La realidad en las ciudades: entre inundaciones y sequías
Acaba de publicarse el número más reciente de la revista Arquine 108 — Suelos, en la que, por coincidencia, aparecerá [...]
8 abril, 2016
por Pablo Lazo
Fuera de Brasil, pocos recuerdan el nombre Sérgio Bernardes. Un arquitecto brasileño prominente en la década de 1960 que nació en Rio de Janeiro en 1919 y fue contemporáneo de Oscar Niemeyer. Fue conocido por sus casas para la alta sociedad, así como su afición por el automovilismo y –además– mujeriego. En la segunda mitad de su carrera –después de un extenso viaje por Estados Unidos en donde se entrevistó entre otros, con Bucky Fuller– Bernardes volvió a Brasil reconvertido; se apartó de la “decadencia” de la alta sociedad, dedicándose a la búsqueda de soluciones a los problemas del mundo a través de su cepa progresiva de arquitectura. Esta devoción le llevó a colaborar con la dictadura brasileña, creyendo que podía reformar el gobierno desde dentro. El resultado fue una serie de proyectos fallidos que lo dejaron impopular y finalmente ignorado por el público. Murió en 2002 y siempre será recordado por sus emblemáticos proyectos residenciales, hoteles espectaculares como el Tamambuá en Joao Pessoa y algunas propuestas visionarias de urbanismo.
Mercado de São Cristovão, Rio de Janeiro
La dicotomía de su carrera profesional se dio en los 60´s. En 1967, fue comisionado por el gobierno para realizar un estudio de cómo Brasil podría re distribuir a su población dentro de su extenso territorio y así, evitar la concentración desequilibrada entre la costa y el interior. Para Bernardes el desafío fue mayúsculo, no sólo porque desafiaba toda lógica de cómo Brasil se urbanizó desde la época de la colonia sino también porque implicaba un rompimiento con la corriente urbanística de personajes como Lucio Costa.
El Concebir a Brasil divido en 43 círculos concéntricos de 25km de diámetro puede parecer una obra del artista mexicano Gabriel Orozco. Sin embargo, el estudio de Bernardes, busco estructurar un territorio mediante la unión de varios grandes ríos, la creación de diecisiete grandes islas que estarían conectadas por vías de navegación y ayudaría a canalizar todo el transporte industrial, agrícola y de pasajeros. La propuesta, incluía una nueva división político-administrativa que se elaboraría a partir del análisis de los datos sociales, económicos y ambientales de las regiones y, sobre todo, a través de una rigurosa investigación a fondo de la física , geológica e hidrodinámica de las cuencas hidrográficas. Para diseñar este proyecto –se cuenta que Bernardes voló durante miles de horas, el país. Gran parte de los fondos para este y otros contratos similares fueron sufragados mediante las grandes ganancias de su estudio de arquitectura. Amante de la aviación y la aventura, siempre pensó –de forma utópica– que toda esta inversión le permitirá logra convencer al gobierno de adoptar sus propuestas.
Algunas de sus ideas fueron bien recibidas por el gobierno militar –incluso, algunos edificios públicos tan emblemáticos como el fallido IBC (Instituto Brasileño para el Café)– pasaron a ser un símbolo del gobierno de esa época. Como otros intelectuales brasileños de otras áreas, Bernardes se extendía hasta los límites de la lógica y la viabilidad –siempre buscando el diseño radical de las vanguardias. En este sentido, su trayectoria se asemeja, en cierta medida, a las de otros creadores brillantes como Glauber Rocha, Helio Oiticica y José Celso Martínez. En sus proyectos se podía establecer una lectura subjetiva del plano e involucra a un espectador –él mismo– que ayudaba a disolver la noción de sujeto autoral.
Nunca estuvo satisfecho, al inventar estructuras, crear residencias impecables y teniendo una trayectoria profesional excelente; siempre se dedicó a buscar aquello que no entendía. Tuvo como objetivo crear una nueva forma de ver el mundo, cambiando no sólo la función de los edificios, sino las formas de vida, organización y forma de pensar de sus habitantes. En el apogeo de su actividad y juventud, vio una ciudad que se creó de la nada -sin su participación. Brasilia puso parámetros elevadísimos para toda una generación de arquitectos y urbanistas. En aquel Brasil, el futuro parecía haber llegado. La voluntad política se alió con el talento y el dominio tecnológico. Sergio Bernardes fue justamente lanzado hacia este reto. Elaborar dicotomías con cada idea que proponía. Utilizó su reputación y credibilidad profesional para poner en marcha sus ideas y soluciones de urbanismo, claramente visionarias. Busco modernizar lo moderno. Un arquitecto de la revolución permanente.
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