Ejes y transiciones: la arquitectura del skateboarding.
“…hemos aprendido que el skateboarding no es perjudicial para la vida urbana, sino que puede ser una ventaja para activar [...]
🎄📚Las compras realizadas a partir del 19 de diciembre serán enviadas a despues de la segunda semana de enero de 2025. 🎅📖
¡Felices fiestas!
14 mayo, 2024
por Erik Carranza L. | Twitter: SA_Anonima | Instagram: SA_Anonima | linktr.ee: Anonima_arquitectura
Face House (kao no ie) de 1974 por Kazumasa Yamashita en Osaka y souvenir.
Kioto fue una oportunidad para experimentar la fuerza de una persona tirando de un pequeño vehículo de dos ruedas como transporte de pasajeros: el rickshaw. Nuestro conductor asignado, Yuji, nos dio un panorama general y un paseo por el Bosque de bambú de Arashiyama para recalcar que la amabilidad de los japoneses se intensifica en ciertas localidades. El recorrido terminó en el Museo de Arte Fukuda, de Koichi Yasuda, y su espejo de agua que se extiende hasta el río Katsura. Fue un encuentro con otros templos, una nueva caligrafía, colecciones de sellos (es impresionante la dinámica inmersiva, que ocurre por todo Japón, de coleccionar sellos como un recuerdo gráfico de sus ciudades y experiencias).
De ahí, al Jardín de las Bellas Artes, de Tadao Ando, un recorrido hídrico-artístico a través de muros de concreto que enfatizan la perspectiva y enmarcan las obras monumentales de arte, para terminar en la Face House (Kao no ie [1974]), de Kazumasa Yamashita, que es la síntesis de esa infantilización sobre la ciudad y su arquitectura. La casa nos recuerda que la arquitectura siempre ha sido un juego, es ese urbanismo y arquitectura fantástica que rompe con la estructura de una cuadra, que te saca una sonrisa y te llena de emoción al verla. Es una casa hecha cara, o una cara hecha casa, con su local comercial en planta baja y acceso mediante una boca sonriente con dientes incluidos con la modulación de su cancelería (el primer local que existió fue el del dentista que solicitó la casa, que hoy en día es una estética), las ventanas en forma de ojos, una nariz para ventilar una habitación, orejas laterales con balcones que han sido absorbidos por las colindancias y escalera a manera de una coleta de cabello, en la parte posterior, para ingresar a la vivienda de manera independiente. Y, de regalo, una máquina expendedora de pines coleccionables con la Face House como recuerdo.
Osaka fue la cúspide de la infantilización: figuras tridimensionales —desde cangrejos, chefs, dragones, gatos, y pulpos, hasta el glico man en Dotonbori—, extensos pasajes comerciales, calles cubiertas de consumo, la cabeza de león en el Templo de Namba Yasaka, la experiencia de manejar un go kart personalizado de Super Mario Bros. por las calles del distrito de Shinsaibashi. O un café entregado por la garra de un oso (saludo, caricia y agradecimiento incluido) en el kumanote cafe como parte, ya no sólo de una dinámica lúdica y de infantilización de las cosas, sino como una muestra de empatía hacia los que están en una situación difícil por cualquier motivo en la vida. Amabilidad siempre, ante todo. Sobre esa infantilización basta ver la identidad gráfica de la Expo Osaka 2025, diseñada por Inari Team, que es la unión de muchas personas (otras personas) en diferentes acciones: bailando, saltando y rebotando, porque esa es la razón de estar vivo.
Luego visitamos el castillo con las vistas a la ciudad para tratar de entender y visualizar lo que va a pasar en ese ya cercano 2025 con la Expo Mundial de Osaka, Kansai con el lema de el “laboratorio de la vida del pueblo: un laboratorio para una sociedad del futuro”, salvando, empoderando y conectando vidas con un pabellón circular diseñado por Sou Fujimoto con la expectativa de recibir 28.2 millones de visitantes en la isla artificial de Yumeshima en el frente marítimo de la ciudad.
Como última parada, el Nakanoshima, el Museo de Arte de Osaka, con sus extensas circulaciones verticales mediante escalas eléctricas que siguen este flujo de llevarte de la última planta hasta nivel de calle y expulsarte en una intervención urbana, diseñado por Katsuhiko Endo, la identidad gráfica de Takesuke Onishi, y mobiliario de Taji Fujimori Atelier.
