Gobierno situado: habitar
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6 agosto, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
El 1º de abril de 1955, Isamo Noguchi le envió una carta a Edward Durell Stone proponiéndole un grupo de esculturas para un edificio que esté diseñaba, según cuenta Hayden Herrera en su libro Listening to Stone, una biografía que no trata del arquitecto sino del escultor.
Stone nació el 9 de marzo de 1902 en Fayetteville, Arkansas. Estudió arquitectura en el Boston Architectural Club, en Harvard y en el MIT, pero no se recibió. Tras viajar durante dos años por Europa gracias a una beca, regresó en 1929 a Nueva York. Trabajó con Schultze y Weaver y luego con Reinhardt, Hoffmeister, Hood y Fouilhoux, que eran parte del grupo de arquitectos diseñando el Rockefeller Center. Stone estuvo a cargo del diseño del Radio City Music Hall. En 1933 empezó a trabajar por su cuenta. DIseñó una casa para Richard Mandel con un estilo que hacía pensar más en Mendelsohn que en Le Corbusier pero más depurado de el que acostumbraba en sus trabajos anteriores. Fue elegido junto con Philip Goodwin para diseñar el edificio del Museo de Arte Moderno de Nueva York que se inauguró el 10 de mayo de 1939. Se dice que tras una visita a Taliesin, de Wright, Stone decidió abandonar las formas más o menos puras del modernismo canónico y acercarse a un estilo más libre. Tom Wolfe, en su libro From Bauhaus to Our House, cuenta una historia más interesante para ese viraje estilístico, basándose en lo que el propio Stone dijo:
Tal como él contaba la historia, Edward Durell Stone, uno de los primeros arquitectos del Estilo Internacional en los Estados Unidos, abordó un avión de Nueva York a París una noche de 1953 y se encontró sentado junto a una mujer llamada Maria Elena Torchio. Su padre era un arquitecto italiano; su madre era de Barcelona; y María, le gustaba decir a Stone, era «explosivamente latina.» Se enamoró de ella sobre el Atlántico y le propuso matrimonio sobre el Canal de la Mancha. Ella no cayó tan rápido. Para empezar, pensaba que él se vestía como profesor y no le encantaban sus edificios, tampoco. Muy cuidadosos, es cierto, pero muy contenidos, un poco fríos, sin vida y, a decir verdad, no muy «explosivamente latinos.»
Por supuesto Wolfe aprovecha la ocasión para, de un mismo golpe, contar una buena historia y asestar otro golpe a esa arquitectura moderna que tanto le desagrada. Pero es cierto que, tras su divorcio, conocer a Maria Elena Torchio —o Torch, como escribía su nombre en inglés— coincidió con un cambio en su forma de hacer arquitectura, como se podía ver en su diseño para la Embajada de los Estados Unidos en Nueva Delhi, de 1954. Era para ese edificio que Noguchi le proponía a Stone el conjunto de esculturas, cuyo estudio costaría 5 mil dólares y la ejecución, transporte e instalación, 50 mil. El 21 de abril de 1955, Stone le escribió a Noguchi diciendo que había ciertos problemas pero que era seguro el encargo de una escultura. La correspondencia siguió por otros dos años pero al final Noguchi no hizo ninguna escultura.
El edificio de la embajada fue elogiado por Wright, pero no por todos. “En el momento en que se inauguró la embajada en Nueva Delhi —escribe Wolfe—, Stone fue abandonado como un fraude por le monde de la arquitectura a la moda, es decir, el mundo basado en las universidades de los recintos europeos. Oro ahí, lujos por allá y mármoles y curvas por todos lados. Era burgués a más no poder.” El comentario de Wolfe, de nuevo, va cargado de ironía. La arquitectura de Stone se había vuelto, sin duda, más complaciente con lo que se suponía era un gusto cultivado pero popular, quizás populista. Charles Jencks llegará a comparar la arquitectura de Ed Stone, como él le llama, con la arquitectura fascista italiana de los años treinta y, al mismo tiempo, la califica como ejemplo del camp en arquitectura, esa estética que comparte rasgos con el kitsch y el pop. Sin embargo, dice Wolfe, a Stone no le fue tan mal convirtiéndose en apóstata del modernismo, o no del todo. Siguió teniendo encargos aunque su prestigio en los altos círculos intelectuales y de la crítica arquitectónica se desvaneció. El Estilo Internacional no le gustaba ni siquiera a quienes lo encargaban, remata Wolfe. Lo cierto es que cuando hace algunos años se transformó el edificio que Stone diseñó en 2 Columbus Circle, en Nueva York, no faltaron los defensores de esa otra versión de la arquitectura moderna que abonó el terreno para ciertas versiones de lo posmoderno.
Edward Durell Stone murió en Nueva York el 6 de agosto de 1978.
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