50 años del Museo de Arte de Sao Paulo
Un mes de noviembre hace cincuenta años se inauguró el Museo de Arte de São Paulo (masp), en la avenida [...]
🎄📚Las compras realizadas a partir del 19 de diciembre serán enviadas a despues de la segunda semana de enero de 2025. 🎅📖
¡Felices fiestas!
19 julio, 2016
por Laura Janka | Twitter: laurajanka
Jane Jacobs (1916-2006) es quizá una de las personas que más ha contribuido en la forma en que pensamos acerca de las ciudades como espacios de colectividad, de diversidad, de valor barrial, de vida pública.
Gran observadora, activista de su barrio (Greenwich Village, Nueva York) y reportera, publicó en 1958 en el periódico Fortune sus primeros textos que relatan lo que, a través de sus deambulares, anotaciones y entrevistas, identificó como el fracaso del modelo de urbanización tan cimentado en la década de los 50 y promovido principalmente por Robert Moses en las ciudades norteamericanas: obras de transformación urbana con el propósito de “limpiar” y “abrir” espacio para nuevos desarrollos y modelos habitacionales de mayor control institucional.
Ese artículo y posteriormente su libro Death and Life of Great American Cities (1961) fueron clave para legitimar, organizar y estructurar un movimiento ciudadano que no sólo cuestionó la devastación y ruptura del tejido urbano de barrios populares sino que logró frenar uno de los proyectos más grandes de “renovación urbana” —el Lower Manhattan Expressway— que hubiera dejado a la ciudad de Manhattan con una herida parecida a la que los habitantes de la ciudad de México vivimos con el Viaducto Miguel Alemán, el segundo piso y algunos de los ejes viajes, entre otros: una ciudad dividida, herida, arrepentida.
Como opción paralela, ella planteaba principios que hoy, después de más de 4 décadas, ya son parte del discurso evangelizador de muchos de quienes estamos en los temas de ciudad: densidad, diversidad, plantas bajas activas, usos mixtos, ojos en la calle, espacios humanos.
Su visión hacia un proceso de revitalización a partir de la riqueza y la diversidad en todos los sentidos merece mucha atención, especialmente recordando que no fue arquitecta ni urbanista. Pero los aplausos no terminan ahí. Uno de los grandes legados que se deja interpretar detrás de su discurso es una manera natural de hablar y entender el proceso de desarrollo urbano en relación con el tiempo, siendo éste un factor estructural para el entendimiento de toda transformación, evaluación, análisis y experiencia personal y colectiva.
Ella hablaba del tiempo como una variable intrínseca en la consolidación de identidad y valores urbanos diciendo que los barrios requieren de años, muchos años, para que se establezcan códigos de confianza, lazos sociales entre diferentes clases sociales y generaciones y sinergias entre economías locales y regionales, por lo que el procurar, revalorizar y reiventar es más importante que borrar e ignorar.
El tiempo de evolución es necesario y necesariamente flexible para que las ciudades y sus espacios empiecen a hablar de historias, identidades y costumbres que requiere para pulir y sacarse brillo donde la densidad no sólo es densidad sino un conjunto de comercios de barrio, donde el uso mixto no sólo es uso mixto sino un sistema barrial de diversidad racial, económica y cultural, y donde los espacios abiertos no sólo son parques con bancas sino lugares donde se crean sentimientos de colectividad, de orgullo, de solidaridad.
Ella también demandaba el tiempo de la planeación urbana activa, sensible y responsable. Prácticamente todos los principios urbanos que puso a discusión no tendrían la relevancia si ella no hubiera dedicado tiempo a ejemplificar, a experimentar, a vivir con conciencia cómo se usaban los espacios urbanos. La sensibilidad y agudeza de sus observaciones hizo de sus palabras y sus textos una guía lógica no sólo de conceptos urbanos sino una metodología de análisis urbano que requiere estar y vivir con la ciudad, práctica que ella no veía reflejada en el ejercicio de arquitectos o urbanistas.
En su última publicación, Dark Age Ahead (2004), Jane Jacobs, evidentemente preocupada por el porvenir urbano a nivel global, apuntó la diferencia entre desarrollo y expansión. El primer término describe el tiempo como la diferencia de transformación en los parámetros humanos, económicos y formales, mientras la seguna condición describe al tiempo como simple factor para evidenciar la producción en serie. El primero es efectivo, el segundo sólo es tiempo y lamentablemente es lo que prácticamente describe nuestro México contemporáneo, como la suma desarticulada de fraccionamientos que han ido dejando territorios habitacionales llenos de deudas crediticias y vacíos de ideales y de gente. Aquí el tiempo ha hecho su trabajo: demostrar que estos metros cuadrados de construcción en serie o bajo procesos de autoconstrucción o especulación parecen ser incapaces de absorber o crear vida urbana, colectiva, dejando un crecimiento urbano expansivo, monótono, sin servicios, inaccesible, uniforme y genérico.
Ahora, si tuviéramos tiempo para meternos en y con la ciudad, ¿qué podemos aprender y aprehender de Jane Jacobs a 10 años de su muerte?
Como arquitectos, sugiero abrir los ojos hacia la ciudad. En búsqueda de banquetas para caminar, árboles que den sombra, bancas para sentarse, pasos peatonales y parques de esquina de encuentro social. Observar y contar cómo se ocupan estos espacios, qué efectos tienen en la vida social de la ciudad para entender estas arquitecturas en su capacidad de transformación: cada pieza y su conjunto dentro de una dinámica que tiene efectos en la inclusión o exclusión, en la diversificación o segregación, en la tipificación o en la innovación.
Como ciudadanos, tenemos más de 4 décadas de retraso en los sistemas de planeación y visiones de ciudad incluyente, diversa, creativa. Urge seguir saliendo a la calle a demandar políticas claras y flexibles que promuevan mejores gobiernos, mejores procesos de planeación, que comuniquen, que eduquen, que nos haga mejores ciudadanos. No es imposible pensar en instrumentos que entiendan el mercado inmobiliario y promuevan procesos que a lo largo del tiempo induzcan una transformación cultural donde se encuentren ricos y pobres, morenos y güeros, bajos y altos y gordos y flacos, haciendo hogares cercanos al metro y al metrobús o empleos cercanos a las viviendas.
Como instituciones, tenemos que ser mejores observadores, cómplices de nuestras ciudades desde el territorio donde el tiempo se experimenta a escala peatonal y se desenvuelve a escala regional. Necesitamos gobiernos, observadores ciudadanos, academia, organizaciones comprometidas con la manera de vivirse la ciudad en su cotidianeidad con estrategias hacia el futuro desde la realidad social, ambiental, política y cultural.
Y como Jane Jacobs escribió en la introducción de Death and Life of Great American Cities (1961): “para ilustraciones, favor de mirar de cerca las ciudades reales.”
Un mes de noviembre hace cincuenta años se inauguró el Museo de Arte de São Paulo (masp), en la avenida [...]
En 10 o 15 años, los niños de una ciudad serán los que vivirán los efectos de nuestras políticas actuales. [...]