Gobierno situado: habitar
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7 diciembre, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
Así no. Fue la frase que una noche de lunes se acuñó como lema de batalla. Las sesiones empezaron hace unos meses. Tuvimos algunas en las oficinas de Arquine. Luego siguieron en la Casa del Arquitecto, en la avenida Veracruz, a una cuadra de la avenida Chapultepec: la zona en disputa. Creo que en la primera reunión la mayoría fuimos arquitectos. Colegiados unos, otros no. Se discutía sobre la propuesta del Corredor Chapultepec —al que se calificaba de cultural y que rechazábamos en principio, tal vez, por razones tan solo urbanas o arquitectónicas. Pero estaba claro que había más. Estaba el tema de la movilidad y, sobre todo, el del espacio público, que no es simplemente una buena banqueta o una buena plaza —aunque eso ya es mucho— sino, sobre todo, un espacio político. Lo dijo alguna vez el antropólogo Manuel Delgado: el espacio público no existe, así, en abstracto. Existen distintas formas de concebirlo, inseparables de ciertas ideologías. Es tan pública la plaza donde nada estorba al transeúnte como aquella donde se instala un mercado por la mañana y se retira en la tarde. Había que discutir y entender todo eso para generar acuerdos y articular lo que en principio fue un rechazo prácticamente unánime a la idea de construir un Centro Comercial travestido de espacio “cultural” a media calle. Construíamos un espacio público para discutir sobre el espacio público.
A la siguiente sesión acudieron algunos vecinos de la zona. Sabían del tema más que nosotros y conocían con precisión las minucias de un proceso que todos sospechábamos demasiado oscuro. La proporción entre vecinos y arquitectos —que de hecho no son categorías excluyentes— fue cambiando. Pronto se sumaron otros profesionistas, incluyendo abogados, comunicadores, periodistas y más. Algunos miembros del Consejo Consultivo que se había nombrado para asesorar el desarrollo también hicieron su trabajo desde dentro, convenciendo primero, poco a poco, a otros del mismo consejo de todo lo que andaba mal en la propuesta. Cada uno había empezado su propia batalla contra ese proyecto y la respuesta era la misma: critican y no proponen. Pero propuestas había varias. No tenía sentido destacar una sola. ¿Para qué firmar una propuesta si era mejor sumarnos todos a una estrategia clara?
Las batallas siguieron y el proyecto que parecía destinado a construirse se iba retrasando. Primero se planteó una consulta que organizaría la misma instancia que hacía la propuesta. Era inaceptable. Vino la petición de una consulta organizada por el Instituto Electoral del Distrito Federal. La consulta que al final se organizó fue determinada de manera irregular, sin cumplir cabalmente con la ley y fue impugnada por varios comités vecinales. En alguna sesión decidimos no jugar el juego de la consulta: parecía pensada para legitimar un proyecto que tenía tantas fallas, tantas lagunas legales, técnicas y de procedimiento, que someterlo a una votación simple de sí o no era absurdo. Con todo, había que informar, contrarrestar una campaña que ya llevaba meses en la que el Gobierno del Distrito Federal presentaba obstinadamente propaganda a manera de información, algunos datos a medias mientras ocultaba otros, actuando descaradamente como promotor inmobiliario. Se trataba además de un proyecto que estaba ya firmado y acordado. No, no estaba: está, todavía. Y la descalificación seguía y era la misma: no proponen, sólo se oponen. De ahí vino, aquél lunes en la noche, el lema: así no.
No se trataba sólo de negar el proyecto por sus muchas fallas sino de cuestionar el procedimiento con el que se planteó, aun más deficiente, y decir claramente que ese no era el modo de hacer las cosas. Así no, sin la participación de los ciudadanos, que no se reduce a un tache sobre un sí o un no en una boleta. Así no, sin el aval de expertos y especialistas que, de manera pública y colegiada, determinen su postura. Así no, construyendo a retazos sin haber imaginado la ciudad posible que queremos. Así no, beneficiando a unos cuantos en perjuicio de la mayoría. Así no.
Ayer marchamos cientos, quizás un par de miles para decir que así no. Hoy ganó el NO en la consulta del Corredor Chapultepec. Hay quienes dicen que fue un triunfo de la democracia, de otra manera de plantear proyectos para la ciudad. Sí, pero la medalla no es para nadie en el gobierno: basta leer la prensa en estos últimos meses para saber que cedieron poco a poco y sin quererlo. Si de esto sigue un cambio, y esperemos que así sea, será porque presionamos para que se diera y lo seguiremos haciendo. Muchos nos fuimos sumando: personas, organizaciones, medios. No los nombro para no olvidar a nadie.
Así no, no es un rechazo a que se hagan cosas, sino a una manera de hacerlas que hoy resulta insostenible: sin participación ciudadana, sin transparencia en la gestión y sin rendición de cuentas. Falta mucho y habrá que construir la manera como se puedan hacer las cosas, construir otros acuerdos y entender qué es lo que beneficia a más y perjudica a menos en la ciudad. En lo que vamos sabiendo cómo sí, por lo menos hoy quedó claro que sabemos cuándo decir que así no.
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