José Agustín: caminatas, fiestas y subversión
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28 marzo, 2017
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy
¿Cómo pensar las divisiones entre adentro y afuera? ¿Uno alberga la intimidad y lo cotidiano, y el otro está referido a las interacciones públicas en el espacio común? Gregor Schneider en la muestra Kindergarten, actualmente expuesta en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, esquiva estas frases hechas que usualmente explican los significantes del interior y del exterior, proponiendo un acercamiento político al tiempo que una poética amarga: no hay distinciones entre las funcionalidad de una casa y de un parque, ambos dispositivos pueden construir opresión.
Kindergarten inicia con Haus u r –proyecto que durante la Bienal de Venecia se transformó en Totes Haus u r (Casa Muerta u r)–, un recorrido a través de las estancias reconstruidas del sitio que Schneider habitó en su adolescencia. Al margen de posibles estrategias sensoriales, la instalación, a través de sus múltiples cuartos –habitaciones, bodegas, un baño– comenta la intimidad de la casa como un artificio. La exhibición de las estancias no busca una reconstrucción nostálgica. Se trata de poner al alcance del espectador cuartos que, aunque recreados detalladamente, encarnan espacios transitorios con los que no se puede interactuar. Retirando de las estancias toda noción de habitabilidad Schneider, durante esta primera parte de la muestra, profundiza su lectura en torno al interior de los espacios con el proyecto Odenkirchener, una acción registrada en video en la que el artista comienza a vivir en la casa de Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi durante los años de la Segunda Guerra Mundial. Schneider intenta, sin éxito, llevar a cabo su propia intimidad, durmiendo y comiendo mientras recorre los sótanos derruidos de una casa que se considera “zona histórica”. Bajo la mirada de Schneider, las habitaciones de Goebbels tienen resonancias ideológicas con los interiores que se reconstruyen: lugares que, por ser meros objetos expositivos, controlan las maneras en que se pueden habitar.
La segunda parte de Kindergarten está compuesta por una pieza reciente de Schneider titulada Playground, un parque de juegos aparente que exhibe resbaladillas, pasamanos, cubos tubulares, etcétera. Al igual que en las habitaciones, estos instrumentos lúdicos –presentados con un diseño industrial y pulcrísimo, y por ello impersonal- no pueden utilizarse: la resbaladilla es demasiado estrecha, el cubo no tiene forma de escalarse, y así sucesivamente. Adentro, la habitación es una escenografía frágil al igual que un contenedor de represiones históricas y afuera –el espacio público- la experiencia de juego está prohibida por el mismo diseño del parque. En Playground el comentario político de Schneider se acentúa. Pese a la amplitud de la sala y la belleza de los instrumentos de juego, persiste el control sobre el cuerpo y se anulan las supuestas interacciones sociales, propias del espacio público.
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