Casa manifiesto
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11 junio, 2012
por Juan José Kochen | Twitter: kochenjj
Durante el siglo 19, Tacubaya era uno de los centros de población más importantes de la ciudad de México y escala para quienes viajaban hacia el poniente rumbo a Mixcoac o San Ángel. A finales de este siglo se empezaron a desarrollar nuevos fraccionamientos y colonias como San Miguel Chapultepec, San Pedro de los Pinos y Escandón, que en su momento fueron ampliaciones de Tacubaya.
Entre los callejones de esta emblemática colonia en la delegación Miguel Hidalgo –además de otros edificios insigne del siglo XX como el Edificio Ermita y el Conjunto Isabel de Juan Segura, y la Secretaría de Salubridad de Carlos Obregón Santacilia– se ha delineado un triángulo en proceso cuyas aristas mantienen cierta permanencia y transformación. Más allá de esta figura geométrica, Tacubaya conserva edificios fundamentales para la comprensión de la arquitectura y morfología de la ciudad.
Tacubaya, convertida en personaje(s) por cronistas como Salvador Novo, José Joaquín Blanco o Héctor de Mauleón, sugiere direcciones coetáneas al final de la calle General Francisco Ramírez, como parte de la colonia Ampliación Daniel Garza. La elección de esta pequeña calle en el antiguo barrio de Tacubaya es, por sí misma, una de las primeras declaraciones en el manifiesto de la obra de Luis Barragán en un barrio popular.
Después de algunos años de actividad profesional en la capital, a principios de los cuarenta, Luis Barragán adquiere terrenos sobre la calzada Madereros, junto al Bosque de Chapultepec. En esta zona realiza algunos jardines privados y su primera residencia, la Casa Barragán/Ortega en el número 20 y 22 de la mencionada calle General Francisco Ramírez. Barragán se mudó a esta casa en 1943, un año después de haberla terminado, y posteriormente la vendió para construir su casa-estudio en el número 14. Barragán diseñó esta casa mientras desarrollaba la urbanización de El Pedregal, entre 1947 y 1948 (Valente, Ilaria y Zanco, Federica, Guía Barragán (2010), México, Fundación Barragán, Arquine).
La Casa Luis Barragán –ahora museo propiedad del gobierno de Jalisco y de la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán– fue reconocida como Patrimonio Mundial de la UNESCO en 2004 y se trata del único inmueble en América Latina que ha logrado esta distinción por ser “una obra maestra dentro del desarrollo del movimiento moderno, que integra en una nueva síntesis elementos tradicionales y vernáculos, así como diversas corrientes filosóficas y artísticas de todos los tiempos”, según la declaratoria. La casa, al igual que la mayoría en la calle, es un contenedor compacto que cierra su fachada hacia el exterior.
A un costado se ubica el Archivo Diseño y Arquitectura (ADA), “un espacio de revisión, colección, promoción, exhibición y difusión del diseño en sus distintas vertientes”. Está emplazado en el número 4, en una casa construida por el artista Arturo Chávez Paz, quien también edificó la casa 7. El archivo –cuya entrada es a partir de un túnel que se abre hacia el jardín posterior de la casa– contiene dos acervos: una colección compuesta por mil 300 objetos de Fernando Romero y un acervo –aún en proceso– con bibliografía sobre arquitectura y diseño. Se puede visitar una exhibición dispersa de las piezas del archivo curada por Guillermo Santamarina (La felicidad es una esponja caliente (y fría)), además de una serie de Fonosistemas curada por Regina Pozo.
El tercer lado de este reciente triángulo con notable historia se traza justo en frente. En el número 5 se tiende un puente entre tiempos culturales diversos, subvirtiendo así la linealidad histórica y su transformación. Enrique del Moral construyó su casa en 1949 –un año después que la casa Barragán– posterior a la casa Yturbe en Acapulco (1944) y anterior a la casa Quintana en San Ángel (1955), que en conjunto, “ejemplifican no sólo el dominio del espacio íntimo sino la posibilidad de extenderlo, convirtiéndolo en parte del paisaje. Denominado por el teórico británico William Curtis —al trazar algunos paralelismos entre su obra y la de Barragán— como quien “reinventó el patio en torno a una mitología del modo de ser mexicano”, Del Moral trabajó siempre regido por la fusión de lo que él denominaba “lo general y lo local”” (Fernanda Canales en Enrique del Moral (1906-1987)). La casa del Moral fue transformada literal y radicalmente al grado de no reconocerse como tal –obra de Fernando Romero, quien también restauró ADA– y ahora alberga a la galería LABOR, cuya nueva sede abrió sus puertas con una serie de Rompecabezas de Pedro Reyes (1972).
Y como un mismo rompecabezas triangular, esta zona de Tacubaya va construyendo una historia propia y con un papel efervescente sobre la difusión, exposición y debate en torno al arte, el diseño y la arquitectura. Además del valor cultural y de renovación urbana, como museos o galerías, estos espacios cumplen otra función en la que el contenedor define los contenidos como arte, y a la vez, los mismos contenidos determinan la identidad de propio contenedor ‘arquitectónico’. Esto en una misma calle de la ciudad, como parte de una labor de archivo coetánea en casas modernas del siglo XX.
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