¿De quién es el aire?
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27 abril, 2020
por Ernesto Betancourt
“Une manière commode de faire la connaissance d’une ville est de chercher comment on y travaille, comment on y aime et comment on y meurt.”
La Peste. Albert Camus.
Algo se puede decir con mucha certeza: las epidemias se difunden en las ciudades, son enfermedades —las contagiosas—, que se asientan en las ciudades, si bien pueden no haber sido generadas ahí. La mayoría de las veces su origen se da a partir de la convivencia con animales en condiciones escasas de salubridad, en medios suburbanos y rurales. Pero es en las ciudades, donde el contacto, la convivencia y la cercanía entre individuos es mayor.
En una primera instancia los efectos que hasta ahora se observan por el SARS-CoV-2, podrían apresurar conclusiones sobre las implicaciones que tendrá para el futuro de las ciudades, principalmente en dos aspectos: densidad y movilidad. Como ya se dijo, la cercanía, el contacto y la interacción metropolitana es uno de los factores de transmisión de infecciones más notorio, principalmente en lo que la ratio de contagio (reproduction number) se refiere, esto es, la capacidad de transmitir el virus por persona. El más alto es el del sarampión, que tiene una ratio de 15, esto quiere decir que una persona puede contagiar de una vez a 15 personas antes de que el virus desaparezca en un ciclo. El llamado SARS-CoV-2 tiene una ratio de 2.6 (1), lo que quiere decir que una vez adquirido, una persona puede transmitir el virus a casi 3 personas.
Traducido a la cotidianidad urbana supondría que si por la mañana alguien infectado sale de su casa, compra el periódico, toma un café y saluda a un conocido, el que vende los periódicos, el barista y el amigo lo más probable es que se contagien también. Es decir, habrá contagiado a 3 personas en un día que a su vez serán portadores y potenciales transmisores. Cualquier pueblo de menos de 10,000 habitantes admite esa ratio, y no solo las grandes ciudades. No hay a la fecha, evidencia definitiva de la relaócin entre densidad y contagio como único o definitivo factor de transmisión, ni a nivel local entre condominios verticales de densidades medias o altas, o de condominios horizontales de baja densidad. Es decir son más los contagiados en una gran ciudad, pero el indice de transmisión sigue siendo el mismo, y son las medidas sanitarias y de monitoreo epidemiológico lo que puede hacer la diferencia. Los casos mundiales —en principio— así lo demuestran.
Es muy impactante que Nueva York, epítome de la ciudad densa, sea uno de los epicentros de contagio. Crea una reacción inmediata de rechazo a las ciudades densas y verticales. Sin embargo, en otros casos no son las ciudades más densas ni más pobladas las que registraron mayores casos comparativos. Es en Asia donde más claro se manifiesta esto: Hong Kong, con 9 millones de habitantes y una densidad de 6,700 habitantes por kilómetro cuadrado, tiene muchísimos menos casos que la zona metropolitana de Wuhchang, origen de la pandemia, con 11 millones de habitantes. Lo mismo pasa con Shanhai y Beijing.
Teherán con casi 9 millones de población tiene mas de 70,000 (2) casos, mientras que Sao Paulo tiene 16,000 casos con una población de 12 millones. Lo mismo se podría analizar respecto de Milan vs. Roma o Estambul con respecto de Tokyo. Nos hará falta hacer la geografía global del virus, pero parece hasta ahora que no son la densidad —o al menos no nada más— o la cantidad de habitantes los factores determinantes de la transmisión.
Para México habría que buscar los puntos de contacto entre Tijuana, Iztapalapa y Cancún. En principio, parecería que son los flujos migratorios o turísticos los que dan la pauta y no los indices poblacionales. Faltará determinar los parámetros socioeconómicos, por edades, por genero y otros para conocer más los factores de riesgo. En un primer análisis, Jason Barr (3) sugiere observar el contacto por numero de aeropuertos y viajes como un factor de estudio para determinar la velocidad del contagio. Barr sugiere que es el tiempo y no el espacio el factor más determinante de contagio. No está del todo claro si la densidad es un factor de mayor contagio, pero ¿donde preferiría aliviarse de una enfermedad contagiosa, en una gran ciudad o en un poblado?
Lo mismo sucede respecto a la movilidad. Al parecer en China hay una efervescencia por comprar más autos en detrimento del transporte público por considerarse más seguro viajar aislado que en comunidad. A partir de estas primeras reflexiones sobre un fenómeno parteaguas, que aun esta en proceso, creo sería un error adelantar conclusiones hacia el posible renacimiento del suburbio y su principal aliado: el automóvil.
Las epidemias de cólera o fiebre amarilla a mediados del siglo XIX, dieron por resultado la implementación de las primeras redes de agua potable, drenaje y políticas públicas de vivienda. Los casos de Londres, París y Nueva York son paradigmáticos, pero en todo el mundo se adoptaron los estándares sanitarios y de infraestructura que hoy son comunes en todas las grandes metrópolis.
El SARS-CoV-2 impone una reflexión sobre la ciudad: cómo habitamos, cómo nos movemos, cómo convivimos. Pero las ciudades seguirán estando ahí. También las epidemias. La metrópoli es parte del problema y también de la solución. Quizás valdría la pena —antes de sacar conclusiones apresuradas— preguntarse, como hace Jason Barr: ¿Después de todo, dónde preferirías atenderte de Covid-19, en un centro hospitalario de una gran ciudad o en una aldea o en un suburbio?
Notas
1. https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019
2. Datos oficiales disponibles al 21 de abril.
3. Barr, Jason: https://buildingtheskyline.org/covid19-and-density/
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