3 septiembre, 2019
por Adrián Román
En 2018 Grano de Sal, editorial encabezada por Tomás Granados, publicó un libro escrito por la investigadora y profesora Barbara E. Mundy que habla sobre el mito de la muerte de la ciudad prehispánica y cómo es que sobrevive en medio de esta ciudad que pretende ser moderna. Su historia, sus vestigios, su historia a través de mapas. Un libro apasionante para los que les gusta conocer cada calle y gesto de esta ciudad que un día estuvo rodeada de agua.
La historia de una periodista
Esta es la historia de una periodista gringa que trabajaba para Vanity Fair, pero su mente, en lugar de pensar en súper modelos o en los últimos diseños del verano, pensaba en el misionero franciscano nacido en el reino de León en 1499, el hombre que para muchos sería el hispanohablante más docto en la lengua náhuatl: Bernardino de Sahagún.
La periodista se llama Barbara E. Mundy y está sentada en una mesa de la librería más socorrida para entrevistas a escritores en toda la ciudad, la Rosario Castellanos. Habla con otras personas. Su acento es notoriamente extranjero, pero su conocimiento sobre la historia de esta ciudad pocos chilangos lo poseen. “Son la esperanza de México.” La voz es de Mundy y a lo que se refiere es a las chinampas. A los canastos de cañas sobre los cuales se sembraron las semillas de esta megaurbe en la que hoy vivimos. “Al momento de la conquista Tenochtitlan era uno de los conjuntos urbanos más grandes del mundo. Había alrededor de 150 mil habitantes. Más los que vivían en los alrededores, quizá sumaban medio millón. Entonces, el enorme éxito urbano que existía aquí tiene mucho que ver con la agricultura.”
Barbara vive en Nueva York. Su primer libro fue The maping of New Spain. Indiginous cartography and the maps of Relaciones Geográficas. Barbara llegó a esta ciudad justo antes del terremoto del 85. Felipe II envío una encuesta con 50 preguntas a la Nueva España para saciar su curiosidad acerca de estas tierras. “Las respuestas fueron escritas por los corregidores locales, había una pregunta que abría la posibilidad de que se colara la voz indígena, la pregunta diez, que pide una pintura. Los españoles no sabían pintar como los mexicas, entonces piden que venga un tlacuiloques para hacer la pintura. Entonces tenemos en los mapas un vistazo profundo a lo que fueron las diferentes comunidades y su manera de imaginar su territorio. Ese fue mi primer libro sobre la cartografía indígena de la nueva España.”
Ella nació en San Francisco, en donde los terremotos también son cosa cotidiana. “Sahagún era español y aunque sabía mucho de la cultura mexica, tiene una postura hostil a sus fuentes directas. El gran problema con las fuentes de la gran ciudad de Tenochtitlan es que están escritas por hombres que eran hostiles a la cultura mexica. Es como un problema de periodismo. Si tenemos distintos puntos de vista, ¿cómo podemos llegar a la verdad? ¿Cómo acercarnos a la realidad con esas pocas fuentes que son escritas por esos hombres que tenían un prejuicio enorme contra los habitantes de esta ciudad? Nació como un problema de fuentes de periodismo. Entonces decidí, por mi interés en Sahagún, regresar a México. Encontré un grupo de mapas hechos en 1580, parte de una encuesta real hecha por Felipe II, quien quería saber sobre los templos enormes de las Américas.”
La ciudad que crean los habitantes
“Las ciudades grandes son el enorme éxito de los seres humanos. Sabemos que es difícil vivir juntos, en la casa, el barrio, la ciudad. Y para lograr vivir juntos una cantidad de personas así para mí es el triunfo de la civilización.”
Michel De Certau es uno de los pilares del pensamiento de Barbara y una de las tantas teorías que menciona en el libro habla de caminar las ciudades: “Habla de dos modos de conocer la ciudad; una, la ciudad imaginaria. Esa que existe en los planos urbanos, los planes a futuro. La ciudad de la cartografía, donde se ve un esquema, un boceto de la ciudad. Pero otra manera de conocer la ciudad es la de andar por sus calles. De Certau dice que cada persona que habita crea su propia ciudad, por sus caminos. Entonces, para mí fue una idea poderosa en pensar que la ciudad está hecha por las acciones de los habitantes.”
“Me llama mucho la atención la presencia indígena en las calles de la ciudad, en el tejido urbano durante el siglo XVI, esa era la historia negada de una ciudad porque, como sabemos, algunas fuentes dicen que se aniquila la ciudad y que se funda una ciudad española. Pero es un mito. La ciudad que existía era una ciudad indígena. Hoy existe una ciudad con muchas dificultades, como todas, pero la diferencia es que esta ciudad tiene muchos recursos. Las chinampas, por ejemplo, poseen una tecnología indígena, que pueden ser el futuro de México, porque estamos pensando en formas sostenibles de vivir en la Tierra.”
