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El filántropo arquitecto

El filántropo arquitecto

3 noviembre, 2021
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

Charles Thomas Munger nació en Omaha, Nebraska, el 1 de enero de 1924. Pronto cumplirá 98 años. Es socio del multimillonario Warren Buffett. Ocupa el lugar 1580 en la lista de multimillonarios de la revista Forbes, con una fortuna calculada en 2,300 millones de dólares. Hace unos días su nombre apareció en varios portales dedicados a la arquitectura después de que Dennis J. McFadden, arquitecto con estudios en las Universidad del Sur de California y Princeton y director de diseño de la firma Leo A Daly, renunció al Comité de revisión de diseño de la Universidad de California en Santa Barbara, en protesta por el diseño de un edificio de dormitorios para más de 4,500 personas, para cuya construcción Charles Munger había donado 200 millones de dólares. Con una condición: que se construya de acuerdo a su propio diseño.

Desde entonces, la nota a pasado de los medios dedicados a la arquitectura a los grandes periódicos de los Estados Unidos. La imagen de la perspectiva exterior del masivo edificio, con molduras de aire neoclásico, no sorprende tanto como la planta que muestra el tamaño y la distribución de los dormitorios. Es precisamente por eso último que McFadden renunció, diciendo, según da cuenta el portal Archinect, que le resultaba “insoportable desde su perspectiva como arquitecto, como padre y como ser humano.” Y añadía: “El edificio es un experimento social y sicológico con un impacto desconocido en las vidas y el desarrollo personal de los estudiantes que atiende la universidad.”

Vista del edificio propuesto por Munger

Planta tipo

 

Planta tipo de una suite

 

El edificio propuesto por Munger tiene 9 niveles de dormitorios. En cada nivel hay ocho “casas”. Cada casa está formada a su vez por ocho “suites” a lo largo de un corredor que desemboca en un área común. Las suites están formadas por ocho habitaciones de aproximadamente 3 por 2 metros (10 x 7 pies), además de dos baños, una cocina y un comedor. Prácticamente ninguna habitación tiene ventanas. En un artículo publicado en Los Angeles Times, McFadden amplía la descripción:

Cada piso albergará a 512 estudiantes en un rectángulo 20% más grande que el área de la cancha del estadio de los Dodgers. El edificio, de más de 156,000 metros cuadrados —con sólo dos entradas— intenta experimentar una ingeniería social al crear espacios de vida comunal para grupos de 64 estudiantes en el perímetro del edificio, relegando las unidades de vivienda para 8 personas al interior. El ambiente está sellado; no hay ventanas hacia el exterior en el 94% de las habitaciones individuales.

“No me sorprende que alguien vea el diseño y diga «¿qué diablos pasa aquí?”, dijo Munger, el arquitecto filántropo, según una nota del New York Times. “Lo que está pasando —agregó— es que va a funcionar mejor que cualquier otra alternativa práctica.” Y en una entrevista con Fred A. Bernstein, publicada por Architectural Record, tras calificar como idiotas a sus críticos y asegurar que otras universidades estarían celosas de su proyecto, Munger afirmó haberse basado en la Unidad de habitación de Marsella, de Le Corbusier, corrigiendo sus errores —pues no funciona bien al ser un edificio demasiado estrecho. La falta de ventanas la justifica con referencias a los camarotes en los cruceros de Disney y la resuelve con pantallas led tras cortinas y con control de intensidad para que la persona que ocupe la habitación pueda regular la iluminación que prefiera.

Munger Graduate Residences, Universidad de Michigan

 

Y aunque la sorpresa y rechazo en el mundo arquitectónico por la propuesta de Munger son recientes, no se trata de su primer proyecto. Las Munger Graduate Residences, en la Universidad de Michigan, también diseñadas y financiadas por Munger, están formadas por suites con 6 unidades individuales y un baño privado. Sin ventanas en la mayoría de los casos. La falta de iluminación y ventilación naturales no impide que la Universidad de Michigan presuma que al vivir en el Munger “formas parte de una única comunidad de pensadores, diseñadores y actores […] habitando un ambiente que te pide crecer, adaptarte y prosperar.”

Las propuestas de Munger son, sin duda, un caso extremo de la relación entre diseño y precariedad —y, en este caso, “filantropía”. Pero desgraciadamente la construcción de espacios inapropiados para su ocupación, desde habitaciones para trabajadoras domésticas hasta “suites” vendidas como departamentos, es hoy una práctica habitual en el mercado inmobiliario, y muchas veces con el apoyo y supervisión de algún arquitecto.

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