La urbanización ya es nuestra forma de vivir, por lo tanto está ligada al destino humano para bien y para mal. La mayor parte de la población ya está urbanizada y de hecho, la realidad hace que las cifras sean mayores que el 55% del que se habla. Cuando se analiza la urbanización desde el punto de vista no de las fronteras jurídicas de las ciudades, sino desde las manchas urbanas contiguas, la urbanización mundial alcanza alrededor del 60%. Por lo tanto la urbanización es la forma que hemos escogido los humanos para vivir en el tiempo actual. Vinculado a la urbanización está lo bueno y lo malo. Lo que a nosotros nos interesa desde el punto de vista de promotores de la buena urbanización, es lo que se puede hacer para mejorar la situación, lo que implica una actitud proactiva. No se puede tomar la postura de contemplación de lo que acontece. Si sólo contemplas, renunciando a diseñar el proceso y dirigirlo, gana la urbanización espontánea, que es de muy baja productividad y generadora de muchos problemas. Por lo tanto, contra la urbanización espontánea está la urbanización diseñada y el hecho de pasar de una a otra requiere de una reflexión política sobre quién es el diseñador, cuál es el control democrático del diseño y el diseño no tan sólo físico sino también jurídico y económico. Es así de sencillo y así de complicado.
Estamos ante una transformación urbana relevante a principios del siglo XXI, pero desconocemos la sociedad del futuro. Por lo tanto, hay muchas incógnitas abiertas. Hay tendencias políticas, algunas de ellas preocupantes. Hay tendencias incluso tecnológicas preocupantes sobre el control de la información y sobre la falsedad de la misma. Pero todos estos son riesgos que la urbanización padece como toda la sociedad en su conjunto. Insisto, lo que interesa es cuál puede ser la contribución positiva de la urbanización y aquí es donde intervienen los cinco principios de la nueva agenda urbana. La política nacional urbana hace una reflexión sobre la responsabilidad en el diseño y en la calidad urbana del Estado: ha de dotarse de un diagnóstico de cuál es su responsabilidad. Luego viene el tema de la legislación, el diseño físico, el diseño financiero y, finalmente, la implementación; porque si no hay implementación todo esto se queda en palabras vanas que no se transforman en realidades. Los cinco puntos deben acompañarse. Después de tres años de análisis de la urbanización del planeta a nivel global, constatamos que no hay soluciones mágicas o recetas que sirvan para todos. Hay que tener la capacidad de hacer una aproximación estratégica a la urbanización de una forma integrada. No puedes hacer una buena legislación y un mal planeamiento o un buen planeamiento y una mala legislación y una mala financiación. No puedes hacer planes y que luego no se implementen. Es decir, hay que comprometerse con los cinco principios o pilares de la nueva agenda urbana.