Ciudades sueños IV: todos los caminos van a Megalópolis
La más reciente película de Francis Ford Coppola, "Megalópolis" (2024), trata de un arquitecto genial que ha inventado una partícula [...]
12 enero, 2024
por Olmo Balam
Es probable que no haya manera de celebrar la obra y el centenario de Héctor García Cobo (Ciudad de México, 1923-2012) sino por medio del fragmento. Así lo muestra la proliferación de exposiciones que, durante 2023, trataron de dar cuenta de la inmensa obra fotográfica de este periodista visual que ganó su posteridad en los años 50 y 60. Sin embargo, es necesario el arduo trabajo de la Fundación María y Héctor García por actualizar esas imágenes en un contexto en el que el fotoperiodismo, en tanto práctica, se ha inclinado de cierta manera hacia la compulsión viral y la espectacularidad.
En ese sentido, una de las cosas en común que tienen las muestras ha sido la reivindicación de la función social de Héctor García en su labor como fotorreportero. En una trayectoria biográfica que ahora parecería inverosímil, García no estaba muy lejos de los niños de vecindad y barrio miseria que retrató a lo largo de su carrera. Sin ser especialmente problemático, sólo pobre, terminó en una correccional juvenil, misma en la que aprendería los pininos de la fotografía analógica. Aunque consiguió una beca para estudiar una carrera en el recién formado Instituto Politécnico Nacional, García decidió irse de bracero a Estados Unidos, en un trayecto que lo llevó por la Costa Este: Maryland, Nueva Jersey y Nueva York. Con la cámara siempre en su equipaje e inspirado por el fotógrafo callejero Arthur Fellig, mejor conocido como Weegee, García regresó a México, donde terminó de formarse con referentes como Gilberto Bolaños Cachol, Gabriel Figueroa y Manuel Álvarez Bravo.
De rebote, o por suerte (predestinación le dirían otros), iniciaría así su carrera sin una formación estrictamente académica en periódicos que, de todos modos, en esos tiempos, requerían menos de un título profesional que de aprendices dispuestos a curtirse en un oficio tan apasionante como demandante en tiempo y hasta condición física. Con el tiempo, sus coberturas habituales y su ojo se refinaron al punto en que podía compaginar su labor en diarios, agencias y hasta instituciones de gobierno. En una época donde estaba por inventarse tanto el oficio, como el género y el negocio del fotorreportero, García empezó a destacar con un estilo a caballo entre la foto naturalista, pero siempre con un trasfondo social.
De ahí que en sus fotos más famosas, canónicas hasta cierto punto, de las que siempre salen a cuento cuando se hablar de garcía: un niño atrapado en un hueco de cemento; otro que le pinta una señal obscena al fotógrafo, las series del Caballito en Bucareli, algunas escenas de los militares en Tlatelolco. Todas estas imágenes de vecindades, obreros, mendicantes, niños pobres, comerciantes y vendedores ambulantes son documentos fundamentales para entender la vida cotidiana en la Ciudad de México a mediados del siglo pasado, ese periodo que hoy se estudia como el periodo posrevolucionario. Aunque el aspecto humano siempre resaltó en su obra, esta realidad es inseparable de la contextura material.
Además de esos relatos de imagen fija, es posible recrear la transformación del Distrito Federal en una metrópoli avasallada por los automóviles, la publicidad, algunos rascacielos y una desigualdad trepidante se puede apreciar sobre todo en las imágenes que García le dedicó a los trabajos de construcción y, en paralelo, a los escenarios de destrucción que dejó el terremoto de 1957, todo lo cual compuso un contrarrelato de la modernidad mexicana y, en paralelo, su particular modernismo arquitectónico: basureros descomunales, periferias, anuncios publicitarios en vez de horizonte y un parque vial que superaba en prioridad a la gente de a pie.
En Ciudad vorágine, la muestra que le dedicó el Centro de la Imagen, la más grande y comprehensiva, se resalta el periplo profesional de un periodista que vio en esa Ciudad a punto de desbocarse la necesidad de contar las historias de quienes se vieron atrapados, en los márgenes, por su desbocamiento urbano. En las revistas que fundó o en los reportajes que dirigió, García retrató zonas que en ese momento mostraban los límites de la urbanización defeña, como Nezahualcóyotl. A pesar de que cambian las vestimentas, se trata de fotografías que se pudieron tomar apenas hace un cuarto de siglo en Ecatepec, Iztapalapa, Tláhuac y otros territorios en los que la expansión metropolitan ha dejado su rastro de vialidades agujereadas y con montículos de tierra, perros de la calle, basura y una magra infraestructura general.
Ciudad espectro, que se exhibe en el Museo de la Ciudad de México, tiene en principio una temática lumínica como filtro para su selección: por un lado, escenas en las que la luz entra o aporta una cierta atmósfera a vitrinas, cuartos de vecindad y mercados. Del otro, el más interesante, una serie de imágenes nocturnas de la ciudad: cabarets, anuncios de neón, aparadores. Aunque la bohemia del DF llegó a ser legendaria en los cincuenta, y objeto de escándalo en muchas ocasiones, es notable que la mayor parte de la iluminación de esta ciudad espectro venía de vitrinas de tiendas de joyería, ropa y otros productos; resplandecientes, tenían frente a sí a un público cautivo de gente añorante de los lujos de la vida moderna. Ver en el Buen Fin estas imágenes es interesante, poco ha cambiado en realidad con respecto a la cultura del consumo en nuestros días.
La muestra ¿Qué me ves? Héctor García, cronista de la lente, en el Museo del Estanquillo, se centra en los vínculos del fotógrafo con la farándula y el mundillo cultural (además de repetir algunas de sus obras mayores): su relación cercana con Carlos Monsiváis, se ve reflejada en las múltiples portadas, revistas y personajes donde colaboró con García. Además de eso, fotos de estrellas de cine y artistas, como Diego Rivera o Andy Warhol, dejan ver el lado más oficioso de su trabajo. Pese a que pudo retratar a famosos y políticos de toda clase durante décadas, su mejor trabajo siempre fue en las calles.
Es en esa clase de paralelismos en los que la obra de Héctor García sigue siendo relevante, todavía más en tiempos en que la fotografía digital, los drones o incluso la inteligencia artificial, parecen menos interesados que nunca en documentar esa tensión a menos que sea desde la espectacularidad. De hecho, hay poco de eso en García, un fotógrafo que podía tomar imágenes clásicas pero sin escenificar las.
Ciudad vorágine se exhibe en el Centro de la Imagen hasta el 11 de febrero de 2024.
Ciudad espectro se exhibe en el Museo de la Ciudad de México hasta el 28 de enero de 2024.
¿Qué me ves? Héctor García, cronista de la lente se exhibe en el Museo del Estanquillo hasta el 22 de enero de 2024.
La más reciente película de Francis Ford Coppola, "Megalópolis" (2024), trata de un arquitecto genial que ha inventado una partícula [...]
Hasta hace poco, no más de una década, todavía era aceptable pensar, desde la experiencia inmediata, que el “contexto natural” [...]