José Agustín: caminatas, fiestas y subversión
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¡Felices fiestas!
7 enero, 2022
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy
Una de las afirmaciones con las que inicia el libro Xochimilco en el siglo XXI (Turner, 2021), de Luis Zambrano y Rubén Rojas, es que los habitantes de la ciudad vivimos en un lago. Este hecho es popularmente conocido, pero desde hace tiempo la ciudad se planea sin tomar en cuenta sus implicaciones. “Sobre el sedimento del lecho lacustre hemos instalado concreto, casas, edificios y calles”, dicen los autores. “[Hemos] modificado su dinámica hidráulica con tajos, bordos y calzadas; cambiado su diversidad, lo que ha ocasionado la aniquilación de algunas especies y el desplazamiento de otras; importado algunas nuevas y cultivado las que nos son útiles”. Las consecuencias de esta actividad han modificado otros aspectos que forman parte del tejido urbano, como el olor, la humedad y la calidad del aire y, sobre todo, la relación que los capitalinos mantienen con sus propios ecosistemas naturales. Son prácticas culturales las que han modificado a la naturaleza urbana. Si antes de la colonia, los habitantes de Xochimilco basaban su economía en la agricultura hídrica, los procesos de modernización vieron en el agua un elemento que debía ser entubado y utilizado meramente como drenaje. Los autores mencionan que “la urgencia y los nuevos modelos de desarrollo impulsaron a ganarle terreno a la naturaleza, así que se colocó una capa de asfalto por encima de casi [todas] las corrientes de agua para darle espacio a los automóviles”, concluyendo que “las avenidas que cubren estas corrientes siguen teniendo sus nombres originales, como ocurre con los ríos San Joaquín, Consulado, Churubusco, Mixcoac y La Piedad”.
Xochimilco es una de las zonas más afectadas por una lógica que dicta que modernizar es sinónimo de desecar. Pero la forma en la que Zambrano y Rojas se aproximan a este hito urbano es una que no separa lo natural de lo orgánico, idea que se fundamenta en la misma historia del humedal. Xochimilco es una intervención artificial sobre el medioambiente: las chinampas (el método de agricultura mexica) son formaciones humanas. Paradójicamente, Xochimilco es una evidencia de cómo la ciudad puede aprovechar ecosistemas sin devastarlos, pero, si “la chinampería necesita primordialmente del agua y del sedimento para ser naturalmente fértil”, sucede que “con la política extractiva que prevaleció durante más de cincuenta años, las chinampas estuvieron a merced del desecamiento y la erosión”. El desarrollo moderno no sólo alteró a la ecología, sino también a la sociedad y a la economía. Los productores de Xochimilco abandonaron sus tierras para migrar hacia una vida urbana, comenzaron las disputas por la utilización del agua y de las tierras, y la Ciudad de México implementó iniciativas que transformaron al humedal en un mero recurso utilitario para la vida de quienes habitan las zonas más centrales de la ciudad, lo que mantiene casi intacto un intercambio tributario entre productores rurales y el centro.
Antes de proponer una serie de soluciones con las que se podría restaurar al ecosistema de Xochimilco, los autores reflexionan sobre los significados que la ecología tiene para los seres humanos. Es verdad que los ecosistemas pueden proveer de servicios, como sucede con las chinampas, que posibilitan la siembra de alimentos. También, mucha de la diversidad botánica de la zona captura la huella de carbono de manera orgánica, algo que la geoingeniería ha pensado mediante experimentos más complejos. Pero “quizá uno de los peores problemas sobre el concepto de servicios ecosistémicos es la visión utilitarista de un ecosistema. La palabra servicios sugiere una relación unidireccional de provisión de la naturaleza al ser humano”. Bajo esta perspectiva, “la naturaleza se vuelve un sirviente del humano, a la cual hay que maltratar mucho para que siga sirviendo bien” e, igualmente, se vuelve la “culpable de los desastres meteorológicos”. Los decretos de zonas protegidas, la reducción de peces exóticos, así como la transformación de las chinampas en refugio, la cual permitiría el incremento de especies endémicas y agua limpia, son algunos de los ejes que pueden dirigir las acciones para conservar un humedal con el que se podría obtener un futuro mucho más sostenible para la ciudad. Sin embargo, la acción más fundamental es la de resignificar las diferencias entre naturaleza y ciudad, tomando en cuenta los últimos avances de la ciencia, pero también las técnicas que no se encuentran legitimadas por los saberes institucionales. Para los autores, los seres humanos han sido los protagonistas de Xochimilco ya que, desde su formación, ha representado una posibilidad de que intervenir a la naturaleza puede hacerse de manera benéfica para una comunidad entera. En su momento, la colonización no fue de la mano del extractivismo, y esto es lo que Zambrano y Rojas piden revisar, ya que:
La ciudad no puede vivir sin Xochimilco y no lo ha podido hacer desde su fundación. Xochimilco, visto como un socioecosistema, no se puede concebir sin la interacción de los humanos a partir de sus canales de transporte y de chinampas productivas; sin ellas sería un lago más. Esta simbiosis de aproximadamente dos mil años, que ha sido altamente benéfica, sólo se ha roto en las últimas décadas. La ruptura es reciente, pero ha sido tan grande que está poniendo en peligro tanto a Xochimilco como a la ciudad misma.
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