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7 diciembre, 2018
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy
El 5 de noviembre, el artista vietnamita Dahn Vö montó una exposición individual en la Casa Luis Barragán, la cual podrá verse hasta el 13 de enero de 2019. La muestra, titulada Jardín con palomas al vuelo, se presenta como la vigésimo quinta intervención a la casa del arquitecto mexicano a cargo de Estancia FEMSA; sin embargo, la estrategia expositiva es singular. En otras entregas de este programa curatorial, la casa ha operado como un recinto que alberga obras artísticas, y las alteraciones en el espacio obedecen a necesidades museográficas. Por su lado, Dahn Vö entendió a la casa como un objeto encontrado, lo que provoca otras interpretaciones no sólo para la obra artística, sino también para el espacio arquitectónico.
Utilizando el archivo de fotografías de Elizabeth Timberman, albergado a su vez en el archivo de Esther McCoy en la Smithsonian Institution Washington, Dahn Vö construye una reflexión sobre el habitar una casa y conservar un museo. Removiendo alfombras para que el espectador aprecie los cambios de luz sobre los pisos originales, abriendo al recorrido cuartos de baño recientemene restaurados, o recreando los arreglos florales solicitados por Barragán a Ana María, su ama de llaves –quien, a decir de Estancia FEMSA, sigue con vida y continúa siendo huésped de la casa por indicaciones testamentarias del arquitecto–, Jardín con palomas al vuelo devuelve ciertas nociones domésticas a lo que ya es un museo, al tiempo que realza otros aspectos que circundan al museo, como los laborales o aquellos que son marcados por lógicas patrimoniales.
Tal vez por esto, los efectos de la intervención sean más bien críticos. Si bien Jardín con palomas al vuelo se explica mediante la intención de hacer que la casa vuelva a comportarse como una casa –una forma doméstica en la que se come y se duerme– las operaciones del artista construyen un cuestionamiento sobre lo que implica habitar un sitio de una naturaleza tan peculiar. Los espacios clausurados que se abren por un permiso entre artista e instituciones, así como la vuelta hacia los cuartos que fueron pensados para la servidumbre – se consigna que Dahn Vö trabajó con Ana María, presencia invisible durante todo el recorrido, y si bien se puede acceder al comedor el recorrido no incluye la cocina, ya que ese sitio “pertenece” al ama de llaves– y que fueran criticados por Esther McCoy en un número de Arts and Architecture de 1951 –“esperemos que algún día el cuarto de criados tome prestado algo del espacio reservado a la recámara principal”, escribió la crítica estadounidense– ponen entre paréntesis que se pueda volver a vivir en la Casa Luis Barragán. La única habitante aparece representada por los arreglos florales que siguen el gusto de su antiguo empleador. Aunque, de cierta manera, Barragán también pareciera ser un habitante removido por Dahn Vö. En el piso de los talleres, se exhiben los objetos que fueron retirados por el artista. Entre ellos, se encuentra el Premio Pritzker.
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