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Violencia blanca

Violencia blanca

2 agosto, 2015
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia

Violencia blanca es el nombre de una exposición realizada en el marco del proyecto artístico 1 Mes / 1 Artista, un pequeño espacio ubicado en el Centro Histórico de ciudad de México. Realizada por la artista japonesa Seiko Yamamoto esta obra parte de la arquitectura moderna como leitmotiv.

Su inició es sencillo, Yamamoto toma el color predominantemente blanco que caracterizaba a esta arquitectura –que tenía en su origen criterios puramente utilitarios vinculados a la higiene y la salubridad– para establecer una crítica hacia lo impersonal y poco sensible que resulta este tipo de espacios. La artista japonesa recurre a su propia biografía para cuestionar los valores aún vigentes: “En [Senri Nueva Ciudad] –la ciudad donde creció la artista, construida de cero en 1970 de acuerdo a valores modernos– no puedo sentir ni el olor que genera un ser humano”.

Alejandro Hernández Gálvez exponía en Arquine cómo se cuestionaba este modelo arquitectónico incluso en su propia época. Aldous Huxley –creador del libro Un mundo feliz– acusaba a Le Corbusier –padre espiritual del Movimiento Moderno– de realizar una arquitectura fuera de todo valor humano, cuyo aspecto era más propio de “una consulta de dentista” que de una vivienda.

Pasados los años, no es ningún secreto que el carácter hospitalario de la arquitectura moderna era una de sus máximas. La creencia y necesidad tras un principio de siglo XX plagado de enfermedades y malas condiciones de vida fruto de la industrialización y la guerra que se necesitaba una nueva arquitectura que resolviera los males que aquejaban al ser humano era casi una doctrina.

“Las paredes de vidrio, como los Rayos-X, son instrumentos de control. Del mismo modo que los rayos-x exponen el interior del cuerpo a la mirada pública, la casa moderna expone su interior. Lo que antes era privado se somete ahora al escrutinio público” –Beatriz Colomina

Pero el siglo XX no sólo vio nacer nuevas viviendas sociales –donde existía un proyecto de estado que cuidaba el cuerpo social– sino que vino acompañado de nuevas formas en la fábrica, la escuela o el hospital. Todos estos espacios asociados a modelos disciplinarios, donde la conducta y el cuerpo son observados y fijados por la mirada constante de un observador omnipresente. La arquitectura moderna –con sus paredes de cristal– evolucionó hasta convertirse en un dispositivo médico, cercana a una máquina de rayos X, que exponía en su totalidad al sujeto que la habitaba.

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“Las cosas de cristal no tienen ‘aura’. El cristal es el enemigo del misterio, y lo es también de la propiedad” –Walter Benjamin

“La transparencia deshace todos los límites y umbrales” –Byung Chul Han (1)

Su herencia puede estar en lo que el filosofo coreano-alemán Byung Chul Han denomina Sociedad de la transparencia: una sociedad que se exhibe y expone –ya sea a través de la arquitectura o las redes sociales como Facebook– en la que habitar ya no es posible.

Han alude a Heidegger y apunta que ya no podemos “estar en paz,” lo que deriva en una sociedad llena de perturbaciones como “el agotamiento, el cansancio o la depresión”. Sentimientos nada lejanos a aquellos de los que se lamentaba la señora Farnsworth sobre la casa de descanso que le había realizado Mies van der Rohe. Su queja apuntaba al estrés de estar en constante exposición, de vivir en “una radiografía” donde no se podía esconder ni ocultar. Pero el filósofo apunta, además, otro aspecto: la arquitectura moderna y su modelo disciplinario –establecido por Foucault en los psiquiátricos o las cárceles– ha sido sustituída por una nueva arquitectura, la de “gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéticos” que nos llevan a una sociedad del rendimiento, donde el cuerpo se (auto)explota y (auto)consume (2).

Resulta pues paradójico que aquella arquitectura cuyo objeto era la mejora del cuerpo físico acabara por alterar el cuerpo psíquico. Habrá que preguntarse entonces cómo conseguir una nueva ciudad y una nueva arquitectura que sea capaz de, por lo menos, alterar la vida para mal lo menos posible.

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(1) Sobre esto mismo Han apunta también que a la sociedad de la transparencia le resulta sospechoso todo aquel que tiene algo que ocultar. Pensemos entonces en los nuevos métodos de vigilancia y escaneo de aeropuertos y otras redes de transporte. Ocultarse, nos dice Han, es negativo y resulta peligroso.

(2) Vease también la exposición Indisposición general. Ensayo sobre la fatiga, comisariada por Martí Peran para Fabra i Coats Centre d’Art Contemporani en Barcelona.

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