El brutalismo no puede ser lo de hoy
En diciembre pasado se inauguró en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, la exposición Brutalismo arquitectónico [...]
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¡Felices fiestas!
20 diciembre, 2021
por Dinorah Martínez Schulte
“No es necesario pertenecer a una élite cultural de refugiados en un país latinoamericano como Lina Bo Bardi, Para ser talentosa.
A esas voces que nos dicen que sólo hay una forma de construir:
Siempre hay otras formas de ser y hacer.
Podríamos comenzar a actuar desde la colectividad,
para romper estigmas y sobresalir en lo que
nos guste,
sin importar el género”.
Nuestra propia meditación en el umbral, 2021
Empezamos el taller de tierra compactada una mañana fresca en la colonia Doctores, en un ex taller textil, actualmente llamado Laguna, que ahora es un lugar donde se reúnen personas creativas del diseño y la arquitectura para pensar, hacer y compartir su obra en comunidad. Un lugar bastante inspirador, donde la gente, entre polvo y máquinas, crea. Ese fue el lugar que nos arropó esa mañana.
Pero mi historia sobre el taller no comienza en Laguna, comienza en twitter. Me apareció en el feed un tweet que hizo la arquitecta Mariana Ordoñez en su cuenta personal, compartiendo el banner de publicidad del evento. Al mismo tiempo, el anuncio del evento ya había conquistado Instagram y contaba con más publicidad que la cuenta de Laguna. Cuando leí de qué se trataba el evento me llamó la atención que era un taller sobre la construcción con materiales locales (tierra compactada) y el análisis de la huella de carbono y el cambio climático. Esto es algo que si bien se ha vuelto tendencia, considero muy importante para informarse y aprender hoy en día. Tenía tiempo que quería aprender sobre su uso de forma 100% análoga para conocer el verdadero proceso, y no con robots o cualquier otra tecnología de por medio como lo había hecho un año antes en Zurich, Suiza. Pero el banner también incluía otro tema que me llamó más la atención: el taller solamente estaba dirigido a mujeres, ¡yo nunca había visto eso! La propuesta era fuerte y no la pude dejar pasar, no pasaron ni 10 minutos y ya les había escrito a las organizadoras sobre mi interés en asistir, ni miré el precio (¡típico de mí!).
Cuando vi el cartel completo vinieron a mi cabeza recuerdo de muchas escenas en las que fui humillada, violentada y discriminada en el campo de la construcción únicamente por una razón: ser mujer. En México, la industria de la construcción emplea 4.3 millones de personas, de las cuales sólo 3.8% son mujeres, y a nivel global las mujeres sólo representamos el 10% de la construcción, pero lo que más miedo da es que de ese 10%, 86.7% están en puestos administrativos y sólo el 2.5% en campo.
“Otras formas,
debe haber otras formas”
Durante el taller nos tapamos los ojos, pusimos la mente en cero y empezamos a sentir, a sentir la tierra con las manos. Su textura, su olor y cómo nuestro cuerpo se envolvía en este material. Donde se hacían uno mismo, donde todos mis sentidos estaban ahí, sintiendo cada gramo de tierra y agua. Nos ensuciamos y nos complementamos junto a la tierra.
El taller se dividió en 3 fines de semana donde cada sábado fue un proceso evolutivo, desde la parte teórica, la parte de taller, construcción y la parte de conclusión. En cada una de las etapas el aprendizaje y la plática fueron muy enriquecedoras.
“Podemos hacerle frente a la diferencia,
a las restricciones impuestas,
como lo hicieron Sor Juana y Madame Bovary.”
Y así, Montse, Brenda Isabel y Florentina se presentaron con todas como Colectiva Argamasa, siendo una voz que representa a ese 90% de mujeres que hemos sido excluidas, violentadas y divididas en la actividad de la construcción. Colectiva Argamasa es una iniciativa de tres arquitectas que busca articular la presencia de mujeres en los espacios físicos y políticos a partir del intercambio de experiencias y saberes, la facilitación de medios y el acompañamiento durante procesos que coloquen a las mujeres como agentes productoras y tomadoras del espacio, y la denuncia y visibilización de las condiciones que las vulneran en el territorio.
