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Columnas

Dignidad

Dignidad

20 julio, 2016
por Pablo Goldin

“A falta de ceremonia oficial hubo bendición por el padre Nacho, quien se dijo sacerdote guadalupano dedicado a atender drogadictos y alcohólicos: “Dios bendiga esta obra monumental que ha recibido cientos de mentadas de madre, pero que hoy es un homenaje para el pueblo mexicano. Esperamos que no haya accidentes y Dios cuide a la gente que la utilice”, pregonó en la entrada de San Antonio e Indiana, mientras mojaba el pavimento y al desmañanado grupo de vecinos, reporteros, policías, los pollos de Radar Vial y hasta cómicos de televisión.”

Susana Gonzalez y Laura Gomez. La jornada México D.F. Jueves 12 de junio de 2003

Discutir si el proyecto “Vía Verde” es ecológico o no resulta inútil: aquellos que lo defienden tienen razón. Tener plantas en unas columnas es más “verde” que no tenerlo y en apariencia salió gratis; así hasta las patadas son bien recibidas diría el dicho. La problemática de esta historia no reside en saber si nos oponemos o no a una ciudad más verde sino en las implicaciones y el balance de beneficios y sacrificios que proyectos privados ofrecen en espacios públicos. Bajo esta lógica de asociaciones público-privadas donde la inversión privada cumple las funciones del estado a cambio de un margen de ganancia y las obras públicas en general son sujetas a sospechas y dudas, intervenir una avenida implica levantar un centro comercial, ordenar un nodo de transporte incluye una torre, dignificar una zona marginal comprende un guerrero Chimali y combatir la contingencia ambiental resulta en jardines verticales de una empresa y publicidad. Hoy hablamos de un gobierno que dice no tener recursos para llevar a cabo proyectos de vital importancia, de una iniciativa privada que necesita generar ganancias con obras que deberían ser realizadas por el gobierno y de una historia de concreto, promesas y rencores conocida como el Segundo piso del Periférico a la cual se agrega un nuevo episodio.

Por encima del primero y a la expectativa de un tercero, el Gobierno del Distrito Federal, bajo la administración de Lopez Obrador, concibió en el 2002 un segundo piso para automóviles con la mesiánica ilusión de conectar dos partes de la ciudad que como tantas otras son aisladas por el tráfico, la calidad de las calles y la falta de un transporte público más eficiente y amplio.

Durante los 5 años que duró la construcción del primer tramo, inmensas ballenas prefabricadas de concreto migraron en dobles semi-remolques a lo largo del anillo Periférico hasta oscurecer el cielo y encallar caóticamente sobre una población acostumbrada al tráfico, la incertidumbre y las grandes obras sexenales. Recuerdo el odio y temor generalizados que nos envenenaban mientras el distribuidor vial era construido. Al inaugurarse, quienes pudieron transitar velozmente por sus carriles lo amaron mientras que aquellos que vieron la vista de sus casas y calles transformarse en grises panoramas lo siguen condenando.

Trece años después, cargado de historias y en calidad de un personaje más en el imaginario colectivo, el brutal y prefabricado monstruo sigue ahí y la misma firma que nos apantalló poniendo una polémica escultura verde en Avenida Chapultepec, nos ofrece jardines verticales de perfil cuadrado sobre las redondas y brutalistas columnas del segundo piso del Periférico.

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Los sentimientos favorables y reclamos negativos recolectados en los últimos días han sido muchos. Cierto es que todos respondemos positivamente a la pregunta que un video pensado para viralizarse en redes sociales pronunciaba: ¿Quieres vivir en una ciudad menos gris?; y que a todos nos seducen los renders que aparecen en la página de Vía Verde ofreciendo una visión salvaje y forestal del distribuidor vial. Me pregunto, sin embargo, qué responderíamos a: ¿Quieres ver publicidad en dónde no había? ¿Deseas jardines que sólo se pueden ver desde el automóvil? y quizás más importante: ¿Podemos seguir tolerando negocios privados en espacios públicos ?

Resulta difícil abstenerse de algo en apariencia maravilloso y gratuito como sucedía con el Corredor Cultural Chapultepec o las dudosas muestras de comida gratis en los supermercados. En las redes sociales aquellos a favor prenden hogueras cuando las voces en contra se oponen a lo que ellos llaman “progreso y ecología” y el clamor generalizado, en obediencia a la campaña publicitaria “si no votas, cállate”, reclama violentamente: “si no propones, no te quejes”. Las más de 80,000 personas que firmaron en Change.org tienen razón en muchas cosas: la ciudad debe ser reforestada, se necesitan acciones contra la contingencia ambiental y los ciudadanos tenemos derecho a proponer y apoyar proyectos por el bien común. El Periférico, con sus nuevas jardineras verticales, es ahora más verde de lo que era: ¡qué alegría que una iniciativa ciudadana encuentre una respuesta más favorable que granaderos, olvido y anarquistas! Pero el problema es otro.

