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El proyecto del Bosque de Chapultepec

El proyecto del Bosque de Chapultepec

17 agosto, 2020
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria

 

Los proyectos hay que celebrarlos. Bienvenido un proyecto que conlleve mejoras al  mayor pulmón de la capital mexicana. Sin embargo, ante la presentación de un proyecto público de gran impacto, tras dieciocho meses de gestación, es procedente analizar, cuestionar y criticar una propuesta encaminada a ejecutar miles de millones del erario público en un momento de extrema crisis económica, ecológica, sanitaria y social, sin que necesariamente la crítica conlleve a alentar la polarización, sino poner sobre la mesa una discusión que atañe a todos los ciudadanos. 

Estos días, la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, la Secretaria de Cultura Federal, Alejandra Frausto y el artista plástico Gabriel Orozco, encabezaron la presentación del Plan maestro general del proyecto denominado “Bosque de Chapultepec: Naturaleza y Cultura”, uno de los programas prioritarios de la actual administración que implica la restauración de varias áreas de las cuatro secciones del Bosque para generar recintos culturales y ambientales y la construcción de nuevos inmuebles. La Secretaria de Cultura indicó en la presentación, que el Gobierno de México ha destinado “una inversión histórica para el rescate natural y cultural del bosque, y no vamos a hacer nada por ponerlo en riesgo, por el contrario es un rescate y un proyecto de promoción del Bosque de Chapultepec como área natural”. A su vez, el artista Gabriel Orozco, que recibió el encargo directamente del Presidente de la República, señaló que “no hemos parado de trabajar, hemos seguido avanzando en planes, estudios, conversaciones con el Consejo Rector y con las Secretarías implicadas”.

En la presentación se definieron varias áreas de actuación. Fundamentalmente se trata de la restauración de la flora, desde criterios de sustentabilidad que privilegien las especies autóctonas y requieran poco mantenimiento; la creación de nuevos equipamientos culturales; y la conexión entre las distintas secciones, con los proyectos de puentes diseñados por el arquitecto Benjamín Romano, el primero de los cuales será un amplio puente en curva de más de cuatrocientos metros de largo, que pasará entre los dos niveles del Periférico, quizá como un homenaje al presidente, que siendo Jefe de Gobierno, inició los segundos pisos. De los nuevos equipamientos culturales, el primero será el Museo del Maíz, ubicado en el antiguo Molino del Rey de Los Pinos, remodelado por el arquitecto Oscar Hagerman. En la segunda sección se prevé la construcción de un jardín botánico y, ocupando el espacio del orquidiario del actual jardín botánico de la primera sección, se propone el Pabellón Mexicano de Arte Contemporáneo. La cuarta sección, que actualmente pertenece a la Secretaria de Defensa, se incorporará al bosque de Chapultepec con nuevos equipamientos: uno de ellos es el rescate y restauración de la Ermita Vasco de Quiroga, del siglo XVI, para albergar un centro de medicina tradicional. A su vez, se rescatará la Antigua Fábrica de Pólvora para albergar exposiciones sobre la cultura, historia y educación militar mexicana desde sus orígenes prehispánicos hasta nuestro días. Es decir, un museo del Ejército. También será sede de la Bodega Nacional de Arte, un espacio expositivo y de conservación de las colecciones públicas y de los museos históricos del país, que actualmente están repartidas en distintas sedes, supuestamente en mal estado. También se prevé en la cuarta sección una nueva sede de la Cineteca Nacional.

Queda por conocer las características de cada proyecto, los costos, los alcances y los tiempos previstos, pues el Plan Maestro presentado, no es más que un documento preliminar sin mayor detalle, ni partidas presupuestales, ni planos de ejecución. Tampoco queda definida la relación con las colonias adyacentes, ni la conexión con los sistemas de transporte, ni la transformación de las barreras perimetrales (como Constituyentes, que imposibilitan el acceso al parque desde colonias hasta ahora marginadas) en avenidas para ciudadanos. 

Ante esta presentación de proyectos y promesas surgen algunas preguntas. La primera tiene que ver con la pertinencia de concentrar más equipamientos culturales en la zona mejor dotada del país y en la ciudad que probablemente cuenta con mas museos del mundo, aunque la inmensa mayoría de ellos carecen de presupuesto suficiente para su operación y programación. No tienen dinero. Sin duda, en un momento de gravísimas crisis sanitarias, ecológicas, sociales y económicas, sorprende que se privilegie invertir en nuevos equipamientos. 

También cabe cuestionar la autoría del proyecto, el encargo directo al artista Gabriel Orozco —en el mejor estilo de Napoleón III y su barón Haussmann, o de Adolfo López Mateos y su arquitecto Pedro Ramírez Vázquez— confiando en el valor de cambio que se delata hasta en el tamaño de su nombre en el encabezado del proyecto presentado. Un artista que expresó públicamente que, al no tratarse de un proyecto de construcción sino de rescate, no requería la incorporación de arquitectos e ingenieros en la fase de conceptualización, pues no se necesita inyectar más concreto al bosque (sin duda una reducción a mínimos de las profesiones que hasta ahora han sido capaces de orquestar grandes transformaciones urbanas, sin que ello implique inyectar concreto, por cierto). Mas que confiar en la “marca Orozco” (como acuñó Jose Castillo en el programa radiofónico Al Aire, aunque el término apareció desde la exposición Oxxo en la Galería Kurimanzutto), un proyecto de este tamaño debería considerar el camino andado en las últimas décadas por excelentes profesionales e incluir también en la gestación de un proyecto tan vasto a equipos multidisciplinarios, que emergieran de un debate social. Colaboraciones que deberían surgir del resultado de concursos y no de asignaciones a dedo. Algunos llevamos mas de veinte años convocando anualmente concursos abiertos, interdisciplinares e internacionales, convencidos que las mejores ideas surgen de la confrontación de propuestas y que la democracia emerge del debate y no de las asignaciones directas propias del despotismo (eventualmente) ilustrado. Por ello, aunque el artista vaya añadiendo a algunos destacados arquitectos, arqueólogos o paisajistas en el elenco de colaboradores, sigue faltando una discusión pública que avale la pertinencia de un proyecto que concentre tanto programa y presupuesto público.

A su vez, para los que pensamos que el trabajo dignifica y que debe ser justamente remunerado, vemos con cierta sospecha que los autores sean unos superprivilegiados que puedan regalar su trabajo (quizá a cuenta de las regalías de los derechos, en el mejor estilo de Christo, ya que “las maquetas, planos, fotografías, documentos del ámbito artístico-conceptual y demás obras que el Maestro Orozco produzca directamente, son considerados como obras de arte originales y serán de su autoría y propiedad de conformidad al artículo 12 de la Ley Federal de Derechos de Autor, siendo aplicable lo pactado en la cláusula séptima del Convenio de Colaboración SC/UAF/COLAB/164” según reza a pie de página en el proyecto publicado).  No hay mejor contrato —transparente y democrático— y motivo de orgullo, que cobrar justamente por el trabajo. Hasta el Requiem de Mozart, que estoy oyendo, fue un encargo pagado.

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