Los dibujos de Paul Rudolph
Paul Rudolph fue un arquitecto singular. Un referente de la arquitectura con músculo y uno de los arquitectos más destacados [...]
19 enero, 2014
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
El próximo sábado 22 de marzo se presentará el libro Encajes urbanos en la Ciudad de los Libros, Ciudadela, que recoge la producción del despacho que lidera Javier Sánchez. Los primeros pasos de su fulgurante carrera quedaron registrados en el libro Higuera+Sánchez de 2005. Este nuevo volumen retoma su obra donde terminó el primero. Como sus proyectos y obras que van construyendo un discurso a partir de ciertas estrategias, este libro elabora una narrativa sobre los cimientos del anterior. Aquel relataba las obras incipientes detectando la construcción de un lenguaje, de un modo de abordar el proyecto y, sobre todo, de una estrategia urbana. Desde sus primeras obras se reconoce en la trayectoria de Javier Sánchez una clara voluntad de hacer ciudad. En éste, permanece la actitud pero el marco de actuación es mucho más amplio. No sólo desborda los límites de la Colonia Condesa, en la ciudad de México, de las primeras construcciones sino que lleva a cabo proyectos en otras ciudades y otros países. Conserva, eso si, la voluntad por construir la ciudad más allá del proyecto, por completar la cuadra o la calle con otra obra que de alguna manera dialoga con la anterior y la siguiente. Lo que ya sucedió años atrás en la calle Veracruz de la Colonia Condesa con la secuencia de cinco proyectos consecutivos sobre una misma cuadra, se completa ahora con otros dos a ambos extremos de la misma calle. Quince años de carrera profesional, sin pausas ni fisuras, que quedan relatados en dos libros consecutivos. Éste con más de veinte obras escogidas entre una producción más vasta que refleja la evolución, la madurez y la consistencia de una trayectoria ejemplar.
Calidad y eficacia no van siempre de la mano. Y en arquitectura rara vez coinciden. Sin embargo es el deseo intrínseco de todo proyecto: la gestación de una idea, de un producto, de un objeto, de un edificio y, hasta de una ciudad, pretende en su estado germinal aunar calidad y eficacia, forma y función, belleza y estructura. Es conmovedora la complejidad con que Borromini se recreó en la aguja espiral que corona San Ivo a la Sapienza, pero quizá sea más impresionante la capacidad de Bernini por fusionar el proyecto arquitectónico con la escultura y la pintura, o como era capaz de organizar un taller colectivo y a su vez gozar del favor de siete papas, hasta el punto que el ambicioso Urbano VIII le otorgó el cargo de el arquitecto de Dios. Así, trabajando para dios o para el diablo, realizó el baldaquino salomónico de San Pedro de Roma, esculpió el éxtasis de Santa Teresa y construyó la columnata elíptica del Vaticano entre escalinatas y columnas fugadas, llegando a ser uno de los primeros arquitectos globales, invitado por Luis XIV a reestructurar el palacio del Louvre.
Hace años ya se percibía en la mirada honesta de Javier Sánchez, en su trato amable y en su arquitectura culta aunque poco protagónica, una tenacidad de corredor de fondo que no competía con los coetáneos y mucho menos con los amigos, sino con –que no contra- generaciones pasadas y venideras. Su trabajo no consistía entonces, ni consiste ahora, en la recreación de la espiral como contorsión de una obra autoral sino en la compresión de la complejidad que alberga el sentido común, tan poco común, por cierto. Su trabajo, que se publicó “prematuramente” para tantos colegas, demostraba un interés contextual, donde el usuario y la ciudad estaban detrás de cada decisión formal. Javier Sánchez ha sabido organizar un equipo de trabajo y ha gozado de la confianza de inversionistas y políticos, que le han permitido cambiar de escala y abrir nuevos frentes con oficinas en la ciudad de México y en Lima. Su arquitectura toma del contexto existente o potencial las claves del proyecto. A veces basta el trazo art-déco vecino para componer en clave contemporánea; otras interviene a partir de cuerpos coloniales o esqueletos modernos y, en las más recientes, define las condiciones del contexto futuro. Y con el tiempo a cuestas, con la perspectiva de estos años siguiendo con atención sus logros, se puede corroborar como Javier Sánchez ha logrado perseverar en una arquitectura que, pese a los embates de las crisis y las modas, se balancea entre la calidad y la eficacia.
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