Gobierno situado: habitar
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18 julio, 2012
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
“Muchas veces he ensayado pensar un departamento en el que hubiera una habitación inútil, absoluta y deliberadamente inútil. No sería una covacha, ni una alcoba, ni un corredor, ni un armario ni un rincón. Sería un espacio sin función. No serviría para nada, no reenviaría a nada.” Así empieza Georges Perec en su libro Especies de espacios, un texto llamado “De un espacio inútil”. Pensar un espacio inútil, sigue Perec, “me ha resultado imposible, a pesar de mis esfuerzos de proseguir con esa idea, esa imagen, hasta el fin. El lenguaje mismo, me parece, se revela incapaz de describir esa nada, ese vacío, como si sólo pudiéramos hablar de lo lleno, de lo útil y funcional”.
Será también que, como escribió Renato de Fusco en Arquitectura como ‘mass medium’, “la función por sí misma no tiene un significado preciso y constante”. Al ejercicio de Perec por buscar un espacio sin ninguna función no se puede responder señalando algo que funcione a medias o mal, que de cualquier modo, dentro de la imprecisión y variabilidad del término que señala de Fusco, funciona. En esa ambigüedad debatían los arquitectos mexicanos en las primeras décadas tras la Revolución. Cuando en las famosas Pláticas del 33, se formaron al menos dos grupos definidos: los defensores de una idea pura y dura de la función y aquellos que a la pregunta explícita sobre qué es el funcionalismo, contestaban en el tono de Perec –aunque sin su ironía ni profundidad– que, en el fondo, lo que la arquitectura no podía dejar de ser era eso, funcional.
En las casas-estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo, en San Ángel, se presenta la exposición Espacio habitable. Funcionalismo en el entorno doméstico. 1929-1950 a cargo de Ana Elena Mallet. Dentro de una de las primeras casas funcionales en México se presentan -hasta el 7 de octubre-ejemplos de cómo entendían eso arquitectos y diseñadores en aquellos años. Además de las casas de Diego y Frida, hay fotos y dibujos de otras casas diseñadas por O’Gorman, así como la casa de Gómez Morín, en la Condesa, obra de Obregón Santacilia, terminada por los mismos años y de la casa dúplex que diseñaron los arquitectos suizos Paul Artaria y Hans Schmidt en la colonia del Valle.
También hay ejemplos de vivienda mínima, obrera o campesina, en proyectos de Aburto, Tarditi, Legarreta y el mismo Obregón Santacilia, y de conjuntos multifamiliares: el Ermita, de Juan Segura, el Jardín, de Francisco Serrano, y el Centro Urbano Presidente Alemán, de Mario Pani, que cierra el periodo de 1929 a 1949 que abarca la muestra. Además se incluyen algunos ejemplos de mobiliario, en especial diseños de Clara Porset y de Gaston Chaussat, quien produjo muebles para El Palacio de Hierro, entre ellos los sillones que usó O’Gorman en la casa de Rivera. Así, en un recorrido de dos décadas, encontramos ejemplos del funcionalismo como ideología y retórica o como estilo y moda, de objetos y proyectos arquitectónicos que todavía después de 80 años siguen pareciéndonos innovadores y cuya inevitable función es hoy, sobre todo, remarcar la historia de una idea.
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