Inflexiones: convertirse en lo que aún está por ser
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18 noviembre, 2013
por Andrea Griborio | Twitter: andrea_griborio | Instagram: andremonida
Hay que tomarse el tiempo para hacer las cosas bien, comentaba Oscar Rodríguez —arquitecto mexicano asociado a David Chipperfield para el proyecto del Museo Jumex— el pasado lunes en el programa #LaHoraArquine. Con esta especie de epílogo al programa dejaba entrever otra de las claves fundamentales de ese museo: el tiempo invertido en reflexionar cada decisión, en decidir cada detalle y detallar cada metro construido. La buena arquitectura tiene su tiempo y permanece en él. En una sociedad donde el tiempo es entendido como urgencia, la buena construcción es relegada a un plano secundario, lo que importa es erigir sin atender —y en ocasiones entender— muy bien el qué y el cómo. Alberto Campo Baeza en su libro la idea construida afirma que tal como el hacer un buen arroz, la buena arquitectura necesita de un tiempo preciso para hacerse bien. De un tiempo y un tempo: duración y ritmo. Nos dice que “la arquitectura por razones más serias y profundas que las del arroz, necesita de tiempo de estudio y de análisis para conocer los datos del problema, tiempo de reflexión para llegar a una síntesis, a una solución rigurosa, y un tiempo adecuado para su construcción” y esto la mayoría de los arquitectos parecen no recordarlo.
La arquitectura también debe entenderse como una oportunidad, enfrentarse al desarrollo de un proyecto debe ser un acto, un momento que permita pensar para encontrar diversos modos pertinentes de construir ideas. En el Museo Jumex la flexibilidad que expresan los espacios es el reflejo del dinamismo propio de la colección. Actualmente un museo debe ser capaz, a través de su arquitectura, de ofrecer programas dinámicos que permitan una gran versatilidad de acciones y relaciones. Es a partir de la búsqueda pensada, de la construcción de ideas y de espacios, que surge la buena arquitectura. David Chipperfield parte de preguntarse cómo debía ser un museo en México y encuentra tres puntos para la construcción de este proyecto: el espacio público, el clima y la luz. A partir de ese entendido lo público y lo privado se articulan y desde el análisis de la experiencia individual y colectiva de un programa cultural surge el edificio. Jumex se erige sobre una plataforma elevada que otorga un nuevo nivel al horizonte, un lugar que se abre para generar una serie de espacios interiores y exteriores y construir una planta baja pública, una plaza de carácter ambiguo donde los límites entre el adentro y el afuera se transgreden por no estar claramente definidos. El siguiente nivel es también un mediador entre el exterior y el interior y preserva esta condición de espacio dinámico y flexible para el desarrollo de una gran diversidad de programas. Este juego de cajas contenidas y desfasadas genera las amplias terrazas que funcionan a la vez como escenarios que muestran a la calle lo que en ellas sucede: una vitrina que podrá mutar con la flexibilidad que el programa curatorial exija. Es quizás este nivel el que otorga mayor particularidad al proyecto, esa condición de vitrina pública que puede servir de auditorio, sin tener gradas o una infraestructura acústica especializada – como el ejemplo de la tarde de ayer que funcionó para la entrevista pública que Hans Ulrich Obrist realizó al arquitecto David Chipperfield – un espacio que puede ser sala de exhibición sin necesidad de paredes sólidas, pensado para que el tiempo le otorgue desde la nada programática el todo que contendrá. Por último los niveles superiores que son los espacios cerrados, aquellos que de un modo clásico serán destinados a la exhibición de la colección, las cajas tradicionales que contendrán los tesoros expuestos. El último nivel es coronado por esta cubierta que aprovecha la luz natural y permite bañar la sala constantemente con una iluminación saturada, para demostrar la destreza de oficio de quien piensa un espacio que, desde el hermetismo, pueda ofrecer cualidades diversas.
La madurez del edificio construido denota el tiempo invertido en pensar de diversas maneras cómo construir diálogos entre la arquitectura y la sociedad. En el Museo Jumex se tomó el tiempo para pensar cada detalle, su arquitectura se nutre de un sin fin de referencias que de forma callada y reflexiva se exponen con la elegancia y maestría de quien sabe tomarse su tiempo para dejar impresas en el espacio grandes lecciones.
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