Altépetl/ciudad: el difrasismo de Barbara
Le pido a Barbara que me describa la Ciudad de México que ella camina. Me confiesa que al llegar a la Ciudad de México, lo primero que hace, es ir al transporte público más famoso de esta ciudad. “Para conocer la Ciudad de México tienes que conocer el metro.” Le gusta ir por las entrañas chilangas para recibir su masaje y su sauna, dice entre risas. Le gusta luego ir al Zócalo: “La cultura está viva ahí, no es una ciudad de fantasmas. En el Zócalo se ven los danzantes y su reconocimiento al pasado mexica, los ambulantes, las abuelas que entran a la catedral, los turistas.”
Su siguiente punto es el convento de San Francisco. “Porque era otro centro de poder, porque los franciscanos querían establecer otra utopía. Y de ahí paso al sur, hacia donde estaba el gran tianguis de la Ciudad de México. Casi todos los cronistas hablan del tianguis de Tlatelolco, pero existía en Tenochtitlan otro mercado de las mismas proporciones, veinte por ciento más grande que la plancha del Zócalo.” Un mercado al que Barbara le dedica una parte sustanciosa de su libro, en donde nos muestra mapas que son testimonio de cómo el tianguis estaba conectado con la región de chinampas. Fue llamado tianguis de san Juan, por estar cerca del barrio de san Juan Moyotlán, uno de los cuatro que fueron base de la fundación de Tenochtitlan.
“Los olores se vinculan con memorias y espacios. Y es que es imposible romper esa relación entre el olor y el lugar. Depende la época, pero a veces, aquí en la Condesa, para mí huele como a aguas negras. En el tiempo de inundaciones. Si pasas por la estación de la Merced en el momento en que las puertas se abren, te llega el aroma a cebolla. Se puede pensar en una cartografía aromática de la ciudad.”
En La Muerte de Tenochtitlan, vida de la Ciudad de México, Barbara explica qué es un altépetl, esa concepción mexica de comunidad, tan distinta a la de ciudad que tienen los occidentales: no se trataba sólo de un conjunto de personas conviviendo. Un altépetl, es el medio ambiente ideal en donde sus habitantes prosperan. “La gente siempre tiene deseos de salir adelante. Lo que me llama la atención es que de la gente que conozco de la Ciudad de México, muchos tienen esperanza en ella. Hay un amor por la ciudad profundísimo. Se nota mucho la conexión que los habitantes tienen con su ciudad. Aunque enfrente problemas, sí. Para mí es el corazón del altépetl, es esa idea de la ciudad.
Pero también, un altépetl es una organización hecha comunidad, que cuenta con antepasados comunes y que puede contar con un futuro común, eso es súper importante; la idea de un futuro común.
“Hay maneras de pensar en la ciudad que construyeron los mexicas, no como un mito, pero sí con un vistazo a las tecnologías que usaron ellos, para ver la manera de manejar las cuestiones del agua. Y podemos encontrar otras posibilidades para que sobreviva la ciudad. Nosotros vivimos en el triunfo mexica, porque ahora la historia de México es la historia de los mexicas. Ellos han borrado todas las otras historias que existían. La ciudad de México es la más importante del país, tiene que ver con su herencia de eje central de la historia de México, y esa es la victoria de los mexicas.”
En su obra menciona la relación que existía entre los tlatoanis y el espacio público, en donde dejaban sus obras como testimonio de su mandato. Le pregunto por la relación actual entre gobernantes y ciudad. Lo primero que brota es una carcajada ante la incomodidad de la pregunta. “No soy experta en política. Pero los alcaldes de la ciudad tienen mucho poder en hacer obras públicas y tiene recursos enormes. Mi consejo para ellos sería darle una mirada a la historia de la ciudad. Porque los gobernantes indígenas sabían que para sobrevivir como gobernantes, tenían que abastecer la ciudad con agua suficiente y comida. Todos sus esfuerzos, incluso en el siglo XVI, eran de crear y conducir los esfuerzos ciudadanos a esas dos metas: comida y agua. Eso es lo básico. Y también el transporte. Tenían un sistema de transporte bastante bueno gracias al agua y era su responsabilidad (de los tlatoanis) mantener el sistema de transporte limpio y eficiente. Y todos los recursos estaban destinados a agua, comida y transporte.
Le pregunto un difrasismo, que es el modo en el que los hablantes del náhuatl armaban algunos de sus conceptos y palabras, para la ciudad de México en pleno siglo XXI, luego de un rato me responde: Altépetl/Ciudad: “Porque combina palabra en náhuatl y español, aunque son el mismo término, cada uno tiene conceptos diferentes, y contiene la posibilidad de tener una ciudad altépetl una ciudad que es moderna. Una ciudad que puede mantenerse y sobrevivir con base en chinampas pero necesita ser una ciudad vinculada con las otras grandes ciudades del mundo. Y eso es México, una ciudad tan importante en el mundo.
“La gente para sobrevivir en la ciudad necesitaa una ideología de convivencia y eso proporcionarán los líderes.”