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Con mayor frecuencia la iniciativa privada y el gobierno de la Ciudad de México se escudan en necesidades reales para hacer asociaciones público-privadas de dudoso beneficio para la ciudad. Los proyectos y recursos públicos no son sometidos a concursos y la respuesta al deseo de una ciudad más verde no son columnas del segundo piso con muros verdes. Mi reclamo tiene que ver con el fenómeno de la oportunidad perdida que se replica en otros tantos proyectos públicos como la remodelación de la Cineteca Nacional y la repavimentación de la Avenida Presidente Masaryk, por nombrar unos cuantos. 320 Millones de pesos son hoy invertidos en unos jardines verticales abajo del segundo piso cuando, por otro lado, nos aseguran que no hay dinero ni voluntad para reforestar, para hacer CETRAMS que no necesiten de torres encima, para remodelar avenidas sin segundos pisos o para cualquier proyecto de los muchos que aparecen en los dos tomos de ATLAS de proyectos para la Ciudad de México de TAX y otros numerosos colaboradores. Necesidades en esta ciudad sobran mientras proyectos que respondan a ellas faltan. Aún si la inversión del proyecto “Vía Verde” es privada, el espacio es público y el beneficio común es menor que el capital urbano entregado.

Personalmente el Segundo Piso del Periférico me parece un fenómeno plástico, urbano y arquitectónico cautivador que logra concentrar en una sola obra de infraestructura amor, horror, surrealismo, vistas panorámicas, belleza, destreza estructural, adrenalina, discriminación y experiencias cinéticas con el cual convivimos y del cual hay que exprimir todas sus posibilidades. Sin embargo, a la simpatía que convivir con él la mitad de mi vida ha terminado por generar, se suma la permanente duda que me envenena al verlo de saber: ¿Qué se podría haber logrado con la misma cantidad de recursos que se invirtió para el distribuidor vial si se hubiera destinado a mejorar la movilidad en la Ciudad de México y no solamente el uso del automóvil? Si bien la promesa de menores tiempos de traslado nos llevó a un dudoso manejo de recursos y un inmenso monstruo de concreto, hoy la necesidad de espacio público y una mejor calidad del aire se transforman en jardineras verticales con las cuales VERDEVERTICAL y aquellos que se publicitarán en ellas están generando ganancias a costa de la ilusión de una ciudad menos contaminada. Por lo tanto es necesario exigir que se deje de lucrar de las peores maneras con las mejores razones.

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Finalmente, para no sólo quejarme amargamente de lo poco que me agradan los jardines verticales y la idea de sustentabilidad que cristalizan, no me queda más que proponer que se entienda el segundo piso como la oportunidad que representa, abrirlo a peatones y ciclistas como sucedió el día de su inauguración y más recientemente el 20 de Septiembre del 2015. Incluso, en un futuro utilizar las piezas de concreto que lo conforman para llevar a cabo proyectos arquitectónicos al más puro estilo de Ensamble Estudio o utilizar sus piezas para nuevas infraestructuras como sucedió con las planchas del Muro de Berlín o las unidades habitacionales en Alemania del Este. Pero sobre todo concentrarnos en puntos más críticos de la Ciudad, nunca más repetir una historia similar a VERDEVERTICAL y sus Sebastianes vegetados sin concursos y hacer caso a una ciudadanía que reclama respuestas reales a problemas reales. Después de ver los renders de Via Verde y el resultado final, el sentimiento de oportunidad perdida se repite y la pregunta es una sola: ¿Qué posibilidades se tendrían con 320 millones de pesos para hacer más verde una ciudad donde según el artículo El demonio verde de Alejandro Hernández en los últimos 15 años se han talado más de 55 mil árboles en la ciudad de México, los semáforos no funcionan mientras que las foltomultas si y el Oriente de la Ciudad concentra marginación y poca calidad urbana?

Verde

Sin los concursos apropiados ni la voluntad política necesaria nunca lo sabremos y seguiremos a merced de la viralidad de las propuestas, el ingenio de quienes las ejecutan por designación directa y lo rentable que resultan para la inversión privada los problemas de la ciudad.

Solo el tiempo determinará qué papel jugarán estas nuevas columnas verdes en la vida de los habitantes de la Ciudad de México y solo queda desear el mejor de los escenarios posibles. Sin embargo, siendo sincero, prefiero las columnas solas y el segundo piso como es, en su gris honestidad reside su absurda belleza.

“A nosotros no nos toca, ya ve que no dejan subir a los peseros, así que para verlo, pues sólo en taxi o en aventón, no?”, se lamentó Armando Segovia en un parabús, mientras una trabajadora doméstica comentó: “Ojalá nos dejaran caminar otra vez por los puentes, como el otro domingo; un día a la semana estaría bien” 

Susana Gonzalez  y Laura Gomez. La jornada México D.F. Jueves 12 de junio de 2003

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