemente en automóvil, han generado sistemas de transporte colectivo de menor rentabilidad por la baja densidad y, además, costos de servicios públicos elevados por la dispersión misma”.
Gabriel Todd pertenece a una reciente generación de urbanistas que han sido pieza clave en Monterrey para impulsar otras políticas públicas de ciudad que pongan como prioridad la escala humana. No es el único. Actualmente los jóvenes, principalmente, que habitamos Monterrey estamos intentando reinventar la visión de nuestro futuro citadino. De un par de años para acá esa demanda ha originado la creación de microgrupos, de colectivos que defienden diversas causas a favor de la justicia social, la paz, los traslados en bicicleta, la peatonalización de las calles, la recuperación de los barrios o la innovación urbana. Pero lo que detonó estos procesos tal como lo menciona el ingeniero, no fueron precisamente las condiciones de la urbe, sino aspectos sociales que se dejaron de un lado o en el olvido, de ahí que desde mi perspectiva el “parteaguas” de un nuevo debate sobre la ciudad se derive de las secuelas del narcotráfico.
Hace aproximadamente 3 años Monterrey se descubrió vulnerable al crimen organizado, ese que estaba escondido tras el glamour de las señoras de San Pedro Garza García o los domingos de carne asada, o los días de fiesta futbolística “Rayados-Tigres”. “¿Qué hacemos?” Ha sido la pregunta constante y es que con la crisis urbana también nos enfrentamos a otra, la de la transparencia de quienes nos gobiernan y, por ende, los que toman decisiones sobre la ciudad. Porque como dicen las tendencias “transparency is the new green”. Así que esta crisis no es más que la expresión del “otro Monterrey”, el invisible: el de los pobres migrantes de la colonia Independencia, el de los negocios “en lo oscurito” de los hombres poderosos, el de la carencia de oxígeno limpio para respirar porque no contamos ni siquiera con el promedio de espacios recomendado por habitante de áreas verdes. Porque, en resumidas cuentas, la crisis social y urbana, no importando el orden de los factores ni los detonadores como en su momento lo fue la inseguridad, nos hace enfrentarnos a la civilización y a la ciudad.
El investigador español Manuel Castells afirma que una ciudad es una obra de la imaginación colectiva. Por tanto, el reto de ciudadanos y planeadores de Monterrey es reivindicar el imaginario de esta ciudad. El del Monterrey que puede dejar de ser la ciudad-fábrica expansiva, fragmentada e invisible a la ciudad de escala humana, transparente, sustentable y segura que no sólo dignifica los espacios en los que vivimos, sino a nosotros mismos.
Este texto se publicó en Arquine No. 67 | Habla Ciudad, con motivo de la primera edición del Festival de Arquitectura y Ciudad MEXTRÓPOLI. Aparta la fecha y acompáñanos a vivir la ciudad extraordinaria en su próxima edición que tendrá lugar del 09 al 12 de marzo de 2019.
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