La nueva fotografía de arquitectura
La imagen arquitectónica siempre será la tarjeta de presentación de una ciudad. La gente viaja para conocer la arquitectura, y [...]
2 marzo, 2012
por María García Holley | Twitter: mariaholley
“La forma sigue a la información” podría ser el nuevo epígrafe con el que Louis Sullivan se inmortalizaría en el 2012. Las grandes formas arquitectónicas del siglo XXI son producto, ya no de teorías estéticas o funcionales, sino de operaciones algorítmicas por programas de diseño paramétrico que desafían la naturaleza construyendo realidades artificiales. Las imágenes digitales que bombardean la vida diaria son un nuevo sistema de representación numérico que provee diversas maneras de entender la realidad, o por lo menos, de visualizarla de una manera diferente. Tal es el caso de los renders y las animaciones espaciales en la arquitectura.
La imagen ha pasado a ser un sistema de representación en donde su visualidad ha evolucionado desde la factura de la pintura mimética del siglo XVII a la artificialidad de la era digital, pues lejos de ser fotografía se convierte más en la visualización de ceros y unos. “Tiempo de sospecha, un ejercicio sobre comunicación mediática, sistemas de conocimiento e información” es una exposición que trasmite el paradigma de la vorágine del sistema de información-visualización en el que vivimos a través de piezas mixtas (pintura, instalación, escultura, video, cine experimental). La exposición reúne el trabajo de artistas que debaten sus piezas sobre el papel que ejercen los medios de comunicación e información en la actualidad. Las obras oscilan en temas que van desde la arquitectura hasta la sexualidad, temas revestidos de cargas políticas, procesos creativos y denuncias sociales.
La muestra –que estará en el Museo de Arte Moderno hasta abril del 2012–, lejos de ser una propuesta ajena al público, es más bien una experiencia lúdica en donde es posible tocar piezas, interactuar con espacios y consultar libros. “Tiempo de sospecha” logra el difícil equilibrio de una exposición analógica que conjetura sobre los medios virtuales. La belleza de las piezas expone la relación de la tensión existente entre los encuentros físicos e identificables y la retórica que los describe. En las piezas el sustantivo se vuelve una función del proceso.
La lectura de la exposición conlleva una fuerte carga política y social en donde la reflexión del espectador como testigo incide directamente en el concepto de la muestra. Curada por Víctor Palacios y con museografía a cargo de Rodrigo Luna, la exhibición nos traslada a un espacio de reflexión y contemplación para darnos cuenta que la escala, en todas sus acepciones, ya cambió.
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