10 junio, 2019
por Arquine
What can we do to free others
Teju Cole
El escritor, fotógrafo y curador Teju Cole fue invitado a dar el discurso para los graduados de la Graduate School of Design en Harvard. Hijo de padres nigerianos, Cole nació en 1975 en Kalamazoo, Michigan, pero creció en Lagos, a donde sus padres regresaron al poco tiempo de que naciera. A los 17 años volvió a los Estados Unidos. Es autor, entre otros libros, de la novela Open City y del libro de ensayos Known and Strange Things.
El discurso de Cole giró o, más bien, pasó de puerta en puerta, iniciando con una curiosa historia de una puerta que compró su padre en Brasil:
Cuando era un niño vivía en Lagos, Nigeria, con mis padres y hermanos. En esos días de los que hablo rentábamos un departamento de dos recámaras en una zona de clase media de la ciudad, en el último piso de una casa de tres pisos. Esto fue al rededor de 1981. Mi madre era maestra de francés. Tal vez si no hubiera tenido que cuidarme a mi y a mis hermanos, si las cosas hubieran sido distintas, debió haber sido diplomática. Mi padre era un gerente de nivel medio en una compañía multinacional procesadora de cocoa. Su trabajo lo llevaba fuera del país con frecuencia. Fue a Ghana, Costa de Marfil, Corea, Reino Unido y, con mayor frecuencia, Brasil. Como dije, alquilábamos el departamento. No éramos propietarios de nuestro propio hogar. Ni siquiera teníamos tierras. Pero una vez, al volver de Brasil, mi padre trajo consigo una puerta. Una bella puerta de madera de teca manchada en un fuerte color a miel. Luminoso. Grandioso. Era un misterio, ligeramente ridículo el haber comprado una puerta. Mi padre se había gastado todo su dinero en una magnífica puerta que había enviado desde Sao Paulo. También compró unas pesadas manijas y cerraduras de bronce y una barroca aldaba en forma de cabeza de león que ya tenía una pátina oscura. La puerta y la manija y la aldaba eran apropiadas para una catedral, así como las cerraduras, las bisagras y las llaves. Pero este es un hombre que no posee ninguna tierra. Guardamos la puerta en un cuarto y ahí se empolvó. Un amigo y colega suyo que estaba construyendo una casa entonces, vio la puerta. Su amigo dijo: oye, qué bella puerta, déjame comprártela. Mi padre dijo: no. Pagaré mucho por ella, dijo su amigo, realmente es bella. Por ningún precio, dijo mi padre. El quijotesco compromiso de mi padre, totalmente respaldado por mi madre, con una puerta para una casa no construida en un todavía imaginario terreno, siempre me ha acompañado. No sólo como un acto de fé, sino como cierto instinto para entender el poder simbólico de los portales.
A partir de la historia de la puerta que compró su padre para una casa que aun no construía en un terreno que aun no tenía, Cole se abre paso entre puertas y pasajes. Habla del concurso para diseñar las puertas del baptisterio de Florencia, en el que quedaron empatados Lorenzo Ghiberti y Filippo Brunelleschi, quien declinó, furioso, la propuesta de hacer la puerta junto con Ghiberti. El enojo, dice Cole, empujó a Brunelleschi a Roma, a estudiar su arquitectura y lo llevó después a diseñar la cúpula de Santa María de las Flores, la catedral frente a la cual Ghiberti trabajaba en las puertas del bautisterio. ¡Eso es lo que haces con una decepción!, dice Cole. Luego, tras referir la etimología de la palabra door, habla de Teophilus Van Kannel, nacido en Filadelfia en 1841 y quien, según Cole, odiaba el ritual de ceder el paso ante una puerta, lo que lo llevó a inventar las puertas giratorias. Otro más a quien su rechazo por la manera como son las cosas lo lleva a inventar otras nuevas. No hay casa sin puerta, dice: una carta sin puerta es una prisión o una tumba.
Más adelante, Cole les dirá a los graduados del GSD de Harvard: “el diseño no es un ejercicio intelectual. Implica responsabilidad ética.” Y agrega:
“Hay quienes acceden a construir prisiones, hay quienes acceden a construir campos de detención. La opresión siempre ha sido útil para los arquitectos y urbanistas. Todo lo que traiciona a nuestra colectividad humana depende de gente como ustedes. Con habilidades como las suyas. El fascismo, pequeño o grande, requiere señalización y publicidad, requiere un diseño vívido y la arquitectura de la enemistad. La historia nos asegura que mucha, mucha gente es arrastrada por el flujo de su seducción. ¿Serán ustedes uno de aquellos que rechace participar incluso cuando saben que no habrá medallas por su rechazo?”
Cole termina asegurando su confianza en que los recién graduados diseñarán para abrir puertas, en el mundo o en la academia, respondiendo la pregunta que plantea en su discurso: ¿qué podemos hacer para que los otros sean libres?