Hakone fue un regalo para dejarnos consentir con un baño de aguas sulfurosas en privado, vista a un jardín y la visita inesperada de un zorro rojo. Cena, desayuno y vestimenta tradicional (yukata robe) y descansar un poco de esos primeros días de velocidad para después recorrer la ciudad en transporte público, metro, camión, tren zizagueante por la topografía del lugar y cable bus para conocer las minas de azufre de la región y tratar de ver el Monte Fuji, sin suerte. Luego, el Museo Abierto de Hakone con una gran colección de obras de Picasso, Henry Moore, Miró; el playground con el octetra, de Isamo Noguchi; el knitted wonder space 2, de Toshiko Horiuchi McAdams; el interior del woods of net, de Tezuka Architects (estructura de madera y ensmables al estilo japonés); y muchas obras de artistas más bajo la neblina de la tarde que iba cayendo.
Yokohama era una parada obligada para conocer la terminal marítima diseñada por FOA (Farshid Moussavi y Alejandro Zaera-Polo), un referente en el manejo de la superficie continua, la materialidad y sus encuentros en diferentes direcciones1 que, bajo la lluvia, se convirtió en un recorrido hídrico-marítimo, un gran puerto-deck de madera que se despliega y se desdobla con la fuerza del mar. Desde que estaba estudiando la licenciatura, este proyecto (y el libro editado por ACTAR al respecto) fue una guía de referencia en esos años escolares, por lo que visitarlo se convirtió en una exploración a detalle de cómo se conforman.
Luego un niño-arquitecto en un juguete-edificio explorando, tocando y fotografiando todo para terminar el día en la Gundam Factory y ver a su robot de 20 metros de altura y 25 toneladas de peso articulándose y moviéndose en una de las últimas presentaciones que daría. El museo de los Cup Noodles diseñado por Penta-Ocean Construction, bajo la dirección creativa de Kashiwa Sato fue una parada imprevista para conocer la historia de Momofuku Ando (1910-2007), inventor y padre de las sopas instantáneas de ramen y fundador de Nissin Food Products, y una buena lección de museografía para poder entender el creative thinking (pensamiento creativo) y su interacción con el público mediante sus exposiciones.
Tokio y sus edificios publicidad, arquitectura espectacular y especulativa que cumplen con una función comercial pero que en conjunto articulan a la ciudad espectáculo, desde la Tokyu Plaza, de Hiroshi Nakamura; el Gyre Shopping Center, de MVRDV; la tienda de Dior, de SANAA; Ometosando Hills, de Tadao Ando; el Espace Louis Vuitton, de Jun Aoki; TOD´s Ometosando Building, de Toyo Ito; el Ometosando Keyaki Building, de Norihiko Dan y Asociados; la Coach Ometosando Flagship, de OMA; One Ometosando, de Kengo Kuma, en Shibuya City; Marc Jacobs y la Tokyo flagship Building, de Jaklitsch Garner Architects; The Jewels of Aoyama, de Jun Mitsui; Intersect, de Lexus por wonderwall; la otra tienda de Coach, también diseñada por OMA; la tienda de Prada de Herzog & de Meuron; y la Puma House de Nendo, en Minato City; hasta el Sunny Hills, de Kengo Kuma, en Minanmi-Aoyama, con su sistema constructivo de uniones jigoku-gumi, una especie de madriguera-dique-represa de confort con el uso de la madera de los árboles hinoki (ciprés japonés) para refugiarse una media hora y que, como agradecimiento por comprar sus productos en la planta baja, te invitan a subir a tomar el té y probar un postre. Un viaje a Japón fue un agradecimiento continuo y eterno.
Después, una parada muy rápida en el Hotel Imperial de Tokio para ver los vestigios del diseño de Frank Lloyd Wright, y un hasta pronto en la Plaza de Godzilla, ese moderno Prometeo que resume bien esa infantilización del espacio público a la cual nos sometimos sin ninguna queja durante 13 días.
