Habla ciudad : París
Paris es la ciudad-vitrina por excelencia. Lo que ahí sucede será fríamente analizado por capitales gemelas —Nueva York, Londres, Roma— [...]
8 noviembre, 2018
por Pilar Echezarreta
El funcionalismo de principios del siglo xx a través de uno de sus personajes fundamentales, Louis H. Sullivan, dictó que “la forma siempre seguía la función, y esa es la ley”.(1) Esto fue cierto a lo largo de todo el movimiento moderno, hasta convertirse en un sistema de medición cualitativa de los proyectos arquitectónicos. “La forma siempre” enseguida de la “función”.
Esta frase resonaría por largo tiempo en la práctica arquitectónica, incluso hasta nuestros días para ciertas escuelas. Si esta premisa fue imperativa durante décadas, el postmodernismo de finales de los años setenta consiguió desestabilizar esta verdad, balanceándose al lado opuesto, donde la ornamentación historicista y la constante referenciación constituirían el nuevo manifiesto de la arquitectura internacional.
Mientras tanto, una nueva generación de arquitectos trabajaría el espacio construido bajo un nuevo orden, aquel de la fragmentación, alineado a lo que el filósofo francés Jacques Derrida define, en la segunda mitad del siglo xx, como deconstructivismo. Este principio se basa en desmantelar la lealtad obsesiva hacia cualquier orden establecido: separar sus partes para aprender a observar los aspectos fundamentales de la verdad, que podrían subyacer en su justo opuesto.
En el terreno de la arquitectura, el diseño fragmentado, alejado de las geometrías euclidianas, el diseño no lineal permitiría distorsionar los elementos fundadores de la disciplina: la estructura y la piel del edificio. El resultado arquitectónico sería entonces la construcción de un caos controlado. Probablemente, este proceso está dirigido por una voluntad fehaciente de cuestionar cada convención, cada compromiso hacia un orden preestablecido.
Si a finales de la década de los ochenta el discurso teórico de la arquitectura dio un giro importante, fue el mismo caso para sus métodos de representación, lo que permitió que el dibujo tomara un papel dominante en la expresión arquitectónica.
Inspirada por la estética suprematista de Kazimir Malévich de principios de siglo xx, dame Zaha Hadid involucró en sus primeros proyectos elementos tan variados o disímiles como la fluidez de las plantas, la integración de signos ajenos a la arquitectura, la composición del esquema arquitectónico mediante fugas espaciales, suspensiones y vacíos. Su trabajo en este campo se reconoce sobresaliente. En sus primeras pinturas para los proyectos Malevich’s Tektonik (1976-1977), para su tesis de graduación en la Architectural Association (aa); The Peak Leisure Club (concurso en Hong Kong, 1982-1983), The World (89 Degrees) (1983)(2), Grand Buildings, Trafalgar Square (1985) y Haffenstraße Development (1989), vemos la clara intención de reajustar la experiencia de la arquitectura a un nuevo orden. Zaha no negó en aquel momento el impacto que Malévich tuvo en su formación, adoptando el dibujo como un potente medio para la representación, y la abstracción como un lenguaje renovador de la arquitectura.
Luis Rojo de Castro(3) hace un paralelismo entre los principios de la representación perspectiva y los principios de la construcción de vanguardias. El primero como el ejercicio de someter todo objeto representado a un “punto de fuga”, o punto cero, definido arbitrariamente por quien la construye, imponiendo así un orden unificador. En las vanguardias, el punto a partir del cual cada obra producida es un comienzo de cero. Éste será el hilo conductor en la obra de Zaha Hadid.
En 1992, Zaha realizó el diseño para la exposición La gran utopía: la vanguardia rusa y soviética, 1915-1932, celebrada en el Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York. Ésta era la primera vez que dicho museo otorgaba la oportunidad, y el privilegio, a un arquitecto para diseñar una exposición. En ese entonces, la ciudad continuaba bajo el encanto de los New York Five,(4) un movimiento de corte neorracionalista inspirado en la obra de Le Corbusier. En ese contexto y a través de Great Utopia (1992), serie de dibujos y maquetas para el diseño del espacio central del museo, Zaha coqueteaba con la obra de Malévich y Tatlin, al crear una espiral de elementos en explosión, detenidos en el tiempo, dentro de la gran caminata espiral de Frank Lloyd Wright. El orden de los elementos autónomos flotaba en equilibrio en un lugar inestable, suspendidos en una dimensión temporal paralela, un lugar de indeterminación. Esta propuesta vendría a presentar con fuerza una nueva manera de hacer arquitectura en Norteamérica: la propia de Zaha Hadid.