“¿Cuál es el camino a seguir y qué podemos hacer al respecto?
Podemos contar con la tierra como aliada para construir nuestros espacios seguros.”
La tierra como elemento de la naturaleza existe desde antes que la especie humana existiera y como elemento de construcción, ha existido desde que los seres humanos buscan refugio y se establecen en un sitio. Está con nosotros todos los días, la tierra es abundancia y por eso mismo debemos cuidarla. El equipo de Colectiva nos contaba los orígenes y la importancia de este material:
“Durante los primeros siglos del Antropoceno, la especie humana habitó —más allá de la necesidad de abrigo como se suele reducir— desde sus cosmovisiones, que han sido resultado de las relaciones íntimas y profundas con su hábitat. Estas permitieron lecturas y aprovechamientos particulares a partir de los recursos y las posibilidades de cada territorio. Sin embargo, desde siempre se observa como constante el uso de la tierra para construir en diferentes latitudes con una amplia variedad climática, sísmica y cultural, lo que demuestra la eficacia de este material en términos constructivos y de habitabilidad. Los primeros vestigios de construcción con tierra datan del Neolítico y están situados en Mesopotamia. En China, entre los siglos XII y xXX, fue construido Fujian Tulou, un complejo de grandes edificios de tierra apisonada de tres y cinco pisos de altura. Incluso la Gran Muralla china fue erigida casi en su totalidad con esta técnica y luego revestida con piedra. A su vez, en América Latina casi todas las civilizaciones precolombinas construyeron con tierra. Por ejemplo, el núcleo de la pirámide del Sol, edificada entre I a. C. y VIII o IX d. C., en Teotihuacan, México, está conformado por dos millones de toneladas de tierra apisonada. De la misma manera, la zona arqueológica de Chan Chan, capital del reino chimú, cerca de Trujillo, en Perú, cuenta con veinte kilómetros cuadrados construidos con tierra en forma de tobas andinas.”
La construcción con tierra ha existido en diversas regiones del mundo, expresado con diferentes técnicas, colores, texturas e intenciones ya que cada región tiene su propio clima y esta técnica se adapta a esta diversidad de climas y temperaturas para proteger el espacio habitable. Este material es ancestral, fueron los pueblos originarios quienes hicieron las primeras investigaciones y quienes la utilizaron para habitar. Hoy en día, muchos de los símbolos arquitectónicos que más han trascendido en la historia de la humanidad, se hicieron con tierra.
Esto nos permite llegar a concluir que la tierra es el material más democrático que existe en el planeta, ya que es el material constructivo más asequible para cualquier persona, en cualquier región, clima o lugar, sin importar raza, color, sexo o cualquier otro rasgo o interés que nos identifique. La tierra es nuestra raíz y desgraciadamente habitamos una realidad que responde a las lógicas de un proyecto en un mundo patriarcal, racista y capitalista, y que para mantener su hegemonía opera mediante múltiples opresiones, que ha llevado a decadencia el uso de este material como método constructivo así como relacionarlo como un símbolo de austeridad y pobreza, cuando no es así. La tierra, como dije al principio, es abundancia, es riqueza que debemos y tenemos que cuidar todos los días. Es un material sostenible, circular, sustentable, tiene capacidades acústicas y térmicas que regulan el espacio interno y externo y es tan noble que se adapta a cualquier circunstancia, escala y geometría. Si la tierra fuera una persona, sería alguien muy humilde y paciente.
Personalmente desconocía todo el poder de este material, así como su comportamiento, y como dije anteriormente, es un material tan noble que no necesitas ser un experto para trabajarlo.
