Gobierno situado: habitar
Un gobierno situado, un gobierno en el que quienes gobiernan se sitúan, que abierta y explícitamente declaran su posición y [...]
27 septiembre, 2014
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
Juan Herreros dio una conferencia en el teatro Ángela Peralta de la ciudad de México. Era la una de la tarde, las doce en horario real y el sol pegaba de punta sobre nuestras cabezas. Además del calor, los organizadores de la conferencia olvidaron calcular que a esa hora del día la luz haría imposible ver las imágenes que pretendían proyectar. Media hora tarde empezaron las presentaciones. Alberto Kalach introdujo a Juan Herreros: de los más inteligentes arquitectos de nuestra generación, dijo. Herreros empezó su conferencia advirtiendo que haría lo que muchos arquitectos están obligados a hacer constantemente: improvisar. Describiría proyectos que no podría mostrar. Pero más que proyectos, Herreros describió condiciones y actitudes.
Empezó por siete características de la arquitectura. Primero: la arquitectura es para quienes la usan. La arquitectura, dijo, es un servicio y no importa si quienes la usan saben quién la diseñó o por qué. Segundo: la arquitectura es un proceso técnico. No una tecnología sino una técnica en el sentido griego: techné, una forma específica de producción. El proyecto consiste en encontrar la técnica precisa para una situación específica. Tercero: la arquitectura es un medio de comunicación: dice y hace cosas o, más bien, dice cosas al hacer cosas. Cuarto: los programas —el contenido de la arquitectura— son cada vez más inciertos, variables, cambiantes. Los arquitectos saben eso desde hace tiempo, acaso desde siempre. Hace algunos años intentaron responder a esa condición mediante la multi o plurifuncionalidad y la flexibilidad espacial, pero hoy esa incertidumbre exige la reinvención, la reinterpretación de formas y modos que se dan por hecho. Quinto: la arquitectura construye la ciudad, es decir que toda arquitectura tiene una dimensión pública. Los edificios aislados, sueltos y absueltos de su medio no tienen, no pueden tener sentido. Sexto: la arquitectura debe ser sensible al medio ambiente. Es una idea que se relaciona con la anterior pero que trabaja con una noción ampliada de medio: de lo urbano a lo ambiental, buscando sin embargo tomar distancia del lugar común en que se ha convertido lo sustentable. El séptimo punto es tal vez el más importante en el planteamiento de Juan Herreros —es el que le da título y contenido a la exposición que inaugura en el Museo Franz Mayer—: el diálogo y la conversación son instrumentos vitales para la construcción del proyecto en arquitectura.
Es evidente que estos siete puntos no son aforismos aislados ni tampoco pasos consecutivos a seguir como en una receta. Se implican y explican mutuamente. Si la arquitectura es un servicio para quienes la usan es porque es una técnica construida a partir del diálogo y la conversación, comunicando al mediar con la incertidumbre en la ciudad y en el entorno.
A estas condiciones corresponden cinco tipos o modos de arquitecto. Primero aquél que asume, de manera productiva, que no puede —ni tiene por qué— controlar el proceso entero del proyecto. El segundo es el diseñador de prototipos: quien toma decisiones y construye a partir del diálogo. El tercer tipo es el arquitecto que trabaja críticamente con el espacio público, el que asume la dimensión política de la arquitectura. El cuarto arquitecto es el que asume su deber de explicar lo que es —y hace— la arquitectura a quienes no son arquitectos y, más aun, que usa la explicación como un instrumento o una técnica de proyecto: la explicación como composición. El último tipo de arquitecto es el que propone cambios o transformaciones en las tipologías existentes.
Una hora después de haber iniciado su plática sin imágenes —para quienes critican a los arquitectos por estar atrapados en la imagen, dijo— Herreros terminó diciendo que en todos esos modelos desaparece la idea del arquitecto como director de orquesta: más bien, afirmó, el arquitecto actúa como un dj: recompone a partir de lo que encuentra, de lo que ya se ha diseñado y de lo que ya se ha producido.
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