A finales de los años noventa, frente al inquietante comienzo de un nuevo siglo, con los recientemente estrenados —y aún torpes— métodos digitales de representación y visualización de la arquitectura, la práctica adoptó nuevos lenguajes y nuevos procesos de creación. La idea del “espacio” en arquitectura se aproximaba al pensamiento de Guattari y Deleuze sobre el rizoma, concepto en el que se plantean multiplicidades más que jerarquías: no hay principio y final, o arriba y abajo, el espacio es liso y estriado a la vez. La arquitectura quedaría inmersa en un terreno formal por desarrollar, mediante nuevas geometrías, configuraciones del espacio, dinámicas de circulación y comprensión del programa de ocupación espacial y, en consecuencia, un nuevo entendimiento del concepto de “función”.
En medio de la revolución digital de fin de siglo, Zaha Hadid fundó su propio despacho en 1979 y fue profesora en la aa School of Architecture en Londres hasta finales de los ochenta. Ya había conseguido resultados prometedores en concursos y exposiciones internacionales con láminas que desafiaban la comprensión de la arquitectura, por lo que representaba una energía en el panorama arquitectónico que no debía ignorarse.
Para 1993, la estación de bomberos para la fábrica de muebles Vitra en Baden, Alemania, estaba finalizada, lo que garantizó una exposición global de su trabajo cuando su trayectoria demostraba un completo dominio de esta nueva y desafiante arquitectura que nacía en su despacho. Galardonada en 1994 con el premio alemán Erich Schelling —uno de los reconocimientos más importantes a la práctica y a la teoría de la arquitectura—, Zaha Hadid cristalizaba el inicio de una nueva expresión.
De ultravanguardia, Zaha tuvo una forma particular, única, de comprender su tiempo y el espacio, el “edificio” y su inserción en la realidad contextual. Su visión es la de la dinámica y el vértigo, inflexiones de un tiempo en el que el compás se había precipitado. La forma y la función, junto con el complejo engranaje de variables que construyen la disciplina, avanzaban, ya no en jerarquía, sino simultáneamente hacia la aceleración.
Zaha Hadid ya se había graduado en matemáticas cuando comenzó su formación arquitectónica en la aa. Sin duda, esta base influyó en su interés por la geometría, pues evidencia su comprensión del espacio y la ingeniería. Las geometrías construidas le son conocidas. No se trata simplemente de realizar las formas curvas o superficies continuas que se anunciaban en el discurso arquitectónico, sino de comprender, investigar y desarrollar formas que nunca antes se habían explorado en el campo de la construcción del espacio. Si en la década de los ochenta el dibujo como herramienta de representación y el deconstructivismo en la arquitectura transformaron la expresión formal del espacio, en la primera década del nuevo siglo, las plataformas digitales y los modelos paramétricos de construcción allanaron el camino hacia una concepción topológica de la forma arquitectónica.
Zaha supo configurar el perfil de su equipo de trabajo para desarrollar los diferentes proyectos a gran escala que realizaría la oficina en adelante. Así, no solamente creó un despacho de arquitectura, sino una nueva escuela de diseño. Su trayectoria profesional estaría caracterizada por un innegable carácter, gran planeación, temple y, desde luego, un admirable carisma. En 1999 el proyecto de Zaha Hadid Arquitectos (zha) para el Museo Nacional de las Artes del Siglo xxi (maxxi) en Roma fue declarado ganador dentro del concurso internacional convocado por el Ministerio de Bienes y Actividades Culturales de Italia. Diez años pasaron antes de que el proyecto abriera sus puertas al público. En 2010, el barrio de Flaminio, a las afueras de la ciudad, se vio revitalizado por la inserción de este ambicioso proyecto. Más que un museo, maxxi se transformó en un sitio cultural de escala urbana: no se trata de un edificio aislado, sino de un campus cultural, un “lugar”. En 27 000 m2 de construcción, entre galerías y espacios abiertos, las actividades se entretejen en diferentes niveles y dimensiones espaciales, por lo que el edificio se vuelve una fuerza concéntrica, un vórtice que estimula el entorno urbano.
Como en el caso del maxxi, Hadid contribuyó magistralmente en la transformación del paisaje urbano, el paisaje artístico y el académico. Su implicación en proyectos de gran escala permitió posicionar en el mapa arquitectónico ciudades enteras. En un tiempo en el que la arquitectura se convirtió en una forma de representar ciudades y la ambición por hacerlo se acentuaba, zha imprimió esta fuerza renovadora en cada uno de los contextos y en cada continente donde se insertan sus proyectos.
Elegir unas formas geométricas sobre otras, va de la mano de la posibilidad de construirlas. Si la estación de bomberos en Suiza (1993) era representativa del periodo deconstructivista, el Centro Heydar Aliyev en Azerbaiyán (2007-2011) explicita la inserción en un campo específico de la investigación. Las superficies complejas que componen el conjunto arquitectónico, desde el edificio, sus interiores y su extensión en el paisaje urbano, pero sobre todo su estructura, han sido diseñados en armonía para comportarse de una manera específica, transformando la experiencia espacial bajo un nuevo lenguaje. La creación de topología urbana como una ciencia que interviene desde el esqueleto del edificio (su estructura fundadora) hacia la piel exterior. Ahí, zha marcó el camino para una nueva manera de comprender el quehacer de la construcción de la arquitectura. El estudio abría la nueva enciclopedia de la forma arquitectónica construida.
