23 abril, 2013
por Pedro Ramírez Vázquez
La arquitectura, como producto cultural, permite reconocer en ella los factores locales que la determinan y las influencias extrañas que recibe; pero como toda creación humana, por particulares y locales que sean sus expresiones, es siempre posible identificar en ella, lo que es común a todos los hombres, es decir, aquello que nos une. Sin duda existen valores y soluciones permanentes que van conformando una herencia que se conserva a través del tiempo, lo que le da características propias a los espacios arquitectónicos de un mismo grupo humano en una misma región y en una misma cultura. La aplicación de conocimientos y métodos científicos tiende a hacerse universal, pero cada cultura adopta y modela sus propias técnicas de acuerdo a sus necesidades específicas. Aún cuando todos los pueblos llegasen a alcanzar el mismo nivel de capacidad técnica y científica, si la arquitectura corresponde a los requerimientos de su medio y de sus hombres, tendrá expresión propia y como tal, valor de aportación universal.
El respeto a la tradición, y por lo tanto a México, consiste en conservar sus constantes culturales dentro de soluciones contemporáneas propias apoyadas en lo más depurado de nuestros conocimientos técnicos en el amplio conocimiento del país, en la más sincera comprensión a las aspiraciones populares por vivir mejor, en el firme propósito de no contribuir a la destrucción de nuestro ambiente y en la profunda convicción de que a la explosión demográfica, a la explosión de soluciones inmediatas para no tener que afrontar una violenta crisis social. La acción profesional seria sólo puede ser actual, realista, enfocada a soluciones consecuentes con las etapas de desarrollo económico y social que ellas mismas van provocando, acción dinámica, ambiciosa, conocedora de nuestras urgencias y consciente de nuestras posibilidades. Dentro de la amplia tarea del México contemporáneo, corresponde a la arquitectura el papel de satisfacer las presentes necesidades de los espacios en que vive el mexicano, espacios cada vez más deteriorados, más complejos y más escasos, espacios que propicien la alegría y la solidaridad, espacios a escala del hombre, del hombre libre.
La arquitectura es una disciplina de servicio, tratar de producir arte a priori, actuar con la simple preocupación de ser original, es una postura falsa. La creatividad arquitectónica no es un fin en sí mismo; sólo se justifica cuando se propician nuevas y mejores formas de vida más acorde con las aspiraciones y posibilidades del país. Crear no es sólo cambiar, el cambio debe ser innovación, aportación de soluciones basadas en la verdad y no en simple propósito de ser original. Lo que produce la cultura de un pueblo es el juego constante entre la tradición, la estructura histórica y la renovación es la esencia de la vida se prepara día a día para incorporarse a esa dinámica. El futuro llega a cada momento y si no estamos al día en nuestra preparación, resultaremos todos los días hombres de ayer y así no podremos enfrentar nuestra realidad. Cuando a la realidad se le enfrenta con verdad, cuando los materiales y los sistemas de construcción responden con verdad a necesidades reales y no a caprichos formales, cuando se logra alcanzar el equilibrio justo entre los objetivos que persigue el proyecto y los recursos que se asignan a él, cuando la expresión plástica es sincera, cuando se procede con verdad en todas las etapas de la creación arquitectónica, es decir, cuando la acción es firme, decidida y honestamente guiada por la verdad, entonces la arquitectura logra su finalidad de utilidad social, producir una obra útil es la aspiración más alta de todo ser humano.
Es así como el profesional de la arquitectura cumple con su deber político, porque política es también disciplina de servicio. Esta convicción de que nuestra actividad es una actividad de servicio, no es nueva, corresponde sólo a la vieja y siempre válida afirmación de Vitruvio en el Siglo I antes de nuestra era, “el arquitecto debe ser un profundo conocedor de su arte y respetuoso del medio y del hombre de su época”. El campo de nuestras carencias es tan amplio, son tan especiales las características de nuestras necesidades, es tan urgente la atención de las demandas populares, que el gremio de profesionales de la arquitectura reafirma su propósito de participar en la obra colectiva con la humildad del valor de sentirse seguro de lo que es capaz de aportar con planeación, aceptar que es sólo parte de una gran esfuerzo nacional; pero también con organización, responsabilidad, eficacia y honestidad, sin angustias ni utopías, sin catastrofismo ni triunfalismos, con plena conciencia y profunda serenidad ante la tarea que deberá cumplir. Es esto en lo medular el pensamiento y propósito rector de los profesionales de la arquitectura en México.
* Tomado de Arquitectura México No.112, Noviembre/diciembre 1976. P. 126.