En la segunda sesión del taller, el equipo de Argamasa, nos presentó personalmente con el material, nos pusieron una bolita de tierra y empezamos a hacer pruebas técnicas para estudiar su composición y el uso que tenía dependiendo de su estado. Fue muy interesante cómo todas nos relacionamos, no sólo físicamente, sino íntimamente, desde nuestro cuerpo hasta nuestro sentir con el material, fuimos experimentando y comprendiendo cómo es la tierra.
La tierra como materia es producto de la erosión química y mecánica de una roca madre que se desagrega en partículas minerales de dimensiones variables. Por lo general se halla una capa de humus de forma superficial, que es la materia orgánica y vegetal que suele ser potencialmente útil para la agricultura. Debajo de esta puede encontrarse una mezcla de arcillas, limos y arenas, en ocasiones con grava y piedras, que podría ser materia prima para la construcción en función de su composición. Esta dependerá de las condiciones locales, es decir, del sitio donde se extraiga.
La grava, la arena y los limos funcionan como agregados que conforman la masa, mientras que las arcillas son un ligante que permite la cohesión del material al activarse a partir del contacto con el agua (absorben el líquido y comienzan a hincharse para envolver a los otros componentes). Luego, las condiciones ambientales, como temperatura y aire, permiten que la mezcla se seque; en este proceso las arcillas disminuyen su volumen y atraen hacia ellas al resto de los elementos.
La tierra es nuestra, habita a diario y nos protege.
Crear colectivamente, sumarnos desde todas nuestras particularidades, es posible.
Nosotras podemos hacer todo lo que nos apasiona sin importar que la gente diga que no.
“No dejemos que nadie nos robe lo que nos pertenece”
Existen diversos métodos constructivos donde la tierra funge como materia prima. La clasificación más sencilla parte de la técnica utilizada para la conformación de muros: albañilería, muros monolíticos y técnicas mixtas. Existen diversos procesos pero el cómo se trabajan, lo vuelve un factor importante para elegir esa técnica en tu proyecto. En este taller, mis compañeras de Coletiva Argamasa, decidieron trabajar con la técnica de tierra compactada, tapial, que consiste en un encofrado de madera que se rellena con múltiples capas de tierra (cada una se compacta con un pisón), por algo muy importante: porque permite la colaboración y participación todas y eso enriquece el proceso.
Antes de entrar al escenario, nos organizamos en grupos y Florentina nos explicó el proyecto: “Buscamos hacer un mueble de tierra compactada con estas dimensiones para que tenga tal uso, sin embargo, nos interesa su opinión y participación en este proceso, vamos decidiendo juntas.”
Este llamado, nos inspiró para ponernos las botas, los guantes, las gorras y amarrarnos el pelo, porque la acción empezaba. Primero un grupo de mujeres se reunió para mezclar arena, cal, cemento y la protagonista, la tierra, hicieron la mezcla. Otro grupo se dedicó a cernir la tierra con el tamiz y la agregó a la mezcla, y otro grupo empezó a poner aceite a los moldes donde se iba a vaciar la mezcla. Con nuestras manos, esfuerzo, sudor y muchísima fuerza, logramos mezclar la tierra, cernirla, poner el molde en forma y empezamos juntas a vaciar.
Pusimos el flexómetro a la medida, colocamos color en el molde como referencia y empezamos a vaciar la tierra. En lo particular este paso no fue fácil, los rayos del sol nos daban justo en la cara y llenas de sudor pero también de mucha emoción por construir nuestro mobiliario y sobre todo, construirlo juntas. Naomi le gritaba a Wendi, mientras Dana se reía con Teresita y Rosita, quienes todo el tiempo nos hacían bromas. Así, entre risas, miradas, órdenes y sugerencias, empezamos a construir.
Lo que iba a ser el mobiliario original se transformó organizadamente y empezó a aparecer nuestra mobiliaria, con nuestras medidas, proporciones, nuestro diseño, nuestra firma, un mobiliario autogestionado. La autogestión ha sido tachada, eliminada del sistema como una respuesta culpable, irresponsable y mediocre. Nosotras la trajimos a la mesa como una respuesta colectiva, que suma, que evoluciona y muta. Un proceso abundante como el material mismo.
