Espacios para la vida: Entre Alchichica y Litibú
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¡Felices fiestas!
28 julio, 2020
por Jose Maria Wilford Nava Townsend
Para los economistas es claro e indudable que la denominada Escuela de Chicago se refiere a un grupo de académicos que impartían cátedra en la Universidad de Chicago por ahí de la década de los 50 del siglo pasado, proponiendo el libre mercado bajo ciertas reglas. Los sociólogos y criminólogos podrán reclamar que antes estaban ellos con la que, en ocasiones, recibía también el nombre de Escuela Ecológica, cuyos trabajos en Sociología Urbana emergieron entre los años 20 y 30, también del siglo pasado.
Sin embargo, en el último cuarto del siglo XIX, sin grandes teoremas ni urbanos, ni sociológicos, ni económicos, pero eso sí, siguiendo las leyes naturales de la oferta, la demanda y los nuevos sistemas de producción, un grupo de firmas irrumpió en el mundo de la arquitectura y la construcción, tan inesperada como creativamente. Y es que la demanda por tener un gran comercio u oficinas de trabajo en la zona denominada “The Loop” en la ciudad de Chicago, hacía que los costos de un lote fueran inalcanzables con los esquemas de edificación y ocupación del suelo previos.
Así, comenzaron a experimentar con edificios de varios niveles enfrentando algunos retos no menores, como un suelo altamente fangoso y de poca resistencia en cuanto a toneladas por metro cuadrado se refiere, un sistema constructivo realmente efectivo en tiempo y costo, y claro está, un lenguaje arquitectónico apto para los programas multifuncionales que reclamaban las nuevas actividades.
Hacia 1891 William Le Baron Jenney irrumpe con la primera estructura esqueletal de vigas y columnas en perfil I extruido, para su “Fair” building, consolidando el sistema estructural de mayor éxito para edificios en altura. Así, debemos a la primera “Escuela de Chicago” lo que comúnmente denominamos “Rascacielos” y durante un período de 10 años, la ciudad más reconocida del estado de Illinois produjo edificaciones de notable calidad y cantidad.
Hoy comparto con ustedes uno de los edificios que, desde mi punto de vista, representan claramente este salto cuántico en cuanto a la densificación constructiva vertical, con una expresión inusitadamente ligera y transparente dado su momento histórico: el edificio “Reliance” de la firma Burnham & Root, donde el segundo, el “creativo” del equipo, nos entregó una pieza que ha podido resistir el paso del tiempo, la depredación inmobiliaria, y las distintas posturas ideológico-estéticas a lo largo de ya más de 100 años en la capital del medio oeste americano.
Iniciado en 1890 y culminado en 1895 por Charles Atwood, tras la muerte inesperada de Root acaecida en 1891. Siguiendo la tipología Chicago: basamento, cuerpo y remate, el edificio se eleva elegantemente con grandes planos de cristal en su fachada que ondulan dando vuelta a la esquina del predio donde se encuentra ubicado, botándose del paño a partir de medios hexágonos. Este gesto, acentúa aún más la verticalidad del volumen, celebrándola como diría Louis Sullivan.
Tras pasar algunas malas épocas y procesos naturales de deterioro, es finalmente rescatado en los 90 y restaurado siendo ya un edificio protegido patrimonialmente. Así, la historia de una vuelta completa donde aquello que resultó en un momento una innovación creativa para dar respuesta natural a una tendencia de mercado, rompiendo con las posturas academicistas de la escuela de Bellas Artes, termina convirtiéndose en un caso de estudio en las academias actuales, y su preservación, una confrontación a las tendencias del mercado inmobiliario contemporáneo de la ciudad.
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