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Urban Tester

Urban Tester

30 diciembre, 2013
por Andrea Griborio | Twitter: andrea_griborio | Instagram: andremonida

La ciudad opera como el gran laboratorio experimental de la civilización. Es tiempo desplegado en un espacio y, a la vez, un catalizador de los movimientos políticos y sociales que marcan las pautas que construyen la historia. Recientemente, en éste blog, Miquel Adrià se refería a la ciudad como el artefacto más importante que ha llevado a cabo la humanidad, el más complejo que existe. Edward Glaesner afirma en su libro El triunfo de las ciudades que las ciudades provocan eclosiones intelectuales, en las que una idea inteligente engendra otras. Las ciudades se entienden como puntos de comunicación entre mercados y culturas, definidos por la ausencia de espacio físico y la proximidad entre las personas, donde los ejercicios científicos, artísticos o literarios posibiliten establecer objetivos precisos y las estrategias idóneas que permitan constituirlas. 

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La V Bienal de Urbanismo y Arquitectura de Shenzhen –abierta del 6 de diciembre de 2013 al 28 de febrero de 2014– indaga en la experiencia misma de la ciudad a partir de cuestionarse sus límites. El tema Urban Borders fue el argumento a través del cual sus curadores Ole Bauman, Jeffrey Johnshon y Li Xiangning invitan a repensar las definiciones y los límites de este artilugio humano. La bienal, concentrada en dos sedes industriales recuperadas en la ciudad de Shenzhen –una antigua fábrica de vidrios y los almacenes cercanos al puerto de ferry– mostró no sólo cientos de ejemplos que cuestionaban las ciudades y sus límites, sino también generó una serie de diálogos y talleres que pretendían hacer de la misma mucho más que una simple exposición, al buscar constituirla como un lugar donde se deben tomar riesgos que permitan evidenciar la transformación de la ciudades chinas de zonas de desarrollo económico a zonas de desarrollo cultural.

De un modo paralelo y casi desapercibido a los temas de la Bienal, la joven ciudad china, con semanas de diferencia, daba oficialmente la bienvenida a dos importantes piezas dentro de su paisaje urbano: la nueva Terminal 3 del Aeropuerto Internacional diseñada por Massimiliano y Donattela Fuksas y la sede de la Bolsa China obra de Rem Koolhaas.

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El proyecto de los arquitectos italianos es una superficie envolvente perforada cuyo interior contiene las circulaciones propias del programa para otorgar todo el protagonismo del proyecto a este elemento que, con distintas series de perforaciones, se cierra y abre al exterior según sea el caso y, así, hacer alarde de grandes alturas y luces que parecen el render de algún proyecto futurista. Sin embargo, está pieza de espectaculares proporciones, parece olvidar aquella clásica frase que “Dios está en los detalles” y la lupa más que favorecerla, deja en evidencia un sistema que pareciera frágil y desechable. Una especie de aeropuerto de utilería.

La sede principal de la Bolsa China es un rascacielos que hace alarde de su simpleza y elegancia en la zona empresarial del centro de la ciudad. La torre se erige como un prisma recubierto por un vidrio opaco y oscuro que deja ver la estructura a la vez que le confiere un matiz que lo diferencia de la apariencia corriente de sus vecinos. Este singular proyecto se coloca exento en un lote donde, al replicar y extruir la silueta de su espacio público, la levanta. Como si de un juego se tratara, el prisma aparece inserto en un volumen cuadrado de menores proporciones, que utiliza el mismo material de todo el edificio para mostrar en el interior los usos del espacio exterior, sin que se pierda la lectura homogénea que caracteriza la pieza. De esta manera, la sede de las operaciones financieras del exótico país en la joven ciudad, ocupa una pieza del más global de los arquitectos del mundo.

Ambos edificios hacen alarde de la capacidad de producción de la ciudad oriental, de la destreza para hacer y des-hacer escenarios donde se expongan o simulen las arquitecturas de marca bajo modelos de producción masiva. China ha dejado de ser un remoto lugar del occidente para convertirse en modelo de producción y reproducción que sirve al mundo entero.

La ciudad es entonces el espacio catalizador de los movimientos políticos, el escenario donde la presión demográfica y la gestión pública operan, es el lugar de la especulación y el intercambio y, también, el escenario para el desarrollo y la transformación creativa. La evolución y la cambio acelerado de las ciudades orientales –nuevas y antiguas– las evidencian como el “Urban Tester” del planeta. Nos obliga a mirarlas como referentes y a entender sus operaciones, no a partir de copias fragmentadas, sino como los escenarios complejos de oportunidad y desarrollo que hoy constituyen. 

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