La tierra une y esa mañana, nos unió.
“Habitemos nuestros espacios desde el inicio,
Preguntémonos:
¿Qué necesito? ¿Por qué sería así el espacio?
¿Cómo es el espacio público? ¿Cómo podría subsanar tanta violencia?”
Siempre me habían dicho, en la academia, en la casa y en las calles, que las mujeres éramos conflictivas, emocionales, que no se podrían organizar, ni apoyar, ni trabajar juntas. En los últimos años hemos demostrado lo contrario y para no irme tan lejos vayamos a ese día: estábamos organizándonos, apoyándonos y trabajando juntas.
Claudia Turrent, Ana Heringer, Karen Poulain, Mud Girls Collective entre otros nombres que jamás había escuchado, entraron en mi cabeza. Jamás había escuchado sus nombres porque el sistema se ha dedicado a callarlas, esconderlas y desaparecerlas. La academia y el mundo profesional siempre habla de personajes significativos en la construcción y el diseño que admiro mucho pero siempre coincide que la mayoría son hombres. Colectiva Argamasa nos dio a conocer una lista de grandes mujeres para empezar a admirar, poner de referente y darles luz para brillar, somos nosotras quienes podemos hacerlo.
“-¿Para qué y para quién construimos este taller?
-Para nosotras, con nosotras y por nosotras”
Fue muy curioso que el taller no era de mujeres del mismo rango de edad o nivel socioeconómico; lo más impactante fue encontrar un mundo multidisciplinario de mujeres valientes, activas, de rango de edad entre 20 a 40 años de edad, originarias de distintos puntos de la república y el mundo, que aunque venían de mundos y realidades diferentes, nos unía la misma razón: reconocer nuestros privilegios, aceptarnos, amarnos sin juzgarnos y sin castigarnos tanto física como personalmente, abrazarnos. En ese momento, abracé a mi cuerpo y a mi persona, sentí una paz como hace mucho no sentía y me dejé llevar por este grupo de mujeres luchadoras y valientes.
Llegaron todas por diferentes medios y formas como dice el dicho: “tanto mundo y coincidir”, pues sí, porque todas hemos sido víctimas de un sistema opresor y violento que como consecuencia ha juntado nuestras exigencias, sugerencias y reclamos, porque SE VA CAER, repito, ¡SE VA A CAER!
…Y LA TIERRA NOS UNIÓ, ¡Y SE CAYÓ!
El día 30 de Octubre del 2021, 13 mujeres construimos una mobiliaria autogestionada con la herramienta más democrática y accesible del mundo: nuestras manos. El futuro está hecho a mano y juntas no sólo lograremos romper con el patriarcado, sino construir una mejor sociedad consciente, empática y más justa para que las próximas generaciones tengan más y mejores oportunidades, no sólo en el mundo de la construcción, sino en todas las áreas laborales y personales y que nadie tenga que decir: ODIO SER MUJER.
El feminismo llegó a mi vida para quedarse y desde hoy nadie me puede decir de lo que no soy capaz y dónde están mis límites. Sólo yo soy quien tiene el poder de decidir sobre mí, sobre mí cuerpa y sobre mi persona, sí, mi cuerpa, no mi cuerpo, desde ahí empieza el cambio para reflejarlo en todos lados.
Hoy el movimiento es exagerado porque así tiene que ser, de otra forma nadie nos escucharía. Para que mañana exista un equilibrio y el sexo no sea un problema, ni una cuestión y podamos ser simplemente seres humanos.
No solo vamos a construir muros de tierra, vamos a construir equidad.
“Siempre mirando hacia nosotras.
Nosotras.
Todas juntas”.
Encuentra a Colectiva Argamas en Instagram: colectiva_argamasa
En diciembre pasado se inauguró en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, la exposición Brutalismo arquitectónico [...]