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Una renovada civilidad

Una renovada civilidad

23 diciembre, 2019
por Juan Palomar Verea

Según el diccionario, la civilidad es “el comportamiento de la persona que cumple con sus deberes de ciudadano, respeta las leyes y contribuye así al funcionamiento correcto de la sociedad y al bienestar de los demás miembros de la comunidad”. Pero se podría agregar algo, en términos más propositivos: la permanente actitud de buscar en cada aspecto particular de la convivencia ciudadana la manera de promover, ante los cambios y las nuevas circunstancias, maneras inéditas de propiciar la vida en común.

Lo anterior puede incluir una larga lista de cuestiones. Una de ellas es la colaboración en el asunto de los desechos sólidos. Desde el simple cuidado por el destino de la basura producida en la calle, la ayuda para ponerla en su lugar, y la disposición de todos los desechos domésticos u otros generados por particulares.

Algo parecido sucede con el servicio y consumo del agua potable. Lo primero, terminar con el alto índice de desperdicio al respecto de lo que a la ciudadanía concierne; después, pagar lo justo por el consumo de cada finca, cosa muy rezagada entre muchos usuarios del servicio, con consecuencias también muy graves para el correcto funcionamiento del sistema. Una elemental actitud frente a la ciudad es el tomar conciencia de que el agua es cada vez más un recurso limitado y por lo tanto es preciso cuidarla al máximo.

La movilidad, por su parte, es un tema tan extenso como complejo. Porque en el contexto de la ciudad confluyen centenares de miles de trayectorias deseadas que se entrecruzan y provocan con frecuencia conflictos. Entre ellos la aglomeración de vehículos, públicos y privados, los que muchas veces se pueden resolver o evitar con un sentido de responsabilidad compartida que incluye la limitación del uso de los vehículos particulares, la mejora radical del transporte público y por tanto la disminución de la contaminación ambiental, la que actualmente es una de las amenazas para la salud de la población.

Caso muy relevante es el uso cada vez más extendido de la bicicleta como medio de transporte. Este fenómeno es relativamente nuevo entre nosotros. Para su correcto desempeño es necesario que tanto ciclistas como automovilistas y conductores del transporte público construyan una vigorosa conciencia de respeto a las leyes y reglamentos en la materia. Los ciclistas por ocupar, después de los peatones, la jerarquía de preferencia en la vía pública deben ser absolutamente conscientes de su obligada restricción a los reglamentos y al mismo tiempo de su propia fragilidad.

Es necesario el ánimo de construir una nueva manera de hacer que la ciudad funcione mejor para beneficio de sus habitantes, la continuación de tantos legados del pasado que procuraban esta intención, y el hallazgo, la invención ante los presentes retos, de encontrar una nueva civilidad que nos haga posible gestionar a todos una mejor ciudad.

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