En Tokio, nos hospedamos en dos distritos. El primero, en el barrio coreano en Hyakunincho, muy cerca del barrio rojo de Shinjuku, en un edificio de concreto aparente a la escuela de Tadao Ando que compartía departamentos en propiedad, en renta y hospedaje. Quizá fue el único distrito donde alcanzamos a apreciar una suciedad ordenada. Digamos que los coreanos tienen la costumbre de sacar su basura a la banqueta para que la retire el servicio de limpia, los japoneses no, ellos esperan a que pase el servicio para entregarla. En ese barrio encontramos una tienda de renta de uniformes escolares en la que puedes apartar una sesión fotográfica de media, una hora o cuatro horas hasta rentar un día completo para pasear con atuendo escolar. La infantilización con otras notas llega hasta este grado. Dos días después tratando de cubrir la extensión de la ciudad nos movimos a Ginza desde donde pudimos ver la Tokio Tower, de Tachu Naito; la Tokio Skytree, de Nikken Sekkei, desde la terraza pública de Ginza Six. A una cuadra de donde nos hospedábamos, estaba el emplazamiento original de las Torres Nakagin (1972-2022), de Noriaki Kisho Kurokawa, el cual sentenciaba: “me llaman futurista y dicen de manera más que lamentable, que soy el arquitecto de las cápsulas”, con esas cápsulas habitables de 4 m × 2.5 m (proporciones de tatami) con un espacio único habitable y un baño prefabricado en la línea Dymaxion Bathroom de Buckminster Fuller, que durante el proceso de desmantelamiento la cápsula A1302 fue adquirida por el Museo de Arte de San Francisco (SFMoMA), fuimos en búsqueda de algún vestigio de lo que fueron esas torres y no encontramos más que una caricatura colgada en un poste de luz de un colectivo, que se llama en instagram (@coseplaykoechan), que ese ha encargado de darle visibilidad desde el desmantelamiento a la fecha de la historia de las torres, mediante mercadotecnia y eventos.
Perderse en la traducción
Hay jardines que hacen llorar y trenes bala que provocan reír, hay gente local que te dan ganas de abrazar y turistas de los cuales quieres huir. (D)escribir un viaje a Japón quizá sea ese punto intermedio, ese balance y ese equilibrio que quiero definir y que necesitaba después de estar entre la rapidez y la lentitud, de cruzar el Shibuya Crossing entre la multitud y comer un ramen acompañado con la tranquilidad, que te da un ritual con dos palillos y múltiples formas de llevar la comida a la boca. Ese equilibrio y balance que estaba buscando en el viaje era este: el (d)escribir de las cosas mentales durante 13 días que hoy en unos días de escritura se convirtieron en este texto.
En la sobrecarga de información de los anuncios luminosos y las pantallas digitales, en las tiendas de máquinas de juguetes, que te absorben por horas, están los nuevos templos de adoración. El espacio público está infantilizado en su comunicación. Todo es una caricatura, un personaje que te da indicaciones, un manga que te da instrucciones, una forma de control, porque un viaje a Japón te deja ver quizá solo lo que quieres o necesitas ver y algo te oculta de la realidad, del día a día.
Quiero regresar y hacer un viaje a Japón a la manera que lo hizo Teodoro González de León; durante meses rehuí la compra de su trilogía de libros que narran su experiencia, porque quería hacer mi propio viaje. Pero cada vez que entraba en una librería, preguntaba por ellos tratando de retarme para ver si continuaba con mi guion, con mi descripción, o si ajustaba algo de este con lo que había visto Teodoro. Afortunadamente, los tres libros siempre estaban agotados, pero se que hay algunas referencias que mi historia arquitectónica no tiene en el panorama y que posiblemente esa guía pueda darme. Necesito regresar y hacer otro viaje a Japón para verlo solo con los ojos de un diseñador gráfico, de un asiduo al manga y al anime (ahí hay otros referentes y otros lugares), de un coleccionista de art toys, de un diseñador de moda, de un asiduo a la comida para (d)escribir todos sus ingredientes y sus partes. Debo regresar y hacer un viaje a Japón y recorrer exclusivamente sus baños públicos, como los del The Tokyo Toilet Project (porque ¿quién en su primer viaje a Japón destina todo un día para visitar baños públicos?: sólo los arquitectos acompañados de arquitectos, que para eso se requieren días perfectos, ¿no?). Quiero regresar y hacer un viaje a Japón y volver a perderme en su traducción. Quiero a veces sólo escaparme y huir de esta Ciudad de México que estos días está convertida en un basurero político-publicitario a 33 grados centígrados.
Arigatō gozaimasu, viaje a Japón. Hizo falta tiempo para conocerte a detalle y conocerte mejor, pero prometo regresar y encontrar esas otras señales de tus ciudades que faltaron recorrer.
“…hemos aprendido que el skateboarding no es perjudicial para la vida urbana, sino que puede ser una ventaja para activar [...]
¿De verdad existen las aves? ¿Son las palomas un símbolo de paz y unión, o de suciedad urbana? ¿Qué tiene [...]