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9 junio, 2020
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
¿Pero qué pasa si simplemente cambiamos de escala?
Manuel Felguérez
En 1973 Manuel Felguérez presentó en el Museo de Arte Moderno su exposición El espacio múltiple, “una deslumbrante fábrica de signos que no señalan hacia ningún lado más que hacia sí mismos”, según escribió Juan García Ponce. En un texto publicado en la revista Plural en marzo de 1976 y recogido en el catálogo de la exposición La era de la discrepancia. Arte y cultura visual en México 1968-1997, el mismo Felguérez describió ese trabajo:
El Espacio Múltiple se puede considerar como una pre-estructura, como un sistema de símbolos en que, si se han preservado los datos obtenidos de la experiencia del autor, es éste mismo quien ha conservado el poder de la manipulación de la estructura, para hacerla evolucionar y revolucionarla al introducir ene lla variantes que pueden modificar no sólo la producción en el futuro, sino el mismo tiempo todos los modelos producidos en etapas anteriores.
En el número de la Revista de la Universidad de México de febrero de 1974, aparecieron un texto de Juan García Ponce, “Manuel Felguérez espacio múltiple” —de donde proviene la frase entes citada— y otro de Felguérez, “Origen y desarrollo del espacio múltiple”. Felguérez explica que “para representar geométricamente un plan, sin que en esta operación pierda su bidimensionalidad, sin que quede ninguna duda en la manera de ser percibido como tal, se puede pensar sólo en dos formas que lo contengan: el círculo y el cuadrado.” El círculo y el cuadrado pueden combinarse, sin perder su condición bidimensional y romper el plano, en un cuadrado de esquinas redondeadas. Los rectángulos derivan del cuadrado como los óvalos del círculo. El triángulo es un tercer elemento cuya “importancia real está en introducir la lílnea diagonal y con esta la forma ambigua, pues triángulo, rombo y trapecio implican una fuga” y, así, la posibilidad de un espacio más allá del bidimensional. García Ponce apuntaba que así se conseguía, a partir de “un módulo arbitrariamente elegido, sin ningún significado ni ninguna utilidad más allá de las posibilidades combinatorias que el artista supone en las formas que ha elegido para constituirlo”, una obra desplegada “como una multiplicidad de variaciones” que, finalmente, “ataca y disuelve la noción de obra única, cerrada, para poner en su lugar un puro sistema de relaciones que se apoyan y reflejan entre sí sin ningún centro; pero al hacerlo también ataca y disuelve la noción de autor.”
“No hay un espacio para contemplar sino un espacio para construir otros espacios”, dirá Octavio Paz en un texto, fechado el 16 de noviembre de 1973, y que fue parte del catálogo de la exposición. Paz dice que la predilección de Felguérez “por la geometría y sus construcciones lo llevó a la arquitectura y de ésta al arte público.” Y agrega: “El espacio arquitectónico no sólo obedece a las leyes de la geometría y a las de la estética sino también a las de la historia. Es un espacio construido sobre un espacio físico que es, asimismo, un espacio social.” Mediante la conjunción de pintura, escultura y arquitectura, dice Paz, Felguérez buscó “inventar un nuevo espacio”. Ahí es donde entra en juego la pregunta que formula Felguérez: ¿qué pasa si simplemente cambiamos de escala?:
El hombre ya no observará un tiempo en el espacio, sino que puede gastar un tiempo en atravesar ese espacio y así su visión se verá afectada siempre de forma diferente. Para sentir la forma en su totalidad, necesitará distancia y nivel, a medida que se aproxime a ella ésta se parcializará y ofrecerá múltiples visiones; es decir, estamos en el espacio urbano, en la utopía de la ciudad solar de Vasarely o en la ciudad en que cada edificio es sólo una forma parcial del plano básico que la contiene.
Felguérez llega a afirmar que “vivir en la armonía formal provocaría necesariamente una armonía social” y que “es el rompimiento de esa armonía una de las causas de la fealdad de los conglomerados urbanos en la actualidad.” Por tanto, a esa otra escala, haría falta “un diseño que permita su multiplicación sin perder su calidad objetual”; una obra “una obra que sea capaz, en su multiplicación, de conservar los métodos básicos de su existencia estética, su calidad de objeto y no de documento.” Ahí es donde entra, pues, la disolución de la noción de obra única, cerrada, de la que habla García Ponce, el puro sistema de relaciones en el que, como concluye Felguérez, “el estado de equilibrio del sistema plástico lingüístico para la generación de estructuras múltiples, estará dado por esa solución como un método autogenerador de formas.”
Manuel Felguérez nació el 12 de diciembre de 1928 en Zacatecas, México, y murió el 8 de junio de 2020.
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