La música y los festejos juegan un papel fundamental en la vida cotidiana de Nacajuca, tanto en la danza del pochó de arraigo mesoamericano, como en las manifestaciones contemporáneas. El proyecto reutiliza la cimentación del edificio pre-existente y brinda un espacio digno para los encuentros sociales del pueblo.
En espejo, y conformando una rambla pública, la nueva Escuela de Música voltea hacia un arroyo lastimosamente sucio. Es el primer edificio del poblado en arrojar agua limpia a los ríos, a través de un sistema que culmina con una serie de humedales de tratamiento.