27 febrero, 2013
por Arquine
Podríamos llegar a pensar que la arquitectura no sólo se ha esforzado en producir una imagen sino en ser una imagen en sí misma. Una imagen icónica. Arquitectura que en muchos casos ha sido capaz de generar una instantánea estética que permanezca y quede grabada en la retina como si se tratase de una película fotográfica por secuencias (cuadro por cuadro). Edificios que tienen elementos tan contundentes que con verlos somos capaces de reconocer el estilo y lenguaje de su autor. Todos podríamos imaginarnos sin esfuerzo el uso de la geometría de Louis I. Kahn, las plataformas de la casa de la cascada de Frank Lloyd Wright, los colores de Barragán, los volúmenes de Siza o las curvas en la obra de Niemeyer.
Arquitecturas célebres convertidas, plasmadas o ilustradas para identificarse como íconos o hitos. Y como tales, reconocibles aún cuando sean abstraídas a representaciones sencillas y básicas. Las ilustraciones de André Chiote ofrecen una idea de esto. Con el uso de las texturas planas es capaz de abstraer lo emblemático, sustancial y distintivo de diversos edificios o partes de éstos, que nos permiten identificar de qué edificio se trata, quién es su autor y cuál es su contexto. Surge preguntarse si en un momento de superabundancia de imágenes somos capaces de reconocerlos por que lo hemos visto tantas veces fotografiado en blogs, libros, revistas y otros medios, o porque realmente son arquitecturas capaces de resignificarse en una imagen.
Al final, es la permanencia de nuestros actos, escritos y recuerdos capturados e interpretados por la memoria colectiva de la ciudad. Las formas de nuestros edificios son la reminiscencia de otras que a la vez se enfrentan al horizonte de las construcciones venideras que intervienen en este interfaz entre pasado y futuro. Paul Goldberger afirma que “la memoria arquitectónica no siempre es personal, y no proviene siempre de los edificios que visitamos físicamente; a veces es algo compartido, y puede estar modelado por las imágenes de los edificios que vemos en el arte, en fotografías, en el cine o en la televisión. Esta memoria arquitectónica compartida puede estar configurada a veces no por una imagen, sino por palabras; buena parte de nuestra memoria cultural común de la arquitectura proviene de pasajes descriptivos sobre los edificios que aparecen en las novelas”. Los gestos de los arquitectos y sus edificios se pueden identificar con una imagen y su repetición, de su abstracción y representación.