Zaha Hadid se abandonó a una vanguardia en la que el tiempo presente, el discurso arquitectónico e incluso los métodos constructivos debieron acelerarse para ofrecer respuestas concretas y construibles a sus propuestas; no sin enfrentarse a una resistencia por el hecho de ser mujer y de ser árabe. Ambas condiciones, explica “me hicieron más fuerte, más precisa, cosa que probablemente se refleje en mi arquitectura”.(5) Su visión, ya sea en arquitectura, arte, diseño industrial o teoría del diseño, representa una configuración intelectual específica, y resulta estéril analizarla desde una perspectiva de género o justificarla dentro de un contexto geopolítico y social específico. Aunque reconoció que el medio de la arquitectura en Occidente era un medio hostil para las mujeres, su enfoque excluía la distinción de género. En la tarea por transformar el presente como lo conocemos, cualquier ser poderoso e inteligente podría convertirse en un actor dentro esa transformación, explicaba. Zaha Hadid no solamente supo escribir el presente de la arquitectura, sino que trazó el camino hacia el futuro al abrir la brecha a múltiples disciplinas, desde el arte, la filosofía, la teoría de la arquitectura y el diseño, la ingeniería civil y, desde luego, la práctica arquitectónica.
Si bien la fundación de la práctica arquitectónica de Zaha Hadid sucedió en Europa y se expandió globalmente, no podemos olvidar el mérito de haber contribuido a situar a Irak, su país natal, en el mapa de la modernidad cultural. Esta intención fue precedida por Le Corbusier, Frank Lloyd Wright o Alvar Aalto, quienes en su época ya habrían realizado propuestas para la emergente ciudad de Bagdad. Este ambiente histórico se identifica con los movimientos de modernidad de los países latinoamericanos, cuyos momentos de transición se convierten en incubadoras de talentos.
Asesora del Consejo Editorial de la Enciclopedia Británica (2005-2006), premio Pritzker de la Arquitectura (2004), Praemium Imperiale (2009), Dama Comandante de la Orden Más Excelente del Imperio Británico (2012) ⎯entre otras condecoraciones a su carrera⎯, Zaha nos transfiere el legado de la perseverancia y el trabajo arduo en la profesión. Mejorar las condiciones de nuestro habitar no representa un sueño realizado, no es un regalo de la suerte, es el fruto de un trabajo infatigable, de la investigación ambiciosa y de la determinación de transformar la realidad como la conocemos. Propulsar nuestras condiciones de habitabilidad espacial avanzando hacia un progreso tangible, es consecuencia de la tenacidad, la constancia, la planeación estratégica, de un acercamiento particular al sentido de la estética, y de un talento privilegiado.
Si Zaha Hadid revolucionó el universo del diseño fue, en gran medida, gracias a su visión matemática y su entendimiento del tiempo presente. La interpretación de las necesidades específicas de cada proyecto, el manejo de secuencias espaciales, la voluntad de adaptar piel y estructura del edificio a las intenciones arquitectónicas, la intervención en diversas escalas, la utilización de los medios de representación como una poderosa herramienta y la capacidad de transformar proyectos en zonas magnéticas que nos orillan a una dimensión acelerada y estable a la vez: todos estos componentes de la visión de zha legitiman su desarrollo de proyectos intemporales, suspendidos en un espacio aparte.
Originalmente publicado en Zaha Hadid Architects. Diseño como segunda naturaleza, editado como parte de la serie Folios MUAC, volumen 070, en coedición con Editorial RM, 2018.
En el marco de la exposición El diseño como segunda naturaleza en el MUAC, expuesta hasta el 03.03.2019
Notas
1. Louis H. Sullivan. “The Tall Office Building Artistically Considered”, Lippincott’s Monthly Magazine, Londres, vol. 339 (marzo de 1896), p. 408.
2. Dibujo conceptual que recupera ideas sobre los experimentos no realizados del modernismo.
3. Luis Rojo de Castro, “Formas de indeterminación”, El Croquis, Madrid, núm. 103: Zaha Hadid, 1996-2001 (2001).
4. Peter Eisenman, Michael Graves, Charles Gwathmey, John Hejduk y Richard Meier.
5. Huma Qureshi, “Zaha Hadid: ‘Being an Arab and a woman is a double-edged sword’”, The Guardian, 14 de noviembre de 2012. Disponible en: <https://www.theguardian.com/lifeandstyle/2012/nov/14/zaha-hadid-woman-arab-double-edged-sword>.
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