Los dibujos de Paul Rudolph
Paul Rudolph fue un arquitecto singular. Un referente de la arquitectura con músculo y uno de los arquitectos más destacados [...]
15 diciembre, 2013
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
La exposición Arquitectura en México 1900-2010, Obras, diseño, arte y pensamiento, se acaba de inaugurar en el Palacio Iturbide, sede del Centro cultural de la Fundación Banamex. Se trata de una excelente muestra curada por Fernanda Canales, que acerca la cultura arquitectónica a todos los públicos, de la que cabe destacar dos grandes virtudes. La primera tiene que ver con la cantidad y la segunda con la calidad. Así, la exposición junta poco más de un siglo de arquitectura que se refleja en la construcción de la ciudad de México a través de croquis originales, planos, fotografías y maquetas de las obras más relevantes. La segunda redunda en la primera, en la excelencia del material expuesto, donde comparten espacios los cuadros de Juan O´Gorman y Eduardo Terrazas con las fotos impecables de Casasola, Guillermo Kahlo, Salas Portugal y Guillermo Zamora, dando cuenta de un periodo glorioso que ilustró la construcción de la modernidad, que culmina con el cuadro visionario y futurista de la ciudad de México, pintado por Roberto Montenegro y los Juegos Olímpicos de 1968.
La muestra se estructura como los capítulos que recorren los dos volúmenes del catálogo: Los inicios (1900-1924), Primera modernidad (1925-1939), Periodo heroico (1940-1968), Nueva monumentalidad (1969-1989) y Fin de siglo (1990-2000). Como indica la autora, la historia de la arquitectura mexicana podría narrarse a partir de los periodos de gobierno –porfiriato, cardenismo, hasta el salinismo de la última década del siglo-, o también desde las líneas de conexión con que Fernanda Canales construye el tejido enciclopédico del catálogo, donde dimensiona y posiciona obras y arquitectos, pero también críticos y fotógrafos, eludiendo el aislamiento disciplinar, y donde tiende lazos entre los movimientos artísticos y la arquitectura, los autores con las publicaciones, las formas con los manifiestos. Sin embargo, las líneas de tiempo y espacio, los diagramas de filiaciones de obras y autores, urbanismo, arquitectura, diseño industrial, mobiliario y objetos, con que ilustra la publicación no acompañan esta exposición que se cuenta, casi exclusivamente, a partir del valor objetual de cuadros y maquetas. Ahí sorprende como la arquitectura queda atrapada dentro de vitrinas propias del porfiriato (o de algún diorama de museo decimonónico), olvidándose de incorporar en la museografía alguno de los logros expuestos a lo largo del último siglo.
La curadora de la muestra hurgó entre archivos dispersos de las familias y las universidades y urdió la retícula sobre la que construyó una historia que, sin ser homogénea ni lineal, es capaz de dar voz a muchas figuras desde una sola mano. Quizá esta revisión minuciosa y taxidérmica de once décadas aplane el brillo de los grandes nombres, y las obras maestras comparten el mismo trato que tantas otras, apelando al rigor enciclopédico. Un rigor manifiesto en los capítulos expuestos en las salas perimetrales de la planta baja del palacio, que se diluye en la planta alta en una miscelánea de obras recientes, donde se agolpan autores y proyectos que apelan a su diversidad, a falta de perspectiva histórica.
En cualquier caso, esta exposición acerca la arquitectura al ciudadano y los acontecimientos arquitectónicos se reconocen como parte ilustrada de una historia compartida. A partir de esta muestra, la arquitectura mexicana no sólo es patrimonio nacional sino también cultura popular.
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