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Columnas

Arquitectos vs. Arquitectos

Arquitectos vs. Arquitectos

21 diciembre, 2013
por Francisco Pardo | Twitter: @pardofrancisco

Ayer estuve por segunda vez en la exposición Arquitectura en México, 1900-2010 que se presenta en el Palacio de Iturbide. Hice un recorrido más pausado, disfrutando los dibujos, las fotos y las maquetas presentadas. La primera vez que vi la retrospectiva fue en la inauguración. Hay que decir que la exposición curada por Fernanda Canales es excepcional. Es la primera en que se ven todos estos trabajos juntos, narrando claramente la evolución de la arquitectura del siglo XX en el país. Como en todas las muestras de este tipo se puede argumentar que no están todos y que sobra alguno: lo importante es que está y muy bien: el trabajo de selección y curaduría es claro y coherente y representa una muestra de nuestra arquitectura. Se ven dibujos, croquis, diagramas, maquetas y fotos deAdamo Boari, Gueritz, Kaspé, Torres, Barragán, Pani, González de León, Del Moral, Legorreta, Zabludovsky, Kalach, Artigas, por mencionar algunos.

Pero en mi segunda visita, la de ayer, me di cuenta que estaba caminando entre los muertos, que muchos de esos edificios han desaparecido y recordé mi primera vista a la muestra, la de los saludos y abrazos, cuando se reúnen todos los arquitectos, algunos para ver y otros para que los vean y otros, como González de León, para ver toda su vida metida en un mismo espacio. En maquetas y dibujos, vio lo que construyó pero también lo que destruyó: cuando lo vi pasar a escasos centímetros de las fotos del desaparecidoServicio Lomas del arquitecto ruso Vladimir Kaspé, pensé, con un tanto de melancolía, coraje y frustración, que somos los arquitectos nuestros peores enemigos. Ese buen edificio, uno de los más relevantes del periodo moderno en México y catalogado —aunque tardíamente— como patrimonio artístico por el Instituto Nacional de Bellas Artes, fue demolido para construir otro nuevo diseñado por González de León. ¿Por qué un arquitecto de su trayectoria necesitaría hacer eso y por qué meterse en tanta controversia —no sólo por la demolición sino por meter con calzador una torre en una zona en la que tendrá un impacto severo? Puede ser que algunos piensen que su obra es mejor que la de Kaspé. Pero lo que creo insinúa es que no importa si en 20 o 50 años pasa lo mismo con esa obra: todo da igual.

Lo que más me preocupa de la muestra del Palacio de Iturbide es que sea casi un panteón de la buena arquitectura que teníamos y que en algún momento destruimos: hay muchas otras historias además de lo de Kaspé y que poco tienen que ver las autoridades. Tienen que más que ver con la arrogancia y el ego de nuestro gremio. Ahí están —o ya no están— la casa del Gringo del Moral, el Hotel Bamer, el Edificio Anahuac o el Plaza, la casa del Risco, el Manacar o Gayosso de Felix Cuevas, entre muchos otros. En todos estos casos han sido demolidos y remplazados por arquitectos, no por el gobierno. Definitivamente los arquitectos no somos las víctimas: somos los victimarios. Cambiamos de lugar fácilmente: de desarrollador a proyectista, con discursos contradictorios y al final somos nosotros los que solicitamos las licencias de demolición, gestionamos cambios al uso de suelo, permiso para más pisos de los permitidos; torcemos el reglamento y modificamos los planos para poder hacer esa chambita. Pareciera que son pocos los arquitectos que pueden decirle no al cliente —y peor si son su propio cliente (el caso de la casa del Gringo del Moral es de diván). Los primeros que deberíamos de respetar el patrimonio arquitectónico de nuestro país somos los arquitectos. Somos los que sabemos el valor que puede tener. Y si las nuevas generaciones ven a los no tan jóvenes pero famosos arquitectos destruyendo nuestra historia será la poca ética del gremio lo que nos hace culpables de la pérdida del valor patrimonial de la arquitectura. No, no son los funcionarios: somos nosotros —por cierto: eso de que van a reconstruir exactamente igual el edificio de Kaspé me parece una verdadera tomadura de pelo.

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